HelgaSchmidt MargaFerrer

Palau de Les Arts. Memoria y orgullo.

Ha transcurrido ya una década larga desde aquel hermoso 8 de octubre de 2005 en que Lorin Maazel, al frente de una selecta centuria de instrumentistas valencianos, dirigía el concierto inaugural de lo que muy pronto iba a erigirse buque insignia de cultura valenciana y uno de los templos líricos internacionales más prestigiosos. Una aventura sin precedente en las culturas españolas y europea. Pocos eran entonces los que imaginábamos que el majestuoso edificio diseñado por Santiago Calatrava se iba a convertir pronto en un hito de vanguardia y novedad, además de escaparate de la mejor ópera, de la mejor cultura. Un vivero en el que se expandían la educación, la Cultura con mayúscula, los programas didácticos, exposiciones, ciclos de cámara, ballet, teatro, óperas, zarzuelas, conciertos sinfónicos, espectáculos multimedia con proyecciones, recitales, proyecciones cinematográficas, lecturas dramatizadas, conferencias, coloquios, encuentros con artistas, mesas redondas, congresos, jornadas de puertas abiertas… Todo un cúmulo de actividades dirigidas a los más diversos púbicos.

Un variado conglomerado de actividades que ha llenado de vitalidad y contenido el vanguardista espacio escénico diseñado por Santiago Calatrava a iniciativa de la Generalitat Valenciana. Nunca antes ni después en Valencia ni en España se había producido tal eclosión de actividades culturales y didácticas. Miles de jóvenes estudiantes procedentes de toda la Comunitat Valencian participaron en el sinnúmero de actividades expresamente programadas y diseñadas. Y miles de melómanos de todas las partes del mundo viajaron a Valencia para conocer in situ la “nueva maravilla” que estaba gestándose.

Paralelamente fundamos, bajo la presidencia de Zubin Mehta, el Festival del Mediterrani, destinado a convertirse en un “Salzburgo del Mediterráneo” con sus propias señas de identidad, y entre cuyos objetivos figuraba atraer a Valencia al público internacional característico de los grandes festivales de música y que potenciara la industria turística valenciana. Zubin Mehta estuvo vinculado con el proyecto incluso antes de que éste naciera y se mantuvo estrechamente vinculado e involucrado con él hasta cerca del final. Jamás antes un teatro había tenido simultáneamente en su nómina titular dos maestros del calibre de Mehta y Maazel.

Ahora que todo ha pasado, cuando aquel sueño ha sido truncado por la envidia, la calumnia, la catetería y el provincianismo más cutre de los últimos responsables de la Conselleria de Cultura, repasar lo que se ha hecho y lo que fue el Palau de les Arts, refrescar la memoria de lo realizado, invita al sano orgullo colectivo y a la dignidad de la labor bien hecha, siempre marcada por el paradigma de la excelencia y el servicio público y la atención escrupulosa del correcto y transparente uso de los presupuestos asignados. Tiempo de esfuerzo, ilusión y trabajo sin límite, recompensado ampliamente con unos resultados artísticos de primer orden. Una fecunda década en la que la nueva ópera de Valencia pasó de la nada de la inexistencia a señalado referente internacional. La relación de artistas -cantantes, directores de escena y de orquesta, instrumentisas…- que nos han acompañado en estos años de excelencia habla por sí misma.

De la mano de Lorin Maazel, se creó la Orquesta de la Comunitat Valenciana -titular del Palau de les Arts-, mientras que el ya existente Cor de la Generalitat se convirtió en cuerpo residente. Muy pronto se impuso y reconoció la realidad que, con la energía y la ilusión de todos, la Comunitat Valenciana se convirtió en emblema de lo mejor. Con estos mimbres y con un equipo técnico y humano de primera, sostenido todo por unas instituciones públicas entonces decididas a sostenerr financieramente el ambicioso proyecto, se pudo forjar lo que muchos consideraron como “el proyecto artístico más ambicioso del siglo XXI”.

Son muchas las personas que hicieron posible este milagro. El reto de dotar de contenidos y entidad el colosal edificio de Santiago Calatrava, de “crear” desde la nada todo lo que conlleva una construcción de estas características, era arriesgado y apasionante: pocas veces un gestor artístico tiene ocasión de partir de cero, comenzar la andadura de un proyecto cultural de esta naturaleza. Para mí era primordial que el mismo llevara siempre presente la idea de excelencia, en todas sus acepciones. Así se lo hice saber en su momento, en el año 2000, al entonces Conveler de Cultura de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, y al President Eduardo Zaplana. Ambos asumieron plenamente el compromiso que conllevaba esta exigencia de calidad, que consideré plataforma imprescindible para convertir al Palau de les Arts “en un centro de arte de primer orden”.

Así, con estas premisas, se inició un trabajo tenaz y complejo. Siempre he tenido la certeza de que la base de un teatro son sus cuerpos estables. Es inimaginable un teatro de ópera de referencia internacional sin contar con un color y una orquesta de verdadera calidad. También con un muy cualificado equipo técnico. Muy pronto comprobé que el Cor de la Generalitat respondía perfectamente a este patrón de calidad, así que quedaba formar la orquesta y el equipo técnico. Innumerables y delicadas gestiones culminaron en el nombramiento de Lorin Maazel como director titular de la futura orquesta. Junto a él, hicimos audiciones en medio mundo, a la busca de los mejores músicos.

En pocos meses, entre octubre de 2005 y marzo de 2006, logramos conformar una orquesta de instrumentistas jóvenes pero de gran talento, entre la que figuraban algunos muy destacados músicos procedentes de la propia Comunitat Valenciana. Cuando el 24 de octubre de 2006 se alzó el telón por primera vez, para representar Fidelio de Beethoven, bajo la dirección de Zubin Mehta, el público y la crítica pudieron comprobar el sobresaliente nivel de una orquesta que muy pronto sería reconocida como “la mejor formación sinfónica de España”. Siempre he pensado, y así he planteado todos mis proyectos artísticos y profesionales, que la base de todo es siempre la música.

 

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