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Leonor Bonilla: "El cantante ya no es el centro del universo en la ópera"

La soprano sevillana Leonor Bonilla es una de las voces de soprano más destacadas de su generación. Tras participar en la última producción de Don Giovanni del Liceu, estrena hoy Luisa Fernanda en el Teatro de la Zarzuela. Además, momparte durante este trimestre nuestra última portada impresa, junto a las también sopranos Ruth Iniesta, Marina Monzó, Rocío Pérez y Berna Perles. Hablamos con ella de todo ello, de la situación actual y de los nuevos tiempos en la lírica, que está llamada a seguir protagonizando desde las grandes protagonistas belcantistas, hasta Mozart y el Barroco. 

¿Cómo va la Luisa Fernanda que están preparando en la Zarzuela?

¡Luchando contra viento y marea! Espero que finalmente logre salir adelante, con todos los dedos cruzados... en Madrid somos la resistencia mundial en cuanto a teatros líricos se refiere. Hemos tenido aquí las siete plagas de Egipto: Covid, Filomena... y todo ello nos ha quitado cinco días de ensayos y lectura con orquesta muy importantes. Se ha retomado la actividad en cuanto se ha podido, pero todo va con poco tiempo y demasiada prisa, lo que es un indicio claro de gran estrés (risas). ¡Por parte de todos! 

¿Cómo ve esta producción?

Es una producción muy ambiciosa en muchos sentidos. Tiene cambios escenográficos complejos, con una escenografía maravillosa que tiene un elemento rotatorio central y otros que entran y salen de escena. Hay mucha gente en escena y los últimos ensayos han tenido que ser muy rápidos y siempre teniendo en cuenta el covid. Incluso los ensayos con orquesta los estamos haciendo, por ejemplo, con mascarillas. Es la primera producción en estos tiempos en los que veo tanto cuidado en un teatro. Se está apostando por la salud de todos, por respetar todas las medidas y por poder llevar a cabo la producción hasta el último momento. Es un gran esfuerzo, pero estoy muy contenta porque la producción es maravillosa.

¿Qué tiene de diferente?

Diferente respecto a otras producciones de Davide Livermore no lo sé, porque encuentro que es muy de su estilo, pero en cuanto a otras Luisas... es completamente diferente. No creo que ninguna de las versiones que se han llevado a cabo se haya ambientado, como esta, en los años treinta-cuarenta. Rememora el Cine Doré y lleva el cine dentro del cine, como La rosa púrpura de El Cairo, película de Woody Allen. Es una propuesta súper bonita, visualmente es preciosa y el vestuario es exquisito. Livermore se detiene mucho en cada detalle de la escena y es muy musical trabajando. Todos los movimientos que hacen los cantantes y los artistas que están sobre el escenario siempre responden a un porqué de la música. Es algo que me gusta mucho. Cada momento que la música le sugiere algo, él lo aprovecha de manera estética.

Hablando de cine, desde su punto de vista, ¿se nutre demasiado la lírica de hoy en día de las fórmulas cinematográficas?

No sé si demasiado, porque eso depende del enfoque que se esté dando en cada producción, pero definitívamente, en términos generales, sí. Se nutre muchísimo de las técnicas cinematográficas. Inevitablemente se busca siempre acercarse a lo que el público demanda y, lo que es cierto, es que en el siglo XXI lo que más atrae a la gente es el cine y la televisión. Es un intento por acercanos al público y de renovar el mundo de la ópera, aplicando estéticas que nos son diferentes. Que funcionen o no, depende de cada director de escena. Esta en concreto de Luisa Fernanda, tiene algo de cine porque hay un cine, pero lo que se hace en escena es más teatral que cinematográfico. Por otro lado, hay muchos trabajos escénicos que funcionarían mejor si nos estuvieran enfocando con una cámara. En un teatro, realmente, son trabajos que no se aprecian.

¿El cantante de ahora, quizá, es más actor o actriz que nunca?

No sé si lo es, per sí que se le exige. De nuevo, en la búsqueda de un arte más completo, más global, es algo inevitable. ¡A mí me parece bien! En este sentido, si los cantantes estamos cada vez mejor preparados, mejor. Debemos dejar de ser cantantes estáticos que se ponen en la boca del foso y simplemente cantan. Hoy en día los cantantes debemos ser mucho más que cantantes. El espectador lo va a agradecer y va a recibir mucho más si le ofrecemos un trabajo más completo desde el punto de vista interpretativo. ¡Mucho más interesante!

 

"Si no ponemos la zarzuela en manos extranjeras, el género nunca tendrá visibilidad"

 

Habla usted de formación... parafraseando el comienzo de Luisa Fernanda, ¿su madre le criaba para chalequera y usted le ha salido pantalonera?

(Risas). Chalequera sería el flamenco y pantalonera la lírica, sí (más risas). No es que mis padres me criaran para que me ganase la vida en el flamenco. Nunca me dijeron qué hacer ni esperaron que me dedicara a algo sólo porque ellos se dedicaran a lo mismo. En mi casa se respiró lo que ellos respiraban: música clásica, danza y flamenco. Mi padre es guitarrista clásico y de flamenco, y mi madre es profesora de danza española. Además, mi abuelo era el presidente de una peña flamenca. Es lo que he mamado en mi casa, pero siempre me han dado muchísima libertad y me educaron en el saber elegir por mí misma. A mí el canto y la ópera se me aparecieron de manera tardía y por casualidad. Les salí pantalonera, ¡pero ellos súper felices de que haya escogido este camino!

De hecho, tiene usted una anécdota muy bonita con la música de Falla y su familia, que quizá marcara también un poco este camino...

¡Es verdad! Lo hablamos usted y yo precisamente a raíz de que se subiera La vida breve en el Teatro de la Zarzuela esta temporada. Esa obra marcó profundamente una época de mi infancia. Mi padre y mi padrino (su hermano) actuaban entonces con Frühbeck de Burgos, en La vida breve. Hicieron una gira por España, Portugal, Estados Unidos y Canadá. Hacían la parte del Cantaor y el guitarrista. Ensayaban en casa y yo estaba siempre intentando hacer los deberes de matemáticas con mi otro abuelo, que me ayudaba. ¡Qué yo me estuviera quieta en la silla haciendo divisiones mientras sonaba la música de Falla, era imposible! (Risas). Mi impulso siempre era abrir la puerta del salón y mirar por la rendija cómo tocaban y cantaban. Después, creo recordar, fui a verles por primera vez al Maestranza de Sevilla. Aquella música se me quedó ya grabada como una de mis favoritas, máxime tras mi formación en el conservatorio de danza, donde el nacionalismo español es muy importante.

¿Le costó dar el paso de la danza a la lírica?

Fue bastante natural, no hubo nada que marcara el paso. Terminé el Grado profesional de Danza en Sevilla y mientras pensaba qué hacer con mi vida, si continuar los estudios, trabajar... Decidí continuar con la carrera de Magisterio y formarme en otros estilos de baile, haciendo bolos de bailarina, dando clases en academias... ¡incluso llegué a bailar alguna zarzuela! ¡Las primeras que hice fue bailando y no cantando! (Risas). Fui monitora de funky, de hip-hop... Y a través de una asignatura de la carrera, empecé a interesarme por el canto, aunque nunca lo había estudiado. Incluso participé en algún programa pop de televisión...

¡Eso podrá buscarse en las redes! ¡Cómo cuando Teresa Berganza cantaba vestida de monja en las películas de Carmen Sevilla!

(Risas). ¡No sé si estará por algun lado! Fue un programa del canal Cuatro. La batalla de los coros, se llamaba. Tremendo. ¡Me lo pasé muy bien! Con Marta Sánchez, Rosario Flores, Manu Tenorio... una experiencia muy divertida, donde coros de diferentes regiones de España hacíamos versiones de canciones de los Ochenta. Al mismo tiempo cantaba Música Antigua y sefardí con un coro. Y me dije: para mejorar en esto que me gusta, voy a intentar entrar en el Conservatorio de canto... ¡y aquí estoy!

¿Qué le ha aportado la danza a la lírica?

Muchísimas cosas. Precisamente por lo que le comentaba anteriormente: el trabajo en escena cada vez es más completo y las propuestas escénicas son cada vez más complejas. No tienes que ser sólo "el cantante", sino que tienes que demostrar una serie de habilidades en escena que, creo, antes no eran necesarias. Incluso la misma presencia escénica, que todos los cantantes tenemos que trabajar de algún modo. Yo, todo ese trabajo ya lo había hecho en el conservatorio de danza. La consciencia del especio, del peso y la línea de tu cuerpo, las diagonales, la expresión del torso, los gestos de las manos... todo eso hace mucho. 

Me comenta que estudió Magisterio Musical. ¿Desde su punto de vista, por dónde habría que empezar a arreglar la educación musical en colegios e institutos?

Aunque el sistema ha cambiado, cuando yo estudié la carrera la recepción y trabajo del alumnado era muy buena. Quiero decir, se daban mil y un recursos, mil y un enfoques para que la clase de música sea un parque de atracciones y, al mismo tiempo, el alumnado aprenda con ello. ¡Hay tantas cosas que se pueden hacer! ¡Tanta ilusión por parte del nuevo profesorado para poder ofrecer un acercamiento global a la música desde tantos puntos de vista y tan enriquecedores! El problema es que, desde el plan educativo general, no se ayuda a que todo esto pueda llevarse a cabo. Con el Plan Bolonia, directamente, ya no existen las carreras de magisterios especializados. Hemos vuelto al pasado, donde si acaso haces un año de especialidad en inglés, música o educación física. Y luego, obviamente, las horas de música que reciben los niños en los colegios son muy pocas, se mire como se mire. Muy poco pueden hacer los profesores para que los ciudadanos crezcan con valores musicales, que para mí son fundamentales.

Volvamos a la zarzuela. Usted ha cantado ya unos pocos títulos y ha tenido la oportunidad de cantarla fuera de España... ¿se trabaja de forma distinta el género para ofrecerla al público extranjero?

Tuve la oportunidad de cantar la última producción de Doña Francisquita del Teatro de la Zarzuela, en Lausanne, en Suiza. En aquel caso, lo que se hizo fue traducir los textos hablados en francés, mezclando alguna parte en castellano. La música, evidentemente, no se tocaba. La acogida del público fue maravillosa. La gente quiere ver repertorio español. Le gusta. Está visto y comprobado que es éxito de taquilla y de ánimo en quienes lo ven. La zarzuela, bien hecha, siempre es éxito seguro en el extranjero. Por otro lado, regresando a la Luisa Fernanda, me parece un gran acierto que se haya puesto en manos de dos directores extranjeros, tanto el musical como el escénico. A veces nosotros mismos somos demasiado reticentes a querer liberarla, a hacerla universal y eso es un error. Si no ponemos la zarzuela en manos extranjeras, el género no tendrá nunca recorrido, reconocimiento ni visibilidad.

 

"No podemos cerrar fronteras a la música. Todo lo que pueda venir de fuera, aporta, siempre"

 

Es curioso, recuerdo a Ana María Iriarte, mítica mezzo, contando cómo se venía abajo la Volksoper de Viena cuando cantaba el Marabú de Doña Francisquita... hará décadas y décadas atrás. Estamos en 2021 y usted sigue corroborándolo... y sin embargo, no se escuchan apenas zarzuelas fuera de España. ¿En qué punto estamos fallando?

Es una pena que no se colabore más con teatros y gestores de fuera para intentar programar estos títulos, sí. No sé en qué punto se estará fallando, pero igual que se coproducen títulos operísticos, deberíamos hacer lo mismo con la zarzuela. No descarto que haya directores artísticos que estarían encantados de llevar títulos zarzuelísticos, no sé, a Italia. Incluso alguno siempre me está diciendo: "me encantaría, me encantaría" ¿Qué ocurre para que eso no se materialice en una propuesta real? No lo sé. Ha de ser un problema de gestión, porque por problemas del público no será. La música española, quitémonos los complejos, es universal, rica, preciosa, llega al alma de todo el que la escucha. 

Mencionaba también anteriormente la nacionalidad extranjera de los directores de la producción de Luisa Fernanda. Durante el confinamiento se han podido ver por redes varias voces, insistentes con anteponer nombres españoles en las programaciones, sólo por ser españoles. ¿Cómo lo ve usted?

La palabra sería "equilibrio". Puede ser que hayamos vivido una época en la que no había suficiente presencia de nombres españoles en nuestros teatros, habiendo una grandísima cantera de cantantes y cantantes de gran trayectoria por todo el mundo. Sin embargo, no sé hasta que punto, a día de hoy, esto sigue siendo digno de reclamo. Por supuesto, los cantantes españoles debemos tener siempre presencia en los teatros españoles y, de hecho, deberían ocupar más primeros repartos, algo que ocurre en menor medida. Evidentemente con todo esto, debemos ser sensatos y encontrar un equilibrio. Si nos cerramos, también nos cerramos a nosotros mismos. También queremos cantar fuera y somos llamados de fuera para cantar. El arte no tiene pasaporte, no tiene nacionalidad. Ha de buscarse siempre la suma y el enriquecimiento y eso no puede pasar por cerrar fronteras a ningún nivel. No podemos cerrar fronteras a la música. Todo lo que pueda venir de fuera, aporta, siempre.

Con el confinamiento y la pandemia, ¿el público se está dando mayor cuenta de que los cantantes de ahora también viven en el alambre, que ya no son el arquetipo del divo o diva de antaño? A usted misma se le han cancelado producciones en el último momento: Achille en el Real, Don Giovanni en el Liceu, estamos pendientes de esta Luisa Fernanda... el aguante de un cantante parece estoico.

Ante esta situación, ese aguante lo tenemos todos. Sería injusta si yo me considerara en una situación de mayor aguante que el resto. Me siento muy afortunada por poder estar trabajando ahora mismo en el Teatro de la Zarzuela, un teatro al que le debo tanto además y uno de los pocos que siguen abiertos en estos momentos terribles para la cultura. Soy consciente de que muchísimos compañeros de profesión están "en la calle". Creo que estas palabras son bastante gráficas y reflejan las penurias por las que pasa mucha gente. Y desde hace muchísimos meses. Tiempos en los que no entra ningún ingreso en casa. Y por supuesto, hablando de arquetipos, la figura del cantante de ópera está cambiando mucho. Las nuevas estrellas son cercanas, más naturales, con una preparación multidisciplinar...Esa imagen del divo o diva rodeado de glamour, alejado de todo, al que se le rinde pleitesía y se le conceden todos los caprichos; se ve cada vez menos.  Al menos esa no es la realidad que yo vivo a mi alrededor. El cantante ya no es el centro del universo en la ópera. 

¿Dónde están ustedes ahora?

Buena pregunta. Quizá para alejarnos de ese extremo, estamos llegando a otro en el que no se nos tiene en cuenta como debería en algunos aspectos. Oigo a menudo episodios de compañeros que acaban llorando o sintiéndose muy incómodos porque les hablaron mal o les gritaron en los ensayos. O se vieron forzados a hacer algo en escena con lo que no podían físicamente o les perjudicaba el canto sin poder llegar a un consenso al respecto. Cantantes que sufren por su voz o que enferman porque, por ejemplo, el aire acondicionado estaba muy fuerte para que los profesores de la orquesta pudieran tocar sin calor. Incluso despidos improcedentes e injustificados en los últimos días de producción. Siento que estamos desamparados como colectivo ante este tipo de situaciones. Todos somos trabajadores. Nosotros, el que dirige un teatro, el que lo limpia, el que lo vigila, los instrumentistas de orquesta... Ellos tienen su horario que cumplen a rajatabla, su sindicato que los respalda, gente que reclama sus derechos como trabajadores que son. Nosotros nunca hemos tenido nada de eso. Ahora tenemos nuestras esperanzas puestas en ALE pero aún así parece que nos cuesta aunar fuerzas o confiar en ello. ¿Qué estamos haciendo mal? 

Por otra parte y en esta misma comparativa, hay algo que me molesta bastante. Es cierto que el mundo de la ópera se alimenta mucho de evocar otras épocas doradas de la lírica donde supuestamente todo era mejor, pero hay algunos roles de trabajo que parecen estar bastante anquilosados en el pasado. Otros roles, como el de los cantantes, ya le digo, sí se están desestigmatizando, pero otros no. Comprendo que ciertos comportamientos vengan de esa herencia histórica en la que estaba bien visto que el maestro, por ejemplo, ejerciera la figura del tirano. Imponer respeto desde el miedo, desde los gritos o incluso los insultos o la ridiculización delante de todos. Que, de repente, en medio de un ensayo, preso de la impaciencia o el enfado, se levantara y se marchara para que inmediatamente fueran a implorarle que volviera. ¡Y es que todo esto sigue ocurriendo a veces! Yo misma he vivido algún que otro episodio desagradable. No puede ser que aún hoy en día sigan siendo válidos o incluso admirados métodos en los que se normaliza el hablar mal a la gente o perder los nervios. Creo que es innecesario. 

Del todo innecesario.

Mire, está claro que hay una jerarquía en la que unas personas dirigen y los demás acatamos órdenes y eso es sagrado. No obstante, dentro de ese marco también hay que trabajar desde el respeto, la empatía y la flexibilidad. Al fin y al cabo se trata de que puedas aportar lo mejor como artista, de que todos queremos lo mismo: trabajar en pro del espectáculo. El resultado es infinitamente mejor, bajo mi punto de vista, cuando se trabaja en un clima de confianza y no de temor o incomodidad. Si eres un cantante consagrado no ocurre tanto, pero si eres joven, se permiten ciertas licencias porque de entrada te juzgan diferente. Es cierto que cuando estamos empezando venimos a aprender y a estar agradecidos, pero eso no debe ser un pretexto para tener que soportar ciertas cosas y permitir que te traten mal o que a la mínima equivocación se aprovechen de tu nula autoridad para "darte una lección"-y no me refiero a una constructiva-. Frases como "si quieres hacer carrera yo que tú haría tal cosa...", "Fulanito, gran estrella de la ópera no haría esto", "otros te mandarían a casa por un fallo así".  Lo que podría ser un discurso paternalista al final consigue llenarte de inseguridades y alimentar tus miedos. No es lo habitual, afortunadamente, ¡pero ocurre!

 

"En la ópera sigue habiendo quien quiere imponer respeto desde el miedo, los gritos, los insultos o la ridiculización"

 

Me parece muy valiente que lo esté denunciando aquí y se lo agradezco. ¿Quizá esto se de porque llevamos décadas y décadas permitiéndolo y normalizando la actitud opresiva de hombres en sus "tronos"? 

Puede ser. Otro cliché que tenemos que desterrar probablemente. Ya hay muchos teatros en los se lo toman muy en serio y al mínimo atisbo de este tipo de conducta toman cartas en el asunto. Sobre todo en algunos países de Europa y EEUU. Creo que es un debate que hay que poner sobre la mesa. 

¿Entiendo que, en términos generales, los directores de nuevas generaciones ya no actúan así?

Con los que yo he trabajado, no, desde luego. Son talantes completamente distintos, tanto desde la orquesta como desde la escena.¡Y el resultado es muy bueno! Porque la gente no trabaja desde el miedo o el enfado y todo el mundo puede atender a lo que se le pide, para cumplir con su parte al 150%. Dar lo mejor de ti, que es de lo que se trata. 

¿Cree que este tipo de "directores" son más propensos a tener estas actitudes con las mujeres?

(Piensa). La verdad es que las pocas experiencias negativas que he tenido o he visto, siempre han venido de hombres, nunca trabajando con una mujer me he sentido mal en ese sentido. Ni musical ni escénicamente. Sin embargo, me gustaría recalcar que yo he tenido más experiencias positivas a lo largo de mi carrera que de este tipo. He tenido directores de escena y de orquesta hombres que son maravillosos y han hecho siempre un trabajo estupendo. Nos han tratado súper bien de forma profesional y personal y el trabajo final ha sido siempre muy bueno. ¿Ser mujer te condiciona más a sufrir ciertas cosas? Creo que sí. Si eres mujer y eres joven, algunos hombres ven en ti un cebo fácil.

Por lo que cuenta, me llama también la atención que desde estos roles se recurra también a la comparación entre artistas... ¿la comparación no debería estar también desterrada ya?

Mire... ¡Qué pereza! (Risas). Hablar de arte y tener que estar explicando por qué estas cosas no llevan a ningún lado... es que da mucha fatiga. Ver cómo a mucha gente se le va la vida en ello, yo no lo entiendo. Evidentemente, desde un punto de vista histórico y antropológico, comparar épocas y formas de cantar, de forma constructiva, tiene todo el sentido. El arte, el canto, va evolucionando. Todo lo demás, está de más. Me da mucha tristeza cuando la comparación constante nos quita de percibir y disfrutar otras cosas. ¿Qué bien hace a la lírica comparar cantantes? ¿Qué sentido tiene comparar, por ejemplo, a Camarena con Kaufmann o Kraus? Todos somos imprescindibles. Todos venimos a aportar cosas diferentes. Ninguno podemos hacer lo mismo que otras personas... ¡y menos mal! Y luego ya cuando se ponen a comparar voces que cantan el mismo repertorio... pues eso, ¡que qué pereza! Quienes escriben cayendo en esas confrontaciones no son conscientes del daño que hacen.

O sí, sí que son conscientes. En 2021 ya todos sabemos lo que nos hacemos y no podemos seguir echando palazos de indulgencia a los críticos que escriben ciertas cosas... En cualquier caso, hablando de comparativas y voces incluso que comparten mismo repertorio... voy a hacer un poco de autobombo, perdóneme, ¿cómo ha resultado la experiencia de protagonizar la portada de Platea con otras cuatro sopranos?

La verdad es que no he vivido otra experiencia parecida. No me he reunido con otras sopranos de mi misma edad nunca, ni para trabajo, ni para atender a un medio. Y tampoco he visto nunca nada parecido, creo que han sido ustedes muy originales. Usted sabe que lo que le digo es completamente cierto: la experiencia ha sido totalmente positiva, en todos los sentidos. Yo ya seguía a todas por redes sociales y nos apoyamos. El día de la sesión pude conocerlas un poquito más y bueno... ¡me dieron ganas de irme de fiesta con ellas! (Risas). ¡Es que las admiro mucho! ¡Desde hace mucho!

Foto: Gemma Escribano para Platea Magazine.