kathryn lewek 

Kathryn Lewek: "Juzgad nuestro trabajo, no nuestros cuerpos"

La soprano Kathryn Lewek defiende en una carta abierta, publicada en el último número impreso de Platea Magazine, su trabajo por encima del cuerpo y el físico de los cantantes, tras ser atacada por algunos "críticos" de música clásica.
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En cierta ocasión le preguntaron a Birgit Nilsson: “¿Cantar es divertido?”. Ella respondió: “Por supuesto que cantar es divertido, estoy segura de que, a veces, hasta usted lo hace. Los pájaros cantan mientras se ocupan de construir sus nidos y de crear sus familias, y si no fueran felices, no cantarían”. Nilsson tiene razón, naturalmente: los intérpretes hacemos nuestros mejores trabajos cuanto mejor nos sentimos: la euforia tras una buena representación, la felicidad creativa de crear una producción con un equipo lleno de talento, el puro placer de clavar ese agudo que lleva tres meses escapándose. Si no experimentásemos esos sentimientos de júbilo en conexión con nuestro trabajo, no elegiríamos ser artistas.

Y, sin embargo, sentimos una presión constante para producir lo mejor que seamos capaces de dar. La obligación de recrear sobre el escenario interpretaciones que sean profundas, únicas, emocionantes y divertidas también puede ser devastadora. En aquella entrevista, Birgit Nilsson añadía: “Por otra parte, si te dedicas profesionalmente al canto, no puede ser tan solo algo divertido, porque hay tanto en lo que pensar, y todo tiene que ser perfecto. Es como preparar y servir comida en un restaurante: los invitados también tienen que sentirse satisfechos. La mayor parte del tiempo, uno mismo no puede disfrutar de su propio esfuerzo tanto como le gustaría. El chef en la cocina no puede disfrutar de la comida que está sirviendo a sus comensales en el restaurante”.

Nosotros, artistas itinerantes, sabemos el trabajo tan duro y los sacrificios que hacemos por nuestros “comensales”. Las noches en el escenario o los ensayos lejos de casa a menudo implican perdernos eventos familiares. El agotamiento asociado a los viajes constantes a menudo afecta a nuestra calidad de vida, incluso cuando estamos en casa. Constantemente tenemos que establecer rutinas nuevas en nuevas ciudades para mantener nuestros cuerpos sanos. Tal vez consigamos conectar profunda y rápidamente con los colegas con los que estamos trabajando en una producción, y sin embargo echamos de menos la permanencia en una comunidad. Para muchos de nosotros, “vivir el sueño” significa vivir una vida de intensa soledad.

Algunos somos afortunados de tener parejas que nos apoyan y que luchan con nosotros contra esa soledad. Pero muchos cantantes con pareja abandonan la idea de ser padres porque parece imposible crear una familia en la realidad de su estilo de vida. Los que sí tienen hijos a menudo tienen que dejarlos durante semanas o meses para continuar con sus carreras.

Cuando mi marido y yo decidimos expandir nuestra familia, terminé cantando internacionalmente hasta bien avanzado mi tercer trimestre de embarazo.Tuve mucha suerte de trabajar para compañías que aceptaban mi estado, aunque el hecho de que yo cantase sobre todo la Reina de la noche facilitaba las cosas, ya que a nadie parece importarle que su reina esté embarazada mientras jura repudiar a su hija. ¡Buen plan! El final de mi embarazo y el parto fueron complicados, pero nos trajeron el mayor regalo de nuestras vidas: nuestra preciosa hija.

Tenía programado volver a los escenarios seis semanas después. La cicatriz de la cesárea apenas se había curado. Estaba exhausta y luchando con la ansiedad post-parto. Me estaba adaptando a ser una madre reciente y apoyando a mi familia al mismo tiempo. Recibí el visto bueno de mi médico para retomar mi actividad normal justo el día antes de ir al Met a ensayar La flauta mágica, que tenía que interpretar menos de una semana después.

Desde que di a luz hace un año, he viajado con mi familia a ocho países, y he conducido miles de millas con mi hija en el asiento de atrás. Ya es bastante duro llevar adelante esta carrera desquiciada y ambulante uno solo, pero empaquetar a toda la familia para viajar por todo el mundo puede asustar hasta a los cantantes más comprometidos.

He dado el pecho a mi hija entre bambalinas o entre ensayos en muchos teatros de ópera en los Estados Unidos y en el extranjero, y además he seguido a mi marido, también cantante, a sus trabajos. Dios nos cría y nosotros nos juntamos siempre que nuestras agendas lo permiten, lo que implica aún más viajes. He amamantado en un montón de aeropuertos y áreas de servicio, y he llenado botellas de leche materna en mil sitios extraños, como duchas de teatros, aseos de restaurantes, aparcamientos y camerinos durante cambios de maquillaje y peluquería. Durante todo este tiempo he luchado por mostrarme a mí misma amor, paciencia y comprensión; he intentado ser tan amable conmigo mismo como lo sería con una amiga que volviera tan pronto al trabajo después de una cirugía mayor. He buscado tener presentes las palabras de apoyo de mi familia y amigos, que insisten en decirme que soy una nueva mamadiva fantástica, luchadora y sexy. Pero incluso este fortín de apoyo no pudo protegerme de las críticas crueles e irresponsables el verano pasado cuando estaba actuando en el Festival de Salzburgo.

La ópera es una experiencia multimedia, y hay muchos elementos que reseñar. Cantantes, equipo de diseño, director de escena, orquesta, coro, sus directores, todos desempeñan un papel. Todos somos creadores. También los críticos tienen una importante función: informar a un público más amplio sobre nuestro arte. Los mejores críticos ofrecen perspectivas que son accesibles a los no iniciados, pero que a la vez investigan las profundidades de la obra y su interpretación.

Y sin embargo, con demasiada frecuencia en la crítica de hoy en día, nos encontramos con evaluaciones muy poco profesionales de la experiencia visual mientras que apenas se presta atención al trabajo de la gran mayoría de los creadores de la ópera. El trabajo con el que todas esas personas contribuyen al arte debe ser escrutado, por supuesto. Pero ¿la forma del cuerpo de un cantante? ¿En qué es relevante? ¿Que la soprano esté “cuadrada” o “gordita”, o que la puesta en escena consista en “mujeres gordas abiertas de piernas”? Los críticos que muestran tan descaradamente su falta de autoconsciencia, de empatía y de simple decencia no deberían tener el privilegio tener como oficio el ver sus palabras publicadas.

Pero, por desgracia, no son únicamente los críticos. Tras la reciente polémica por mi “body shaming” (estigmatización del cuerpo), muchos de mis amigos y colegas cantantes me han escrito contándome sus propias (y, a menudo, mucho peores) experiencias, y demasiadas de sus historias implicaban a personas de nuestro lado del mundillo, incluso a algunas que deberían supuestamente ser mentoras.

Los profesores de canto que hacen a sus alumnos sentir vergüenza por su cuerpo con la excusa de darles “consejos profesionales” deberían sentirse avergonzados de sí mismos. Los directores de casting que insisten en contratar a un gran cuerpo antes que a una gran voz deberían ser reeducados en las razones por las que el público compra entradas, dona dinero a las compañías de ópera y brinda grandes ovaciones. Las audiencias no vienen porque la soprano parezca literalmente a punto de morir de tisis.Vienen por su compromiso con el arte dramático y la pura maestría de su voz y su técnica. Porque cuando al final se desmayó en medio de la tormentosa cadencia final de la orquesta, te hizo sentir que una parte de ti moría con ella.

Un cuerpo sano es la base de un instrumento sano, pero estar delgado no es una indicación de salud en cualquier cuerpo. He hablado con muchos cantantes de éxito de todas las tallas acerca del papel crucial que la salud desempeña en tener una carrera sostenible sobre los escenarios.Todos estamos de acuer- do: no se trata de estar delgado. Se trata de mantener el cuerpo en cualquier forma saludable en que necesite estar para hacer nuestro trabajo. Para producir los sonidos olímpicos capaces de perforar la melancolía sobre el océano orquestal como un faro guiando a casa a los barcos a la deriva. Para cantar.

No somos objetos. Somos humanos viviendo nuestras vidas, a menudo en un estado de vulnerabilidad. A veces estamos embarazadas. A veces estamos enfermos. A veces tomamos medicaciones que causan estragos en nuestro cuerpo. A veces echamos de menos nuestra casa. A veces lloramos la pérdida de un ser querido. A veces simplemente hemos añadido a un nuevo ser querido a la familia, y a pesar del dolor, el agotamiento y las limitaciones físicas, tenemos que seguir manteniendo a nuestras familias con nuestro trabajo.

Nadie eligió esta profesión porque fuera fácil. Merecemos respeto por los sacrificios que hacemos para traer algo de luz a este mundo oscuro.

Juzgad nuestro trabajo, no nuestros cuerpos.

Kathryn Lewek.