Han pasado casi 20 años y no paro de descubrir. Sobre todo, se me está abriendo un mundo en todo aquello que liga al texto con la edad del personaje. Hoy que tengo más de 50, mi lenguaje corporal es, espontáneamente, mucho más adecuado al Moro: un hombre no viejo pero curtido por los años. De repente, la sensación de “abismo generacional” entre Otello y casi todos los otros, Desdemona, Cassio, Ludovico, Iago mismo, Emilia, me resulta clara, no sólo porque la entiendo, sino porque la “siento” en mis carnes. Más y más me toca estar en escena con jóvenes que me dicen: Maestro, yo escuchaba sus discos en el conservatorio... ¡Ay! te dices. Pero si aplicas ese ¡Ay! a Otello, o a Stiffelio, o a Canio, de repente se te aclaran muchas cosas... El día del aniversario de la muerte de Shakespeare, el 23 de abril de 2016, debutaré Otello como director de orquesta y le juro que, sumergido como estoy en la partitura, descubro más y más cosas. Tantas, que siento que empiezo de cero.
¿Hasta qué punto su carrera se ha visto marcada por el legado de quien fuera incluso su mentor, Plácido Domingo? ¿Hay una influencia también de Domingo en el Otello de José Cura?
Hasta que me gané por derecho propio el ser identificado con el rol, se me criticó porque mi Otello no tenía “esto” o “aquello” o lo “otro”, del Otello de Domingo. Y tenían razón. Nunca me gustó parecerme a nadie. Copiar es una falta de respeto. Las mismas críticas, pero con Del Monaco como punto de comparación, me contaba Domingo mismo hace ya añares, le habían tocado a él cuando empezó con el Moro. La confirmación de estar encaminado, más allá de lo que piensen los detractores de siempre, empezó a hacerse sentir cuando, luego de años de insistir en mi búsqueda, se empezó a hablar de mi “idiosincrasia” en el acercamiento al rol.
Dada su escasa presencia en nuestro país, habrá quien piense que su carrera está ahora en horas bajas. ¿Qué les diría? ¿En qué momento está realmente su trayectoria?
Hay mucho ombligos en el mundo y conviene no estar siempre mirándose el propio, so pena de perderse un montón de cosas maravillosas. Mi carrera se encuentra en un punto de gran riqueza: se estrenan mis composiciones (“Si muero, sobrevíveme!”, el pasado octubre, el “Magnificat” el 10 de febrero próximo, “Ecce Homo” en marzo de 2017), los teatros piden producciones diseñadas y dirigidas por mí, soy Director Residente de la Sinfónica de Praga, Vicepresidente de la Youth Opera de Londres, debuto Tannhäuser en enerode 2017 y Peter Grimes en mayo del mismo año. Acabo de estrenar mi producción de Bohème en Estocolmo, con un éxito estrepitoso y en septiembre empiezo los ensayos de mi producción de Turandot en Lieja.
Intérprete, director de escena, director de orquesta... su agenda comprende todo ello. ¿No teme aquello de quién mucho abarca poco aprieta?
No hay que juzgar basándose en dichos populares, sino ver, sentir, analizar, decantarse con conocimiento. Ojo, no quiero que se confunda lo que digo con una pretendida infalibilidad de cuño arrogante. Me equivoco como el que más. Me levanto y sigo. La única forma de no arriesgarse a morir aplastado por un coche, es no salir a la calle... Lo que quiero decir es que mi trabajo habla por mí y, si bien puede gustar o no lo que hago, no se puede negar, en buena fe, el esfuerzo y la profesionalidad de más de 30 años de oficio. Por no usar palabras mías y ser tachado de presuntuoso, se lo explico con palabras de otro, de un colega suyo de la prensa internacional, que vio mi producción de Bohème en Suecia en noviembre y decía que "Detrás de José Cura, uno de los más grandes tenores de nuestros días, se encuentra un erudito, un Leonardo da Vinci de nuestro tiempo".1