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Omer Meir Wellber: "Wagner despierta nuestro lado más oscuro"

Esta temporada el maestro israelí Omer Meir Wellber termina su etapa como director musical al frente del Teatro Massimo de Palermo, antes de asumir sus cargos como principal responsable musical en Hamburgo, en la temporada 25/26. Estos días dirige Tristan und Isolde de Wagner, después de hacer lo propio el pasado noviembre con I Capuleti e I Montecchi de Bellini. Aprovechando esta ocasión, conversamos con él para conocer de cerca la trayectoria de un director que pasó en su día por España, por el Palau de Les Arts, en los tiempos de Helga Schmidt.

Ante la complicada la situación política y bélica de Israel y dada la situación humanitaria en Gaza, ¿cómo lo lleva usted, siendo israelí precisamente?

Es una situación compleja porque Hamás no es un gobierno, no es un país, es un organismo terrorista del que uno no se puede fiar.

Ellos juegan psicológicamente con el país y con todos y esto es una tragedia. Igual que es una lástima que en una entrevista sobre música deba de hablar sobre política. 

Para un israelí este tema está siempre de actualidad dadas las características de la situación de Israel en los últimos años. Pero para usted, ¿existe o no existe una relación directa entre la política y el arte?

Existe siempre, y el que no lo quiera reconocer es porque no quiere, pero esta relación existe con todos y en todos los países.

Usted es además alumno de Daniel Barenboim, creador de la West-Divan Orchestra. Una orquesta que nació como testimonio de paz entre pueblos. ¿Tiene esta orquesta más vigencia que nunca hoy en día?

Por supuesto que es una orquesta con vigencia actual, solo que tenemos que no sobrevalorar, ni infravalorar, este tipo de iniciativas que pueden tener un sentido muy profundo por lo que no necesitan ser explicadas o justificadas. Ahora mismo en Israel, paradójicamente, los conciertos y las salas de música están llenas de gente. La cultura siempre es importante y una esperanza en medio del caos circundante. 

Es muy revelador cómo grandes artistas han surgido en medio de grandes crisis mundiales, como Picasso durante la Guerra Civil Española, por otra parte en periodos de paz, parece ser al contrario. Pensemos también en la Rusia soviética por ejemplo, no solamente músicos o compositores, también escritores, etc…La crisis como ingrediente catalizador de la cultura.

En Sicilia también ocurre, por eso me siento tan bien aquí. Como persona habituada a lugares complejos, si lo sabes asimilar bien puede ser una gran ventaja.

Ciertamente cuando usted llegó a su puesto como director musical del Massimo de Palermo, llegó también la pandemia. No fue el mejor contexto para asumir su nueva designación.

No lo fue, y sin embargo, ese año 2021 ganamos el importantísimo Premio Abbiati, concedido por la Asociación nacional de críticos musicales, con el premio especial a la mejor dirección musical. Fue una gran recompensa por el esfuerzo y calidad de la temporada 2020/21 con Parsifal, Don Giovanni y las actividades que programamos durante el periodo del Covid-19.

Pero es que usted además en esa temporada cantó, tocó el acordeón, además escribe novelas, compone música, toca varios instrumentos, ¿es algo hiperactivo o un hombre orquesta?

Un poco, yo diría que soy curioso. De hecho, la cualidad humana que más valoro del ser humano es la curiosidad. Porque si eres curioso, no puedes ser mala persona, no puedes ser superficial, pesado o infeliz…la lucha es ser curioso siempre. 

¿Eso significa que como director le gusta desde Monteverdi a John Williams?

Cierto pero no ya como director musical sino como persona. Me gusta todo.

¿Y en casa qué tipo de música escucha?

No escucho música en casa…Me gusta mucho el silencio. Si escucho alguna cosa en casa, me gusta escuchar música israelí, ya que tenemos un tipo de cultura muy especial que sólo tenemos allí. Las canciones populares de Israel desde los años 40, 50, 70 hasta casi los 80, todas las letras son basadas en grandes poetas antiguos, pero con música pop. Con letras muy locas…una característica que hace que la mayoría de gente de mi generación sea afín a este tipo de música, porque son poetas serios con mensajes muy profundos.

Otra cosa que me toca escuchar son las canciones que se pone mi hija que tiene siete años y medio…pop italiano o israelí actual…sic.

En su bagaje palermitano, desde que llegó en 2020 hasta esta temporada en la que finalizará como director titular…¿qué ha cambiado en usted?

¡Seguramente tantas cosas! Ya hablo casi el dialecto siciliano, que me encanta, esa idea de captar el sentido de las frases como un verdadero local. Aquí una de las claves es cómo convertir los defectos en ventajas. Defectos musicales, organizativos, sociales…es un lugar con muchas concomitancias con Israel, en el sentido que no se puede ser idealista. Siempre hay un gran contraste entre lo que yo me imagino en mi cabeza y la realidad. Pero como músico, no es suficiente con llegar a la orquesta con una idea musical o temática clara. Aquí la clave es detectar en que el músico es ejemplar y en qué no. De esta manera construyo un sonido basado en una experiencia muy directa y personal con el instrumentista. Esto crea una realidad con la que rozar el milagro es muy probable. Claro que cuando llego a dirigir la Filarmónica de Dresde el resultado puede ser más perfecto, pero aquí hay un ingrediente humano muy especial que marca la diferencia. Y debe ser así para obtener el mejor resultado.

Mi primera ópera aquí en Palermo fue en 2001 con una Tosca, luego ya en 2017 dirigí un Werther, del que surgió la invitación a ser el próximo director titular del teatro. Hasta mi últimos tres títulos esta temporada: I Capuletti e i Montecchi, Madama Butterfly y Tristan und Isolde.

Ahora que menciona la ópera de Bellini, el compositor siciliano por excelencia. ¿Por qué ha tardado tanto en dirigir un Bellini en el Massimo? ¿Existe una presión extra dirigir a Bellini en Sicilia?

Bueno yo  ya he dirigido esta ópera, pero es cierto que nunca en Sicilia. Pero yo no pienso en estas cosas. De hecho mi debut en Dresde por ejemplo fue dirigiendo la Daphne de Richard Strauss. Y allí he dirigido mucho Strauss, Rosenkavalier

Pero es cierto que los italianos se cuidan mucho del belcanto y su pureza estilística, como en ningún otro país. ¿Eso lo nota usted?

Es que yo no razono en estos términos. Nunca pienso en la tradición, mi idea es seguir la belleza y en ello me baso. I Capuletti es mi ópera favorita de Bellini. Porque la dramaturgia es perfecta, no es demasiado larga, ni corta, con una escritura vocal muy particular. De hecho la escritura vocal es de una modernidad manifiesta. No es coincidencia que a Wagner le influenciara Bellini. Pensemos en el duo final de la ópera. No es propiamente un duo per se, Romeo canta y canta y Giulietta dice cuatro frases, recitativo y fin. Una concepción dramática que puede recordar a la estética wagneriana, muy natural. De hecho se aleja mucho de la parte belcantista más simple que solo se basa en la belleza del canto, aquí hay un verdadero teatro, un teatro total, directo, casi Stanislavski. A mi la parte que más me gusta de esta ópera son precisamente sus últimos treinta minutos. 

A todo esto, ¿tiene directores históricos que lo hayan influenciado o que tenga como referentes?

A nivel belcantista por supuesto Tulio Serafin, pero también otro que no es tan conocido, Franco Ferrara, nacido precisamente en Palermo, una personalidad musical muy interesante y que ha influido en muchos directores italianos después de la guerra, pero del que poco se habla. Seguramente porque se dedicó mucho a la enseñanza, tuvo una carrera muy particular y algo extraña y grabó muy poco. Pero también de directores no italianos que han influido mucho en el belcanto como Richard Bonynge.

El problema con el belcanto y con I Capuleti por ejemplo pasa, es llevarlo a Verdi. Hay una idea un tanto generalizada que un tempo pesante, entendamos la comparación, tiene algo de intelectual. Existió una tendencia, con los grandes Muti, Abbado, Barenboim, de querer intelectualizarlo todo, también el belcanto, o incluso con Verdi y sus óperas juveniles. Si uno escucha las grabaciones de Muti o Levine de los años 80, parece que esté escuchando Beethoven. Quizás fue una moda, pero la realidad y las cosas son como son y no creo necesario llegar a esos extremos. 

¿Entonces se despide como titular del Massimo con el Tristan de Wagner esta temporada?

Bien, en realidad mi última ópera aquí será la inauguración de la siguiente temporada, la 2024/25 con el estreno en Italia de la ópera Animal Farm de Aleksandr Raskatov, del que el Teatro Massimo de Palermo es coproductor. Un proyecto interesantísimo basado en la novela homónima de George Orwell que me hace mucha ilusión dirigir aquí como despedida.

Volviendo a Wagner. Usted como judío (recordamos que todavía existe la prohibición de dirigir música de Wagner en Israel) y director titular en Dresde, ha dirigido bastante Wagner y también el repertorio alemán en general. ¿Cúal es su relación con esta música?

Bueno yo en general dirijo un poco de todo. Creo que un artista ha de dirigir de todo sin juicios de valor sobre la persona/compositor. Con el tema Wagner pasa un poco esto. Yo no puedo decir no voy a dirigir la obra wagneriana, no puedo boicotear a un compositor como artista, porque va en contra de mi condición de artista. Otra cosa es que un país como Israel, mantenga la prohibición de interpretar Wagner, cosa que comparto.

Pero es cierto que Daniel Barenboim, por ejemplo, ha intentado y es partidario de interpretar a Wagner en Israel.

Si pero no lo ha conseguido. Para mí son cosas diversas. El tema Wagner en Israel es un tema político, estatal, pero para mí como músico es diferente. Seguramente el Wagner persona, antisemita, personaje tremendo y de valoración digamos equívoca es uno, pero el problema musical o su principal característica, es que él lo quiso hacer todo, y esto es una idea protofascita. Yo escribo el libreto, compongo la música, dirijo la escena…

¿Pero esa es la idea del Gesamtkunstwerk (la obra de arte total) no?

O también una idea fascista, seria otra manera de interpretarlo. La influencia que tuvo Wagner sobre Hitler, no es solo porque escribiera textos antisemitas u obras germanófilas, es que fue un modelo de fascismo artístico. La diferencia entre Wagner y Richard Strauss es que Strauss colaboró con los mejores artistas de se época, véase los libretistas, y eso lo convierte en un músico mejor. Sus creaciones con Sweig, con Georg o con Hofmannsthal, su inspiración con la obra de Wilde, lo engrandecen.

Hay óperas como el Lohengrin, que son ridículas. La música puede que sea magnifica pero el texto, el modelo de la mujer, hoy producen risa…cierto que era otra época, pero por suerte las lecturas de que la mujer ha de morir para salvar al hombre están ampliamente superadas.

Por otra parte es una música muy manipulativa, incluso casi negativa, uno tiene la sensación de que está haciendo algo malo dirigiendo Wagner, pero a la vez es una música que agrada y es muy adictiva. Se ha exagerado mucho con Wagner y es un compositor como muchos otros, quizás el mejor de la historia, también podría ser, pues él ha influenciado en toda la creación posterior como ningún otro, en arte, en filosofía… 

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Entiendo que el Tristan que dirigirá en mayo, ¿es su ópera wagneriana favorita?

Es que es la más completa, con el libreto menos embarazoso, musicalmente seguramente la más compleja, la más profunda. También he de decir que junto con Tristan me gusta mucho Tannhäuser, a pesar de una historia bastante ridícula también.

A mi me gusta dirigir un Wagner mucho menos retórico, más veloz, lejos de las tradiciones pesantes. Incluso a nivel filosófico y musical, hay una linea muy sutil entre la marcia y la preghiera, y en Wagner, al menos en mi concepción personal, esto es básico. No estoy hablando de espiritualidad, al revés lo veo más laico y austero. Otro problema de Wagner es que te despierta una actitud potente, tendente al militarismo. Hay que evitar caer en el peligroso espíritu fascista de esta música. Un sentimiento que puede despertar en cualquier buena persona. 

Se podría decir también que si Beethoven te despierta la bondad de las personas y uno quiere ir en esa dirección, con la música de Wagner pasa lo contrario, te despierta la parte oscura del ser humano, ese lado oscuro que te hace decir, no, por ahí no quiero ir. Y ambos compositores son igual de importantes y trascendentales.

Con un repertorio tan vasto y amplio. ¿Hay algún título que no le hayan ofrecido y le gustaría dirigir?

Tengo la suerte en este punto de mi carrera que puedo escoger que dirigir y que no. Otra cosa es que me falten títulos importantes a los que todavía no sé si afrontaré, como por ejemplo un Ring. No sé si me interesa todavía, o también Elektra, que es una ópera que no me gusta tanto como otros títulos de Strauss. Tengo previsto en algún momento dirigir Pique Dame que me atrae mucho también.

En agosto del 2025 tomará posesión como director titular musical de Hamburgo, en sustitución de Kent Nagano, y será responsable de la Orquesta Filarmónica de Hamburgo y director general y de orquesta de la Staatsoper de Hamburgo. Un cambio casi copernicano ir desde el sur de Italia al corazón de Alemania. ¿Cómo lo afronta?

Ya me avisaron de que Palermo es un maravilloso lugar al que llegar y un sitio muy difícil de abandonar. Y estoy empezando a entender las razones. 

De todas maneras en Hamburgo, después de unos quince años de carrera y de haber dirigido en varios sitios, ciudades y países, allí por fin podré ofrecer algo mucho más completo.

Me explico, he estado en sitios de grandes sueldos pero pocas opciones artísticas, de grandes estímulos creativos y poco dinero…en cambio en Hamburgo, todo tiene su punto junto y equilibrado: capacidad de producción, ambición artística, buen sueldo, o sea que por fin podré ofrecer un plan completo con mi visión personal, musical y artística. 

¿Puede adelantarnos algo de su primera temporada al frente?

Puedo decir que dirigiré dos producciones muy especiales, dos proyectos musicales pero que no son óperas. Uno será un oratorio que enfocaremos como una ópera, pero no puedo decir más, el otro será una proyecto Mozart muy especial y particular. Eso a nivel nuevas producciones en mi primera temporada en Hamburgo, en medio por supuesto dirigiré títulos ya vistos en producciones propias como Lohengrin por ejemplo. De hecho me estimula mucho iniciar mi etapa como director de la Hamburg Opera con dos proyectos que no son óperas per se. 

Por último, usted fue director musical del Palau de Les Arts de Valencia del 2011 al 2014, pero no ha vuelto a dirigir una ópera en España y da la impresión que la visita poco. ¿Es así? ¿Qué recuerdos guarda de su periodo valenciano?

He vuelto a España pero como director sinfónico, he visitado varias veces el Festival de Santander, o de gira con la Wiener Symphoniker no hace tanto estuve de tournée con visitas en Barcelona por ejemplo. Pero es cierto que no he vuelto para dirigir ninguna ópera. 

Las razones son varias puesto que solo dirijo ópera en los lugares donde soy el titular del teatro, entre otras cosas por cuestiones de agenda, y en mi poco tiempo libre dirijo en tournées contadas con la Gewandhaus o la Münchner Philharmoniker, pero es que mi agenda no me permite más.

En relación a mis recuerdos con Valencia, tengo sentimientos encontrados. Yo era muy joven, inexperto, relevando a Maazel en una orquesta de sonido con mucha calidad y gente muy joven y motivada. De ese periodo guardo muchos amigos y compañeros músicos que todavía conservo.

Pero por el otro lado estaba la cuestión de Helga Schmidt y la corrupción, los problemas legales con Camps, unos contratiempos que yo por mi juventud e inexperiencia casi no entendí. 

A nivel musical los recuerdos son fantásticos. Recuerdo que la sala de ópera era bellísima, de gran acústica y calidad. Recuerdo también producciones maravillosas como las de Boris Godunov, Elisir d’amore, Barbiere

Fotos: © Rori Palazzo