Una ocasión perdida
Salzburgo. 13/08/2024. Festival de Salzburgo. Grosses Festspielhaus. Offenbach: Les contes d´Hofmann. Benjamin Bernheim (Hoffmann). Kathryn Lewek (Stella/Olympia/Antonia/Giulietta). Christian van Horn (Lindorf/Coppélius/Dr.Miracle/Dapertutto). Kate Lindsey (Musa/Nicklausse). Marc Mauillon (Andrès/Cochenille/Frantz/Pitichinaccio). Géraldine Chauvet (voz de la madre de Antonia). Michael Laurenz (Spalanzani). Jérôme Varnier (Crespel/Luther) y otros. Wiener Staatsopernchor. Wiener Philharmoniker. Mariame Clément, dirección de escena. Marc Minkowski, dirección musical.
Ciertamente esperada, pues sobre el papel todo hacía presagiar un éxito asegurado, esta nueva producción de Les contes d´Hoffmann en el Festival de Salzburgo ha terminado por pinchar en casi todos sus extremos, empezando por una puesta en escena absolutamente deslabazada.
Mariame Clément hace de Hoffmann un director de cine, algo a priori perfectamente plausible, que se dedica a filmar tres episodios de su propia vida. Pero esta idea es llevada a término de manera tan torpe y tan poco estimulante que la representación naufraga por completo.
Nada tiene enganche teatral, nada suscita emociones, nada alcanza a lograr un efecto narrativo mínimamente coherente. El vestuario y escenografía de Julia Hansen tampoco ayudan... Y lo que es peor, se termina por desdibujar el libreto original, forzando sus costuras para que encaje con la asociación de Hoffmann como un director de cine. Tampoco se sostiene en pie la vis cómica de la pieza, más allá de las obviedades de la escena de Olympia.
Mariame Clément parece víctima del horror vacui y no deja de sacudir la escena con ocurrencias que uno no sabe muy bien a qué responden. No podía faltar tampoco, aunque aquí metido con calzador, el momento ‘Me too’: tanto Olympia como Antonia se rebelan ante la idea de ser manejadas como meros instrumentos de los hombres que deciden su destino. Bravo. Era una idea excelente, de haber tenido algo que ver con el resto de la propuesta escénica.
En conjunto, pues, una puesta en escena verdaderamente naíf, conformista, y por momentos muy torpe en su realización escénica, como si el amplísimo escenario del Grosses Festpielhaus le viniera grande a esta dramaturgia de Mariame Clément.
Tampoco la dirección musical de Marc Minkowski, realmente soporífera, contribuyó lo más mínimo a elevar la temperatura de la representación. El director francés plantea una visión sumamente sesuda y seria de la partitura, apoyándose además en la última edición crítica de la misma, firmada por Jean-Christophe Keck.
El resultado es un trabajo de bata blanca, sin teatralidad, sin emoción, sin vibración alguna. En el tintero se quedan, además, algunos de los fragmentos más conocidos de la obra, como el septeto ‘Hélas, mon coeur s`égare encore’. Fragmentos habituales en las versiones ciertamente menos filológicas, las de Bonynge y compañía, a través de las que todos hemos conocido esta obra. Es valioso adentrarse con una mirada musicológica en una obra como esta, pero cuando la teatralidad de la pieza se ve tan lastrada por ello, habría que replantearse hasta qúe punto tiene sentido.
En el foso se situaba la Filarmónica de Viena, sonando esta vez con una frialdad y una distancia realmente inéditas. Una versión musical aburridísima.
Muy buen trabajo de Kathryn Lewek haciéndose cargo de las cuatro partes femeninas de la obra, algo que lejos de ser una heroicidad es más bien un ejercicio de justicia a la propia historia de la partitura. Y es que lo que precisamente pretendía Offenbach era plasmar diversos caracteres a través de una misma voz, en el transcurso de una velada. Lewek resolvió con fortuna los ribetes belcantistas de Olympia -con alguna tirantez en el agudo- y resultó sobre todo una plausible Antonia, de inspirado lirismo en 'Elle a fui, la tourterelle'.
Buena labor, igualmente, del bajo norteamericano Christian Van Horn haciéndose cargo de los cuatro malvados, aunque sin la esperada y consabida ’Scintille diamant’, otro de los fragmentos damnificados por la versión crítica escogida por Minkowski. De timbre algo áspero y rudo, la voz de Van Horn tiene notable presencia y en escena, aunque sea siquiera por su gran figura, resulta plausible para este tipo de roles.
Kate Lindsey, como Musa y Nicklausse, se esmeró lo indecible en resultar convincente en su parte, con una actuación muy comprometida y un canto grato, pero el instrumento está ya practicamente en el esqueleto, con poca entidad y escasa presencia. Del resto del elenco destacaría el buen hacer de Géraldine Chauvet como voz de la madre de Antonia y el cumplidor trabajo de Jérôme Varnier como Crespel y Luther.
En conjunto, pues, una ocasión perdida a la hora de volver a poner en pie una obra que tiene un pasado casi legendario en Salzburgo, con sendas produciones en los años 1981 y 2003, la primera con Plácido Domingo (James Levine - Jean-Pierre Ponnelle) y la segunda con Neil Shicoff (Kent Nagano - David McVicar).