Kent Nagano: "Los directores seremos olvidados"
Hay directores que desempeñan la mayor parte de su carrera con una orquesta o en una determinada región. Otros pareciera que necesitan el cambio continuo. Este es el caso de Kent Nagano, cuya trayectoria ha discurrido por numerosas grandes orquestas: Boston, Los Ángeles, Múnich, Gotemburgo, Montreal y Hamburgo, pornombrar sólo unas pocas. Ante tan aparente desasosiego sorprende encontrar en este director californiano una calma especial, una escucha atenta, un habla apacible, sensible y tremendamente reflexiva. No solo en el fondo, sino también en las formas, Nagano transmite un aire de humildad y sabiduría que evocan el imaginario de unas raíces japonesas que parecen no haberse perdido tras algunas generaciones en Estados Unidos.
Nos visita en Madrid para interpretar Die Bassariden. No es una de las obras más conocidas del repertorio y además la trae en versión concierto. No estoy seguro de si se puede clasificar como un clásico o como una obra contemporánea. ¿Qué puede decirnos de esta obra?
Es una obra que ha llegado a ser un clásico contemporáneo. Se representa regularmente, incluso diría que ha encontrado su camino al repertorio principal de ópera. La mayoría de los teatros o bien la han programado ya, o planean hacerlo. Me atrevería decir que es el trabajo más famoso de Henze. Además existe la costumbre de tocarla concertante, en salas, algo que se ha convertido en una tradición y que empezó en la misma premier, con Christoph von Dohnányi. Es muy adecuado, ya que la obra se sitúa algún lugar entre la ópera y la cantata.
Lo hará además con nuestra Orquesta Nacional de España. No es la primera vez que tocan juntos. ¿Recuerda su colaboración con ella y sus características como orquesta?
Mis recuerdos de la orquesta son muy vivos y muy positivos. Nuestra colaboración supuso el estreno mundial de un concierto de chelo de De Felice y luego continuamos con la Quinta de Mahler. Fue nuestra primera colaboración y nadie sabía exactamente lo que iba a suceder. Pero debo decir que la pasión, la belleza y la calidad del sonido de la orquesta fueron muy impresionantes. También pude ver el entusiasmo y la pasión por hacer música. Recuerdo especialmente el sonido de los metales, muy particular. Con un trompeta principal extremadamente talentoso. Como usted sabe la Quinta de Mahler se abre con un solo de trompeta…
Se refiere usted al trompetista principal de nuestra orquesta, Manu Blanco. Precisamente hace tan solo unas semanas que le entrevisté. Ahora está viajando por todo el mundo y está trabajando en Chicago con el maestro Muti. Quiero decir que no es usted el único que tiene ojo para los buenos intérpretes.
(Ríe satisfecho) Es un talento extraordinario. También las maderas y las cuerdas ofrecieron un sonido cálido que aún recuerdo. Esta vez tendremos además que combinar las fuerzas líricas de los cantantes. Espero que logremos transmitir la fuerza de esta obra al público de Madrid.
El tema de esta obra es particularmente relevante hoy en día. Trata de la lucha entre el corazón y la emoción, prácticamente fuera de control, y la… planificación estratégica. Y tal como sabemos, en la convulsa política del siglo XXI, con problemas en todas partes, hemos llegado a una fase donde esto se ha convertido en un debate muy fuerte. Creo que es interesante visitar esta cuestión desde la abstracción que propone el arte.
¿Toma usted partido en este debate, artísticamente hablando? Si como director tiene que elegir la técnica frente al sentimiento, o la pasión frente al cerebro, ¿por cuál se decanta?
Bueno, debo decir que una no puede existir sin la otra, al menos si se aspira a una experiencia musical excelente. Necesitas ideas que compartir con el público y con la orquesta, pero si no tienes las capacidades técnicas no podrás hacerlo. Asimismo, tener la técnica y no tener corazón ni emociones es extremadamente problemático. La música tiene que ver con la vida. Mantener este equilibrio es probablemente lo más complicado de ser director, pero también se da en la composición. Piense en los que para mí son dos de los más grandes compositores de música religiosa: Bach y Mozart. Lo son porque alcanzaron el equilibrio delicado entre la perfección técnica y la emoción.
Ha mencionado la pasión para describir a nuestra Orquesta Nacional. Existe el cliché de que esta es una característica de las orquestas latinas. Usted ha colaborado con muchas formaciones en todos los continentes, ha conocido muchas tradiciones. ¿Cree que existe una correlación entre geografía y estilo interpretativo?
En mi opinión este análisis sería demasiado simple, no es muy interesante reforzar estereotipos. Por ejemplo, mi orquesta en Alemania toca también con gran compromiso, dedicación y pasión. Pensemos en el norte y el sur de Alemania. Antes de dirigir la Filarmónica de Hamburgo también trabajé con la Bayerisches Staatsorchester y Staatsoper en Múnich. Las dos tradiciones son igualmente importantes, pero muy diferentes. Los compositores que trabajaron en cada ciudad estuvieron muy involucrados en la formación de la identidad de la orquesta. Ambas tienen lo que llaman Hausgott. En Múnich sería Orlando di Lasso, Mozart, Wagner y (Richard) Strauss. Todo ellos fueron, además de grandes compositores, grandes directores. En Hamburgo tenemos a Bach, Telemann, Brahms y Mahler, ellos son los que dejaron su huella. Se podría afirmar que “las orquestas alemanas son…”, pero sería un error. Cada orquesta refleja su historia y su comunidad en particular.
Menciona su orquesta en Hamburgo, lo que hace que inevitablemente le pregunte por el edificio: la Filarmónica del Elba. La atracción, la fascinación, y el escándalo han llegado a todo el mundo.
Desde luego. El escándalo también llegó a América, estábamos horrorizados con cómo el presupuesto se descontrolaba tanto.
¡Multiplicándose por diez! Debo decirle con algo de maldad que a algunos en España nos proporcionó cierto alivio ver que no solo en el sur de Europa ocurren estas cosas. Esa eficacia alemana que nos acompleja…
(Ríe a carcajadas) Bueno, cuando me ofrecieron ir a Hamburgo, el edificio estaba muy cuestionado, no se sabía si se terminaría. Fue un reto muy importante ir allí e involucrarme con la finalización del proyecto, pero mereció la pena. Mi profesor de piano, me dijo una vez mientras me enfrentaba a una complicada sonata de Beethoven que tener problemas no es interesante, lo interesante es encontrar soluciones que además sean grandes. Eso es lo que nos hace artistas. Con la Elbephilarmonie, se encontró una solución a pesar del presupuesto, los retrasos, los problemas de ingeniería y las huelgas. Al final se abrió, ha supuesto un éxito tremendo y estamos olvidando el escándalo. La ciudad ha encontrado una solución para crear una maravillosa sala de conciertos. Ha acabado con un final feliz.
Al verla uno se asombra del nivel de creatividad que hay en esa arquitectura. Y también de que últimamente la arquitectura parece hacer ganado terreno a la música. Y también pasa en los museos. Pareciera que se evoluciona artísticamente en el contenedor mientras que el contenido, la música, las pinturas, permanece estable.
Este es un punto realmente fascinante. Hay mucha gente que lo dice también de la ópera. El énfasis se pone en el director de escena -que sería el contenedor- y muchas veces es a expensas del contenido musical. Los ojos, la mirada, se han convertido en algo tan dominante en la cultura contemporánea que están superando a los oídos. Si vemos algo impactante, y nos pasa a todos, olvidamos escuchar las sutilezas de la música.
También ocurre cuando hablamos más del diseño que de la acústica. Pero los auditorios son diferentes. Uno podría preguntarse por qué Hamburgo ha construido uno tan caro, y hay muchas razones. En primer lugar para rendir tributo a su historia musical. Tenemos la ópera pública más antigua del mundo, una que no se hizo para príncipes o princesas, sino para la gente. También para celebrar el espíritu de Hamburgo que, con su puerto, siempre ha servido para el intercambio de Alemania con el resto del mundo.
Ya teníamos un buen auditorio, inaugurado por Brahms, que funciona bien para la música del XIX, pero no tan bien para el XX. También la ciudad ha crecido mucho. Así que hemos construido un edificio que representa a toda la comunidad, que no es tan solo un lugar donde la gente se reúne. Es una fuente de identidad para la comunidad de Hamburgo. Lo mismo pasa en Viena con el Musikverein, en Berlín con la Philarmonie o en Nueva York con el Carnegie Hall; son parte esencial de su identidad. Ahora, esta sala que parece una gran nave erigida en el puerto, refleja la identidad cultural y la historia de Hamburgo.
Habla de los límites de la música, de los aspectos extramusicales y de su vertiente más social. Después de interpretar y escuchar mil veces la Quinta de Beethoven, ¿cómo podemos continuar? ¿Piensa que la posibilidad de hacer algo nuevo quizás esté en esta vertiente extramusical?
No podemos sencillamente repetir lo que se ha hecho en el pasado. Es lo más anticreativo que se puede concebir y la música es creatividad. Pero las obras maestras lo son porque tienen una universalidad que las hace relevantes en cada momento, más allá del tiempo. En esto se diferencian de las obras convencionales, de moda, populares (popular).
La moda siempre cambia. ¡Gracias a Dios no vestimos como en el XIX! Pero las obras maestras, multidimensionales, son un resumen profundo de la humanidad, abarcando lo intelectual, lo emocional, la identidad física y la espiritualidad -no necesariamente en su sentido religioso, sino existencial. Esto quiere decir que da igual las veces que las interpretes, volvemos a ellas porque tenemos la esperanza de encontrarnos con algo que no escuchamos en el pasado, y descubrimos que esto pasa con frecuencia. Cuando maduramos como personas, vemos las cosas con una perspectiva diferente, y por eso deben interpretarse una y otra vez, porque las escuchamos de manera diferente.
Pero también debo incidir en que el que usted haya escuchado una pieza 50 veces no significa que un niño o alguien de un pequeño pueblo lo hayan hecho también. Es importante compartir estas grandes obras con todo el mundo. Alguien en la audiencia puede escucharla hoy por primera vez y quizá cambie su vida para siempre.
Parece usted tener una visión optimista de la música clásica. Para otros sin embargo parece que siempre necesitara salvarse del desastre o de su desaparición. ¿Qué opina de su salud, del presente y del futuro de la música clásica?
La música clásica siempre estará ahí y sobrevivirá mientras sobreviva la humanidad. Por la sencilla razón de que el ser humano necesita más de lo que encuentra en su vida cotidiana. ¿Cuál es la alternativa? ¿El consumo? ¿El entretenimiento? Continuará, pero es que además hay razones para ser optimista en el presente. Hay muchos jóvenes compositores que están ampliando el repertorio y músicos que traen nuevas ideas a la interpretación. Lo que seguramente cambie son las instituciones. Aquí sí, aquellas que no se remueven y se repitan a sí mismas, no sobrevivirán.
Sigamos hablando del futuro. Es usted parte de la historia de la música. Si nos ponemos mentalmente en el futuro, unos 50 años, y miramos atrás, ¿cuál le gustaría que hubiera sido su legado?
Es una pregunta muy difícil. Si miramos hacia atrás en la historia de la música europea, los intérpretes, los directores musicales y de escena, son fundamentalmente olvidados. Son los compositores lo que permanecen más allá del tiempo. Mire, yo he sido estudiante de Bernstein y Boulez. Mi hija de diecinueve años los estudia ahora y, aunque yo le enseñe un video suyo en YouTube, no es lo mismo que haber experimentado su estilo en directo. Sin embargo, mi hija está enamorada de su obra y la toca como pianista. Seguramente se les olvidará como directores, pero siempre se les recordará como intérpretes.
Yo me siento muy afortunado de haber tenido esta carrera y de haber contribuido a la música de algún modo. Probablemente será por mi participación en la concepción y construcción de muchas salas de conciertos, y en las organizaciones para los jóvenes en las que he participado. También he colaborado con nuevos compositores y he facilitado estrenos de sus obras. Espero que estas creaciones duren mucho más de lo que yo viva y estén disponibles para las siguientes generaciones. Y de esta pequeña manera, haber contribuido a que el desarrollo de la música clásica prosiga en el futuro.
Foto: Benjamin Ealovega.