Nelsons buchbinder Boston symph

 

La magia del romanticismo

Leipzig. 13/10/2019. Gewandhaus. Obras de Beethoven y Schubert. Rudolf Buchbinder, piano. Gewandhausorchester. Andris Nelsons, director musical. 

Una de las novedades discográficas más atractivas de este otoño es precisamente la integral de las sinfonías de Beethoven que el maestro letón Andris Nelsons (Riga, 1978) ha grabado junto a los Wiener Philharmoniker, para Deutsche Grammophon, mientras prosigue con las otras dos integrales en las que está embarcado, con sus dos orquestas titulares: las sinfonías de Shostakovich con la Boston Symphony y las de Bruckner con la Gewandhausorchester de Leipzig. Precisamente con esta última orquesta pudimos escuchar a Nelsons al frente de un atractivo programa, con el Concierto para piano y orquesta no. 1 de Beethoven y la Sinfonía "Grande" de Schubert (numerada como séptima, octava o novena, en función de diversos criterios de catalogación).

El pianista austríaco Rudolf Buchbinder (1946) es un solista incuestionable en las latitudes centroeuropeas, pero no ha tenido el mismo predicamento más allá de sus fronteras. Sobre todo en los países mediterráneos su fama dista mucho de ser parangonable al reconocimiento del que goza en Austria y Alemania. Seguramente pasa lo mismo a la inversa con algunos de nuestros intérpretes. No obstante esta misma temporada se podrá escuchar a Buchbinder por ejemplo en Milán, con las Sonatas de Beethoven. También visitará España en febrero de 2020, para actuar con la OBC, al frente de los cinco conciertos para piano de Beethoven. Precisamente la integral de estos conciertos a manos de Buchbinder salió a la venta en CD hace ya unos cuantos años, en 2013, con los Wiener Philharmoniker.

En lo que respecta al Primero de Beethoven escuchado en Lepizig, su ejecución fue precisa y nítida, también entregada y sincera, pero no terminó de levantar el vuelo, sin encaramarse a ese espacio expresivo que está más allá de las teclas. Su Beethoven fue un tanto tipográfico; aunque canónico en sus formas, se echó de menos un aliento más arrebatado, en suma una mayor dosis de magia y un menor academicismo. El Schubert de la segunda mitad sí tuvo en cambio esa magia, esee singular juego entre revolución, pasión y fantasía que asociamos directamente con el romanticismo.

Y es que Nelsons, como buen discípulo de Mariss Jansons, trabaja siempre en la búsqueda de un sonido dúctil, donde la contundencia llegue tras pasar por una amplia gama de intensidades. La Gewandhausorchester de Leizpig reluce en sus manos como un artilugio pulido y minucioso, pero también sensible y poético. No hay atisbo alguno de automatismo en su ejecución; todo es complicidad, magia, entendimiento. Y eso a Schubert le sienta como un guante. Y aún más si cabe a su Grande, una sinfonía plagada de coqueteos melódicos entre las secciones orquestales, en un infinito toma y daca, entrecruzado de variaciones rítmicas y dinámicas. Una virguería, en suma, esta sinfonía de Schubert que pudimos escuchar en manos de Nelsons y su Gewandhausorchester.