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El primer amor

Madrid. Teatro de la Zarzuela. Amores en Zarza: Músicas de Chueca, Sorozábal, Serrano, Chapí... sobre dramaturgia de Nando López. Con Soraya Estévez, Ferrán Fabá, María Gago, Cristina García, Pascual Laborda, Luis Maesso, Javier Martínez, Guillermo Pareja, Sylvia Parejo, José Pastor, Nuria Pérez, David Pérez, Raquel del Pino, Ángela Rucas, Adrián Salzedo, Lola Segura, Nayim Temine. Nuria Castejón, coreografía. Rita Cosentino, dirección de escena. Miquel Ortega, dirección musical.

Tras uno de los encuentros en los que participo cada semana en Clubhouse, quitándole hierro a esto de la clásica, una de las oyentes me decía: "Escuchándoos, me da la impresión que con la música clásica ocurre como con la cerveza o el fumar, nunca gusta a la primera. Hay que estar obligándose, hasta que le encuentras el gusto". Creo que no le faltaba razón. No tiene por qué ser así, pero muchas veces nos forzamos a las cosas, sin que los resultados terminen por ser los que esperamos.

Mi primera ópera, ya lo he dicho tantas veces... fue Carmen en la Zarzuela. Con la Berganza. Siete años debía tener y me dormí gran parte como un campeón. Teresa se ríe mucho cuando se lo cuento. Igual me pasó, que recuerde, con mi primera Traviata, la de Zeffirelli. Mi primera Norma me costó, también, lo suyo y aquí ya había cumplido los 18. Ahora puedo vérmela tres veces seguidas sin pestañear. Me alucina. No me importa contarlo, es parte de un proceso. "Amarás a Mahler", me decía mi abuelo mientras me ponía sus sinfonías cuando seguía en el colegio. Quería salir corriendo, sin mirar atrás. Hoy en día no concibo mi vida sin su música. Crecer, madurar, vivir... supongo... todo es tiempo y experiencias, pero qué quieren que les diga, ojalá siendo prepúber, púber o pospúber hubiese tenido la oportunidad de ver, disfrutar y aprender con los Amores en Zarza que ha preparado el Teatro de la Zarzuela. Todo hubiese sido mucho más fácil.

Fácil porque este es un proyecto didáctico, en gran medida, muy distinto a los acostumbrados. Sobre unos mimbres de profesionales de amplia experiencia, como Miquel Ortega en la dirección musical, Nando López en la dramaturgia, o Rita Cosentino en la dirección escénica, la vida de esta música, de este texto, es entregada a los jóvenes. Un espectáculo para jóvenes (también los de espíritu) hecho por jóvenes. Es algo no sólo maravilloso en los resultados, sino necesario en el planteamiento, vital para el futuro del género. Los teatros (y los auditorios) son las iglesias de quienes creemos, por encima de todo, en un dios imposible como es el ser humano. Ojalá todo esto que estamos viviendo nos sirva para atraer a los jóvenes a esta parroquia donde se logran las cosas más bellas, imposibles y milagrosas. Ojalá les hagamos sentir que esta es, también, su cultura, sus raíces, su forma de ser y su comunidad. Que forman parte de ella. Para ello, no hay mejores cómplices que ellos mismos. Así lo demuestra el Teatro de la Zarzuela con su Proyecto Zarza y estos Amores en Zarza.

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Estos amores arrancaron oficialmente el pasado verano, con unas audiciones a las que se presentaron más de 200 candidatos y candidatas. Durante el proceso, al que pude acudir como oyente, hubo nervios, muchos, pero también momentos espectaculares y una electricidad, en carga positiva, que ha perdurado hasta las funciones que ahora están disfrutando los escolares. Los 17 artistas escogidos no sólo cantan, sino que han de mostrarse como virtuosos todoterrenos, actuando de principio a fin y memorizando infinidad de coreografías. Tal vez no se les pueda pedir lo que a los cantantes de carrera puramente lírica, pero tampoco estos serían capaces de conseguir lo que ellos hacen. Son, ademas, artistas que ya tienen su propia trayectoria, participando en cine, musicales, doblajes, series... caras que son ya conocidas para muchos y suman, desde dentro, un valor añadido al proyecto.

En el primer día de ensayo en el escenario del Teatro, nada se deja al azar. No por ser un proyecto para jóvenes parece escatimarse en gastos o detalles. Rita Cosentino, directora de escena y Nuria Castejón, coreógrafa, se desviven, guiando a los jóvenes del cast. El objetivo principal parece ser que se hagan con el escenario, que lo completen y dominen, que lo hagan suyo. Entre ajuste y ajuste, ellos repasan texto, mientras que el Maestro Ortega perfila detalles con los jóvenes músicos que conforman la agrupación reunida para la ocasión. Sin duda es un trabajo coral, pero no puedo dejar de apuntar la frescura, naturalidad y brillo de Sylvia Parejo, Pascual Laborda, Lola Segura, David Pérez, o Raquel del Pino, con quienes no paro de reír. Con todas y todos ellos, en realidad.

Todos juntos, ofrecen un mix zarzuelero, que no una antología (y menos mal), conformando una nueva historia, con músicas ya conocidas para los amantes del género. Son una docena de números escogidos por Ortega, creando un todo homogéneo, compacto, con la dramaturgia sugerida por Nando López. Nos encontramos ante un acercamiento, una primera vez para los jóvenes, para que puedan asomarse a la zarzuela sin miedo, facilitando la comprensión de lo que están escuchando y lo que están viviendo. ¡Ojo! Dentro, pero también fuera del teatro. Sería mucho más difícil, pero sobre todo mucho menos productivo a la hora de atraerles al género, el tener que explicar a chavales de doce, trece, catorce años, que se acercan por primera vez a la zarzuela, porque, por ejemplo, Don Manolito es tan machista, por qué hay tanto mansplaining en el género, tanto paternalismo, tanta cosificación de la mujer... aquello del  Mía, tuya, nuestra que ya he desarrollado muchas veces, en torno a la clásica.

Con esta primera aproximación, los jóvenes pueden disfrutar de la zarzuela desde su propia actualidad, que se supone más fácil de comprender para ellos y, a buen seguro, más fácil de conectar con ella. Después, seguro tendrán mejor base y tiempo para comprender que la zarzuela nos enseña de dónde venimos y con ella aprendemos a saber a dónde queremos llegar. Que es un reflejo fiel de cómo hemos sido... y también de cómo somos. De hecho, Amores en Zarza toca temas, como los desahucios por ejemplo, que también vienen a tratarse en El año pasado por agua, cuya música forma parte del espectáculo. Y es que es eso, Amores en Zarza no renuncia a nada. A nada. El texto, la dramaturgia de Nando López es una auténtica maravilla. Dibuja como nadie la realidad de los jóvenes y su contexto social. Se habla de kellys, de Fortnite, de Starbucks, riders, Youtube, de los que es hacerse viral, o de hacer ghosting (las calabazas de toda la vida, la de quienes tenemos ya treinta y tantos, en nuevas coordenadas) y por supuesto, casi hay más móviles que personajes. Hay problemas, movidas reales de personajes que se ven reales. El trabajo de Nando López es fascinante. Y no sólo por todo esto, sino porque además, hila muy, muy fino, con las reivindicaciones sociales.

Salgo de las funciones pensando en cómo he de cuidar de estas generaciones, en cómo hemos de portarnos durante la pandemia para que puedan tener la vida que se merecen, la que se muestra sobre este escenario. Y por supuesto, la cuestión del amor, que es vital. De hecho, este proyecto surge como respuesta a las preguntas que los jóvenes realizaban en ediciones anteriores, con otros títulos, en los debates, charlas que se organizan tras las funciones escolares. En todos se mostraban curiosos ante el amor diverso. Esta es la mejor respuesta que podía dárseles. He recordado mucho a mi padre, cuando de pequeño, ante mis preguntas, me decía que el amor no tiene forma, ni nosotros somos nadie para poder juzgarlo. Amores hay inifinitos... y sólo hay uno, en realidad. El que es libre. Ese es el que se muestra aquí. También todas las identidades, que hay tantas como personas, rompiendo etiquetas y barreras. Todes tienen cabida aquí. Es algo maravilloso.

Sólo hay un consuelo para el inevitable paso del tiempo y lo que conlleva al final de nuestro camino: fortalecer, cuidar, sembrar el de quienes vienen detrás. Lo digo siempre y me reafirmo cada vez que lo escucho: el aplauso más vivo es el de la juventud.

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Fotos: Javier del Real.