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José Cura: "Conviene no mirarse siempre el ombligo"

El tenor argentino José Cura protagoniza estos días Otello en el Gran Teatro del Liceo. Polémico aunque siempre franco y pasional, conversa aquí con Platea Magazine acerca del actual momento que afronta su carrera y acerca de algunas vivencias pasadas.

Regresa el Gran Teatro del Liceo desde su última aparición aquí en 2011. ¿Echaba de menos cantar en este gran teatro?

Siempre me he encontrado a gusto con los cuerpos artísticos y técnicos del Liceu. Por no hablar de lo bella que es Barcelona. Aunque uno no viaje en plan “turista”, una ciudad agradable se agradece cuando toca moverse por trabajo.

Ha pasado ya mucho desde su desencuentro con un pequeño sector del público en el Teatro Real en el año 2000. ¿Es ya agua pasada todo lo sucedido? ¿Se mostraría dispuesto a volver a Madrid ahora que está Joan Matabosch en la dirección artística del teatro?

Estuve dispuesto a volver ya desde el día siguiente. Teníamos una Fanciulla y un Peter Grimes programados con la administración Moral, pero cuando vino Mortier, hizo borrón y cuenta nueva.

Hábleme de su interpretación del personaje que le trae al Liceo. ¿Cómo es su Otello? Tengo la sensación de que pone todo el acento en la parte más fiera y desquiciada del personaje.

Creo que de cada obra debemos leer su mensaje, y el de Otello, vigente después de más de 400 años, es crudo. Sé que cuesta mucho ver el lado oscuro de los personajes cuando estos se identifican con cantantes que estimamos, con músicas que amamos... ¿Cómo ver en Pinkerton a un degenerado si canta tan hermosas melodías? ¿Cómo ver en Radamés a un trepador sin escrúpulos, si canta “Celeste Aida...”, etc.? Cada personaje tiene lados positivos y negativos, eso lo hace rico e interesante de interpretar.

¿Cómo ha evolucionado su relación con el papel en estas dos décadas que lleva cantándolo?

Han pasado casi 20 años y no paro de descubrir. Sobre todo, se me está abriendo un mundo en todo aquello que liga al texto con la edad del personaje. Hoy que tengo más de 50, mi lenguaje corporal es, espontáneamente, mucho más adecuado al Moro: un hombre no viejo pero curtido por los años. De repente, la sensación de “abismo generacional” entre Otello y casi todos los otros, Desdemona, Cassio, Ludovico, Iago mismo, Emilia, me resulta clara, no sólo porque la entiendo, sino porque la “siento” en mis carnes. Más y más me toca estar en escena con jóvenes que me dicen: Maestro, yo escuchaba sus discos en el conservatorio... ¡Ay! te dices. Pero si aplicas ese ¡Ay! a Otello, o a Stiffelio, o a Canio, de repente se te aclaran muchas cosas... El día del aniversario de la muerte de Shakespeare, el 23 de abril de 2016, debutaré Otello como director de orquesta y le juro que, sumergido como estoy en la partitura, descubro más y más cosas. Tantas, que siento que empiezo de cero.

¿Hasta qué punto su carrera se ha visto marcada por el legado de quien fuera incluso su mentor, Plácido Domingo? ¿Hay una influencia también de Domingo en el Otello de José Cura?

Hasta que me gané por derecho propio el ser identificado con el rol, se me criticó porque mi Otello no tenía “esto” o “aquello” o lo “otro”, del Otello de Domingo. Y tenían razón. Nunca me gustó parecerme a nadie. Copiar es una falta de respeto. Las mismas críticas, pero con Del Monaco como punto de comparación, me contaba Domingo mismo hace ya añares, le habían tocado a él cuando empezó con el Moro. La confirmación de estar encaminado, más allá de lo que piensen los detractores de siempre, empezó a hacerse sentir cuando, luego de años de insistir en mi búsqueda, se empezó a hablar de mi “idiosincrasia” en el acercamiento al rol.

Dada su escasa presencia en nuestro país, habrá quien piense que su carrera está ahora en horas bajas. ¿Qué les diría? ¿En qué momento está realmente su trayectoria?

Hay mucho ombligos en el mundo y conviene no estar siempre mirándose el propio, so pena de perderse un montón de cosas maravillosas. Mi carrera se encuentra en un punto de gran riqueza: se estrenan mis composiciones (“Si muero, sobrevíveme!”, el pasado octubre, el “Magnificat” el 10 de febrero próximo, “Ecce Homo” en marzo de 2017), los teatros piden producciones diseñadas y dirigidas por mí, soy Director Residente de la Sinfónica de Praga, Vicepresidente de la Youth Opera de Londres, debuto Tannhäuser en enerode  2017 y Peter Grimes en mayo del mismo año. Acabo de estrenar mi producción de Bohème en Estocolmo, con un éxito estrepitoso y en septiembre empiezo los ensayos de mi producción de Turandot en Lieja.

Intérprete, director de escena, director de orquesta... su agenda comprende todo ello. ¿No teme aquello de quién mucho abarca poco aprieta?

No hay que juzgar basándose en dichos populares, sino ver, sentir, analizar, decantarse con conocimiento. Ojo, no quiero que se confunda lo que digo con una pretendida infalibilidad de cuño arrogante. Me equivoco como el que más. Me levanto y sigo. La única forma de no arriesgarse a morir aplastado por un coche, es no salir a la calle... Lo que quiero decir es que mi trabajo habla por mí y, si bien puede gustar o no lo que hago, no se puede negar, en buena fe, el esfuerzo y la profesionalidad de más de 30 años de oficio. Por no usar palabras mías y ser tachado de presuntuoso, se lo explico con palabras de otro, de un colega suyo de la prensa internacional, que vio mi producción de Bohème en Suecia en noviembre y decía que "Detrás de José Cura, uno de los más grandes tenores de nuestros días, se encuentra un erudito, un Leonardo da Vinci de nuestro tiempo".1

En sus años más jóvenes se cosechó cierta fama como un intérprete muy temperamental, dentro y fuera del escenario. Ahora que tiene más de 50 años, ¿cómo ve el mundo que le rodea?

Dentro del escenario, me pagan por ser temperamental. Casi siempre me han tocado roles fuertes. Hacerlos blandos para que nadie se incomode es una falta de respeto al autor, además de una falta grave de profesionalidad. Hasta ahí mi “cierta” fama dentro del escenario, como usted dice. Con respecto a mi “cierta” fama fuera de las tablas, de cómo soy yo, o usted o el que nos lee, sólo quien nos conoce puede opinar. Soy una persona de carácter fuerte, sí, pero sólo "topará” conmigo si usted es un injusto —generalmente con los demás, pues soy muy “quijote”—, o si usted es un mediocre sin preparación que intenta imponerse encaramado al poder que le da su cargo. Siempre he sido un idealista y eso no cambia. Sólo que cuando era más joven, era un idealista “romántico”, y hoy, los años y la experiencia, me han transformado en un “estoico”: sólo me bato por aquello que realmente vale la pena.

¿Cómo ha cambiado en particular el mundo de la ópera durante estas décadas?

Inmediatez, facilísimo, comodidad, por hacer la lista corta, son los cimientos hodiernos de una sociedad que se apoya, casi para todo, en las máquinas Internet incluido. ¿Es malo? ¿Es bueno? Depende. Cada uno sabe dónde le aprieta el zapato. Pero hay cosas que no se pueden hacer fácilmente, tanto menos cómodamente y, sobre todo, no son inmediatas. El Arte con mayúsculas es una de ellas. Vivimos tan al día que olvidamos que es sobre el pasado “en sordina” de un individuo, sobre esos años de galera en los que se formó a fuego lento, con sangre y lágrimas, también con sudor, sobre lo que se erigen los muros de su vida. Suele decirse: “Mira ese chico talentoso. Qué pena que no se tome el tiempo de crecer y ya quiera volar tan alto. Se romperá la crisma”. Y se la rompe. Pero si bien es verdad que hay muchos jóvenes impacientes, que prefieren apostar todo a una jugada sola, incluso sabiéndose no preparados para ella, también es verdad, que el mundo del espectáculo, hoy más que nunca, ordeña sin tacto el talento —malentendido como fin en sí mismo, cuando no es más que el principio de algo que quizás pueda llegar a ser...— para sacarle lo que puede y luego tirarlo a la basura. Vale para todo. Deporte incluido. Tan metidos estamos en este “modo” de hacer, que ya no conocemos otro y lo damos como el único posible. Tanto, que preguntamos a un artista en la madurez de su oficio: “Dada su escasa presencia en nuestro país, habrá quien piense que su carrera está ahora en horas bajas”. No se moleste si uso su pregunta como ejemplo para explicar lo que quiero decir: muchos se sorprenden que un artista pueda seguir siendo importante si no está presente en los teatros de su zona, o en los medios de comunicación locales. Por otro lado, damos por famoso, y por bueno, que es infinitamente peor, a quien tiene muchos seguidores en Facebook o en Youtube...

¿Cuál es la situación actual del Teatro Colón de Buenos Aires? ¿Y cuál es su vínculo con el gran coliseo argentino?

El Colón, como toda institución que depende del estado, sufre con las ondulaciones de la política. Es de esperar, los síntomas parecen ser prometedores, que la actual situación política argentina pueda garantizar unos años de serenidad al teatro. Años que son imprescindibles para poder realizar un proyecto sólido y terminar, de una buena vez, de poner parches por todos lados para que la nave no se hunda. El Colón es un teatro maravilloso, con cuerpos artísticos y técnicos de ensueño que merece recuperar su sitio natural entre las joyas de la corona mundial de la música clásica. 

1. Seen & Heart International, November 2015