Farinelli zarzuela javier del real

El tiempo por delante

Madrid. 17/02/19. Teatro de la Zarzuela. Bretón: Farinelli. Maite Beaumont (Farinelli). Rodrigo Esteves (Jorge). Nancy Fabiola Herrera (Beatriz). David Menéndez (Doctor). Leonardo Sánchez (Alberto). Manuel Fuentes (Maestro). Emilio Gutiérrez Caba, narrador. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Guillermo García Calvo, dirección musical.

Mi madre siempre cuenta que el día que cumplí cuatro años me lo pasé llorando. Había sido muy feliz con mis tres y la sensación de que el final se acercaba, supongo, ya hacía mella en mí. No quería que el tiempo avanzase. Y es que algunos no sufrimos por el miedo a morir, sino por la angustia que nos genera el pensar en dejar de vivir. Cuando además, a través de cualquiera de sus muchas facetas, uno vive a través de la música, es fácil que esa preocupación termine transformándose en ansiedad. Sentir, emocionarse, respirar día a día en la hipérbole del arte... uno no sobrevive, sino que supervive.

Esa ansiedad ha regresado, una vez más, en el Teatro de la Zarzuela, donde nos han vuelto a enseñar, de cerca, las bellezas de las que es capaz el ser humano y de lo breve que es el tiempo que tenemos por delante para disfrutar de todas ellas. El proyecto de recuperar Farinelli se lo debemos al profesor Emilio Casares (como tantas otras músicas desde hace mucho tiempo en el teatro de la calle Jovellanos), al desparecido Jesús López Cobos y al frustrado proyecto que ideó Daniel Bianco para que dirigiese tres títulos en el teatro (María del Pilar, La tempestad...). Era un título con el que Cobos llevaba soñando desde su etapa en el Teatro Real… ¡pero qué corta y que larga es la vida al mismo tiempo! Nadie, desde su estreno en 1902, había vuelto a escuchar sobre un escenario los compases de Farinelli. Vista por vez primera en el malogrado Teatro lírico de Madrid (ardió en 1920) vino a encuadrarse en un nuevo intento por erigir una ópera genuinamente española, en la misma línea del Curro Vargas de Chapí, o la propia Dolores de Bretón. Este último, siguiendo siempre una línea de interés por los temas históricos, creó un Farinelli que juega al estilo galante en su comienzo y termina en una suerte de verismo ibérico, sin apartar la vista de dos fuertes corrientes europeas predominantes en la época: Wagner y el impresionismo francés. De todo ello bebe Bretón y pareciera que disparase un tanto con escopeta de perdigones para dibujar la ópera nacional. Este maravilloso castrato no guarda sólida relación con La Dolores, tampoco con Los amantes de Teruel, todas obras suyas. Y por supuesto dista mucho de La verbena de la Paloma; esta sí, zarzuela, con la que, ironías de la música, nos ha retratado más fielmente... y aunque estupendo en su música e interesante en su propuesta dramática, ha dormido 118 años de injusto olvido.

Al frente de estas dos funciones de la Zarzuela se ha vuelto a situar una vez más Guillermo García Calvo, aunque siendo esta ocasión su primera vez ya como director titular del coliseo. Con García Calvo el Teatro gana gracias a la coherencia de la elegancia... y a la elegancia de la coherencia. Una batuta verdadera unida a un músico inteligente, de gran talla humana. Así lo ha demostrado en los anteriores títulos con los que se ha presentado por aquí: Falla, el mencionado Curro Vargas, La tempestad y Katiuska. Gesto distinguido y control de los medios. Tensión y pulso, pero sobre todo hondura en unos pasajes orquestales que bien lo requieren. Poso germano para el Bretón nacionalista; ¡la sugerente densidad! Sólo falta que la irregular Orquesta de la Comunidad de Madrid termine por encontrar su mejor horma, puesto que la noche de ayer quedó en el saco de los debe en cuanto a vientos, por ejemplo y una vez más. Por otro lado, los concertantes y cierres de acto sonaron emocionantes, sobrecogedores, tal y como Bretón a todas luces perseguía. ¡Estupendo el Coro del Teatro de la Zarzuela! ¡Ese final, campanas de la ventura por medio, que a uno le lleva a la congoja! ¡Esa viola unida al personaje de Beatriz! ¡Las reminiscencias de la "primavera" en Farinelli al llegar el desenlace! Esperemos que García Calvo tenga el tiempo suficiente para que la ORCAM pueda seguir mejorando y, desde luego, que los responsables políticos encuentren (entiéndanme por "encuentren") las maneras de apoyar a una orquesta que en el foso de Jovellanos esta mejorando día a día, a pesar de los pesares.

 

Farinelli beaumont javier del real

 

Como protagonista Maite Beaumont, quien debutaba en el Teatro de la Zarzuela. La mezzosoprano posee un instrumento primoroso, de límpido agudo, terso en su zona central, con un timbre bello, pequeño, coloreado, al que une una inteligencia musical de primer orden, conociendo sus capacidades. Una expresividad a flor de piel, en pro siempre del drama. No entro a comparar, porque comparar es un absurdo, pero decir que, escuchándola, pensaba cuánto le hubiese gustado cantar este Farinelli a mi adorada Teresa Berganza. Beaumont estuvo excelsa en su larga página de salida "Dejo esta estancia lúgubre y sombría", en cuyo final, Bretón suma al personaje del padre y al coro de campesinos, impidiendo el aplauso merecido. Cosas además del drama continuo... ¿Quién quiere un drama continuo cuando tiene sobre el escenario a artistas de tal calibre? ¿¡Wagner, pero qué has hecho!? Las manos se me buscaban, necesitando el aplauso. Maravilloso, pero maravilloso, su "Somnolientos murmullos del bosque umbrío". Bellísima página desplegada por Beaumont con preciosísima línea de canto, en una elevada elegancia, de sentida melancolía que, creo, no olvidaré. Nunca. Felipe V estaba melancólico, ya saben, por ello se trajo a Farinelli (¡tendría que haber probado el aceite de ricino de La verbena!) y fue él quien acabó así, para ahora, en la voz de la mezzosoprano navarra, ser nosotros quienes salimos del teatro en tal estado. Es que tengo que traer de nuevo a Machado por aquí: “¡Ay de la melancolía que llorando se consuela, y de la melomanía de un corazón de zarzuela!”.

Farinelli, enamorado de Beatriz, conocida como Elena Pieri, a la que dio vida una extraordinaria Nancy Fabiola Herrera. Artista por los cuatro costados, cuya Bernarda Alba aún respira en cada butaca del teatro. Siempre teatralísima, de timbre aterciopelado, con gusto por las filigranas y los filados, resultó espléndida en su duo con Farinelli que cierra el segundo acto, de tensa ruptura y plegándose ella también al aire melancólico en su arieta Come el ave en la selva, donde Bretón no renuncia a los guiños españoles en sus compases. Completaba el reparto el dúctil Doctor de David Menéndez, de estupenda proyección y mesura en su cómico personaje, del que se echaron de menos las partes habladas para que pudiera desarrollarlo en plenitud. Recio y sobrio, terminante, el Jorge de Rodrigo Esteves. Excelentes asimismo los jóvenes cantantes reunidos para dar vida a Alberto (Leonardo Sánchez) y el Director de Orquesta (Manuel Fuentes). Carreras a seguir de cerca, dejando una grata impresión, sobre todo este último.

La trama fue resumida y adaptada a modo de narración, una vez más y como viene siendo costumbre en estas ocasiones del Teatro de la Zarzuela, por la dramaturga María Velasco. Con mano hábil no sólo sintetiza la trama de los diálogos suprimidos, sino que introduce datos a tener muy en cuenta y que fácilmente pueden ser desconocidos por el público, como la casuística de los castrados, o la relación entre Felipe V y Farinelli. Unido a la inclusión de cuestiones desde un prisma actual, como el fenómeno de los niños prodigio, o una pregunta al aire que me maravilla: "¿Qué es lo normal?", hacen de esta una fórmula magnífica para escuchar por vez primera la obra, máxime si la voz de la narración es un más que experimentado Emilio Gutiérrez Caba, cuya familia, además, ha estado unida desde hace siglos a la zarzuela. De hecho, su abuela Irene Alba fue Casta en el estreno de La verbena de la Paloma, en 1894. Sus restos reposan junto a los de Pilar Vidal (Antonia) y Luisa Campos (Susana), quienes también participaron en la première.

¿En qué emplear el tiempo por delante? ¿Cómo no sobrecogerse y acongojarse al descubrir tantas músicas maravillosas, siendo consciente de que uno nunca alcanzará a disfrutarlas todas? Hoy por hoy la respuesta se me antoja una: haciendo lo posible por regocijarnos, mientras trabajamos por tender nuevos puentes y quitar viejos polvos a las generaciones que nos seguirán. Me consta que el Teatro de la Zarzuela está en ello y que tendremos gratas sorpresas por delante... y mientras a coger aire y, por aquí, a intentar servir a la música desde la palabra, que la vida y la música están para vivirlas.  

 

Farinelli herrera javier del real

Fotos: Javier del Real.