Trovatore MaestranzaSevilla19 FotoJuanFlores

 

Una ópera de mujeres

Sevilla. 23/03/2019. Teatro de la Maestranza. Verdi. Il trovatore. Piero Pretti (Manrico), Angela Meade (Leonora), Agnieszka Rehlis (Azucena), Dmitry Lavrov (Conde de Luna), Romano dal Zovo (Ferrando), Carolina de Alba (Inés) Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección de escena: Stefano Vizioli. Dirección Musical: Pedro Halffter Caro.

Habrá quien no estará de acuerdo con el título de esta crónica pero para mi está muy claro: Son Leonora y Azucena, las dos protagonistas femeninas, las que mueven los hilos de la historia de Il trovatore, las que toman realmente las decisiones que cambian su rumbo y cuya personalidad resulta más interesante. La parte masculina del cuarteto protagonista está más influenciada por la testosterona que por el razonamiento lógico y aunque están convencidos de que mandan, son marionetas (eso sí, muy queridas por las que mueven sus hilos) del destino y de unas mujeres que saben lo que quieren. También se le ha acusado a la trama de esta obra una falta de verosimilitud y lógica por pivotar su núcleo alrededor del equívoco de Azucena, que queriendo vengar a su madre, muerta en la hoguera, lanza a esas mismas ascuas al hijo raptado de su enemigo, para luego darse cuenta que lo que ha hecho es matar a su propio hijo, quedando el noble infante vivo. Sí, reconozco que enrevesado es (y explicarlo más), pero yo (impenitente hombre que pierde objetos constantemente, que se equivoca, por impulsivo, al hacer muchas cosas) siempre he creído que lo que le pasó a la gitana, perfectamente me podría pasar  a mi. 

Perdonen que haya hecho esta digresión con toques autobiográficos pero es que Il trovatore tiene muchos valores, más allá de los musicales. Sobre esto es lo que nos centraremos ya, y en la representación que el pasado día 23 tuvo lugar en el Teatro Maestranza de Sevilla. Y en primer lugar hay que felicitarse porque la dirección artística encontrara dos cantantes de tan alto nivel para los dos personajes principales femeninos. Angela Meade es una de las estrellas internacionales más importantes de la actualidad. Está en un momento óptimo de su carrera, porque canta en los teatros más cotizados del mundo pero, sobre todo, porque su voz es de lo mejor que se puede oír en hoy en día. Lo volvió a demostrar como Leonora. No se le puede poner ninguna pega a ese canto de un legato espléndido, perfectamente verdiano, a su técnica depurada, a ese timbre bellísimo, a esa voz segura, potente, bien proyectada y que camina por toda la tesitura con una seguridad pasmosa. Y qué decir de un fiato que resistió (eso sí llegando a veces al extremo) una dirección musical demasiado lenta y sobre la que luego hablaremos. Fue un auténtico lujo poder volver a escucharla en el escenario del Maestranza, sobre todo en esa  maravillosa escena que comienza con “In quest’oscura notte ravvolta”,  en el cuarto y último acto (denominado Il suplizio) con el que finaliza el drama creado por Antonio García Gutiérrez. Aunque para demostrar que hasta el mejor escribano echa un borrón precisamente en la cabaletta “tu vedrai che amore” la diva olvidó una frase. Estas cosas hacen a los grandes más humanos y al hecho de ver una ópera en directo, una experiencia inolvidable. No sorprendió el excelente rendimiento vocal de la soprano estadounidense pero que si que fue muy grato descubrir la Azucena de Agnieszka Rehlis. La mezzo polaca demostró también una forma vocal óptima y aunque el oyente está acostumbrado a una “gitana” más madura, casi más contralto que mezzo, nada se le puede reprochar a una interpretación muy creíble en lo actoral y estupenda en lo vocal. Destacar que, como en el caso de su compañera norteamericana, su dominio de la voz en todas las zonas fue magnífico, sin que hubiera ningún titubeo en las zonas más graves de su papel, que abundan y son fundamentales para darle dramatismo a su historia. Magnífica. 

Piero Pretti defendía el papel protagonista y lo hizo dignamente pero sin destacar en ninguno de sus aspectos. Vocalmente finalizó la función mejor que la empezó y sacó adelante, no sin alguna nota desafinada y bastante esfuerzo, su famosa aria “Di quella pira…”. No tiene un timbre especialmente atractivo pero fue palpable el esfuerzo para que su trabajo estuviera a la altura de lo exigido por Verdi. Como actor tampoco destacó aunque mejoró en la segunda parte de la obra. Con voz casi inaudible en los concertantes, e incluso en su famoso dúo con Leonora, el Conde de Luna de Dmitry Lavrov fue lo más flojo del reparto. No apareció en su trabajo la nobleza que siempre imprime Verdi a sus papeles baritonales y estuvo lejos de lo que se puede esperar de un rol que tiene su importancia en la obra. Sí que estuvo más acertado como actor, aspecto en el que su implicación superó a la de alguno de sus compañeros. Buen Ferrando de Romano dal Zovo y estupenda Carolina de Alba como Inés. Muy solvente, como suele ser habitual en todas sus intervenciones, el Coro de la Asociación de Amigos del Teatro Maestranza que con tan buena mano dirige Íñigo Sampil.

Pedro Halffter, sin duda uno de los mejores directores operísticos de España, no acertó, a mi parecer, en el enfoque que dio a la dirección musical de este Trovatore. Optó por liberar a la partitura de sus conexiones con el primer Verdi, el de “galeras”, destacando lo que pueda tener de avanzadilla del Verdi más maduro y genial, musicalmente hablando, que vendrá después. Eso favoreció a que las partes más dinámicas de la ópera no cayeran en lo verbenesco pero también esa actitud provocó que perdieran mordiente, que el oyente echara de menos un poco más de garra en estas escenas. En las arias más íntimas se demoró demasiado creando dificultades en el fiato de los cantantes, especialmente de Meade, la más perjudicada por esta lentitud aunque también fuera la más dotada para resolverlo y que no se notara especialmente. Halffter parece haber buscado darle a la obra un aire musicalmente más romántico, acorde con el drama representado, pero la música de Verdi aún no iba por esos caminos. Respondió con una precisión y un virtuosismo palpables la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, ese conjunto que merece siempre un viaje al Maestranza. 

La producción, procedente del Teatro Verdi de Trieste, la firma Stefano Vizioli. La escenografía de Alessandro Ciammarughi se basa en dos grandes estructuras con escaleras que enmarcan todas las escenas, siendo resolutivas a falta de imaginativas. También unos paneles movibles en primer plano del escenario dan juego en la acción, sobre todo gracias al un excelente trabajo de iluminación de Juan Manuel Guerra. El movimiento de actores fue convencional con unos toques coreográficos de espadachines que tampoco destacaron por su originalidad.