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Carlos Aragón: "En España falta un entramado teatral más sólido"

Los días 1 y 3 de diciembre el Teatro Cervantes de Málaga presenta Le nozze di Figaro de Mozart, en una propuesta escénica de Ivan Stefanutti y con dirección musical de Carlos Aragón. Conversamos aquí precisamente con el pianista y director de orquesta andaluz, quien es además el impulsor del nuevo Opera Estudio de Málaga, junto al barítono Carlos Álvarez, con el que hablamos también aquí recientemente.

Dirige Las bodas de Fígaro en el Teatro Cervantes de Málaga, ¿es su primera vez con esta partitura?

No, es mi segunda ocasión. La hice ya en Avignon, en Francia, hace unos cuatro años y ahora la retomo con mucho gusto.

Tampoco es su primer Mozart, ni mucho menos.

No, aunque Mozart no es lo que más he dirigido, lo cierto es que he hecho también Don Giovanni y La clemenza di Tito, en Jerez y en Valladolid respectivamente. En enero de 2024 haré por vez primera Così fan tutte, tambien en Valladolid, con Les Vespres d´Arnadí y en una producción de Rafael Villalobos. Lo cierto es que Mozart no se programa tanto como podamos pensar, es una lástima porque me hubiera gustado poderlo dirigir en más ocasiones.

Estas funciones de Le nozze di Figaro coinciden además con la puesta en marcha del Ópera Estudio de Málaga, un proyecto del que pudimos hablar recientemente con Carlos Álvarez. ¿Qué importancia tiene un proyecto así en un país como el nuestro, donde este tipo de iniciativas no abundan?

Yo además de ser director de orquesta, soy pianista y preparador de cantantes, les recibo y trabajamos preparando sus roles, etc. Desde esa experiencia y con la experiencia profesional tan acreditada que tiene Carlos Álvarez, nos planteamos que había un abismo entre la realidad pedagógica, docente, y la realidad profesional de los teatros. Son muchos los cantantes que se titulan pero que no saben cómo funciona una producción operística o cómo afrontar algo tan básico como una audición. En España hay algunas experiencias en este sentido, en Tenerife y en Valencia sobre todo, pero nos parecía muy oportuno proponer algo así desde Andalucía, donde hay también una gran cantera de voces. En Málaga, gracias a Carlos Álvarez, hemos encontrado un apoyo bárbaro y muchas facilidades para ponerlo en marcha; es un proyecto que nos hace mucha ilusión.

Harán además un título de Manuel García, con el que se abrirá la próxima temporada en el Teatro Cervantes de Málaga.

Sí, esto debo decir que ha sido un empeño mío. Conversando un día con el maestro Juan de Udaeta me comentó que había una ópera de Manuel García, su última ópera, que es una partitura al estilo de Rossini, con sus recitativos y sus tres actos, pero escrita y cantada en español, concebida como una ópera española, porque no es una zarzuela. Y me pareció que no había mejor argumento que este para poner en marcha el Ópera Estudio de Málaga, con un libreto basado en La gitanilla de Cervantes, que se desarrolla por entero en Sevilla. Es muy interesante porque es una partitura que se anticipa veinte o treinta años a la tentiva de Bretón y tantos otros autores de su generación por intentar establecer una ópera en español.

Mencionaba antes su doble faceta, como pianista y como director musical. ¿En qué momento nació la vocación por la batuta en su caso?

Pues a veces las cosas pasan cuando uno menos se lo espera. Yo me fui a Madrid, entré como regidor en el Teatro Real y allí pasé a ser segundo pianista, en la época en la que Emilio Sagi dirigía el teatro. Estábamos montando una Carmen con Agnes Baltsa y en muchas ocasiones, cuando el director musical no estaba, yo dirigía desde el piano. Y fue Emilio Sagi el que me animó a dar el salto, viendo que yo conocía bien las voces, etc. Antes, mucho tiempo atrás, estaba muy diferenciada la carrera del director sinfónico de la del director operístico, algo que explica muy bien Furtwängler en su libro Conversaciones sobre música. Ahí explica como ya en los años treinta del siglo XX, los directores de sinfónico rara vez abordan con éxito el tema de la lírica, mientras que el director de lírica normalmente sí puede abordar todo tipo de repertorios.

Sea como fuere, a partir de ahí, me marché a Italia y trabajé allí con el maestro Bruno Campanella, quien me cogió como se decía antes 'in bottega', en privado, y me preparó a fondo. Llegó el momento de debutar con una Cenerentola de Rossini en Jerez, que fue lo que lanzó mi carrera. Siempre he estado muy vinculado al Villamarta, un teatro que me ha dado muchas oportunidades y donde he podido debutar mucho repertorio: Otello, Tosca, Rigoletto, Orfeo, Traviata... Para mí fue muy importante hacer un repertorio tan variado. 

Sí, precisamente le iba a preguntar por el Villamarta de Jérez e Isamay Benavente, una persona de confianza para su carrera imagino y que ahora empieza una nueva etapa en la Zarzuela.

Sí, una persona con la que estoy muy unido, tenemos pareceres muy similares y hemos crecido juntos en lo profesional durante los últimos quince años. Tenemos una gran relación y ahora que se va a la Zarzuela ya me ha invitado a volver allí en la que será su primera temporada.

¿Qué otros compromisos tiene en su agenda por venir?

Pues mire, no le voy a mentir, después del Così fan tutte de Valladolid no tengo nada más concreto en agenda. Hay un Requiem de Mozart en el aire, este invierno, y ahora empezamos a arrancar una nueva etapa con GoDirect, mi nueva agencia, que seguro que nos trae buenas cosas. El trabajo está complicado, hay que ser realistas.

¿En qué sentido está complicado?

Hay algo muy sencillo de explicar. En Francia, por ejemplo, hay todo un entramado de teatros, de nivel A, B y C, donde los profesionales pueden moverse. Pero en España no, falta precisamente un entramado teatral más sólido, ese entourage que dicen en Francia. El mercado aquí sigue siendo el que es, muy limitado en realidad, por mucho que haya cambiado en los últimos veinte o treinta años. En Francia o en Alemania no hace falta ser Karajan o Karl Böhm para ser un buen profesional y tener trabajo; pero aquí en España todavía hace falta irse fuera y volver con éxitos bajo el brazo para que te consideren. En Málaga, hasta no hace tanto, se hacía un título operístico al año. En cambio en Francia, una ciudad como Dijon, con 40.000 habitantes, tiene un teatro estable, con su orquesta, su coro y su cuerpo de baile. O Aviñón, que le decia antes, que es una ciudad más pequeña que Jerez.. Uno siempre aspira a dirigir en los mejores teatros, pero en España parece que uno no pueda dirigir en el Teatro Real de Madrid si antes no ha pasado por la Scala, la Bastilla o el Covent Garden. La competencia además es terrible. Por eso creo que es bueno verlo todo con realismo y no cejar en el empeño.