Harnoncourt

Comienza una orfandad

Qué vacío tan grande cuando los padres nos dejan. Hace poco se fue Boulez, y no hace tanto se marcharon otros gigantes como Abbado o Maazel. Ahora, con la muerte de Harnoncourt concluye y se cierra definitivamente un ciclo en la historia de la música. Comienza por tanto una orfandad, nadie sabe bien hacia dónde ni bajo qué guía.
 
Harnoncourt fue el padre espiritual de una época, el inspirador de unos nuevos modos, de unos criterios revolucionarios y el fundador involuntario, en suma, de un nuevo paradigma en el seno de la ejecución musical. Y es que todo en Harnoncourt era curiosidad. La misma curiosidad que anima a un niño pequeño a buscar los límites y tantear los extremos donde para él no hay riesgos sino hallazgos. Así Harnoncourt se lanzó a un vacío, a un campo en el que todo estaba por hacer.
 
Esta no es una semblanza académica sino sentimental acerca de un músico, Harnoncourt, que por encima de todo nos lega una actitud, la de una mirada siempre despierta, nunca fatigada, dispuesta a sorprender y a sorprenderse a cada instante. Todo en Harnoncourt era un vértigo vencido, conquistado a fuerza de un inconformismo nato.
 
De esta manera Harnoncourt hizo de la música algo mucho más profundo que su profesión. No es que consagrase su vida a la ejecución musical y a la investigación; es que se consagró en cuerpo y alma, como un verdadero místico, a engrandecer la música y a engrandecernos con ella. Un sinfín de las músicas que hoy sentimos como familiares no estarían ahí de no ser por Harnoncourt, punta de lanza de toda una generación de curiosos sobre cuyo hacer transita hoy toda una nueva hornada de músicos. 
 
Permítanme el egoísmo: necesitaba escribir estas líneas, más por desahogo propio que por valor informativo. Y es que el adiós de Harnoncourt me ha dejado triste, como a tantos de ustedes, en un vacío que es ya por fuerza irremediable y para el que no cabe consuelo. Nunca olvidaré sus últimas Nozze di Figaro en el Theater an der Wien o su última Misa Solemnis en Salzburgo. Gratitud sin límites por tanto, Maestro.