Clemenza Zurich

Eclipse mozartiano 

Zúrich. 03/07/2016. Opernhaus. Ramón Vargas, Marina Rebeka, Mélissa Petit, Anna Stéphany, Julie Boulianne, Roberto Lorenzi. Dir. de escena: Jonathan Miller. Dir. musical: Ottavio Dantone.

Aunque a priori La clemenza di Tito parezca ser una ópera de tenor, se presta a menudo a que la soprano responsable del rol de Vittelia eclipse toda la función. Eso precisamente sucedió en estas representaciones de Zurich, con el espléndido trabajo de la solista letona Marina Rebeka como hija del depuesto emperador Vitelio. Elegante, firme, poderosa, precisa… Un derroche de medios y de estilo ciertamente digno de elogio, con un control absoluto de su voz y una recreación aparentemente fácil de una partitura ciertamente compleja.

Ramón Vargas siempre fue -y sigue siendo- un cantante elegante, de línea irreprochable, de emisión aseada, aunque el paso del tiempo ha ido “talando” poco a poco el alcance de su medios en la zona aguda. El papel de Tito requiere un estilo muy particular, con una suma compleja de aristocracia, humanidad y vigor. En su caso el canto ágil ha perdido un tanto su ductilidad, sonando más esforzado si bien todavía solvente. Queda pues al alza la autoridad del intérprete, que sin embargo accede a Mozart desde un estilo no todo lo aquilatado que debiera, demasiado romántico en sus acentos las más de las veces.

Del resto del reparto, leve decepción con el Sesto de Anna Stéphany, celebrada cantante local, de línea impecable y redonda, sí, pero de medios un tanto discretos y de acentos demasiado comedidos. Sensaciones semejantes a las que planteó la Servilia de la joven Mélissa Petit, de timbre brillante, de acentos más incisivos, pero un tanto anodina en su conjunto. Discreto asimismo el Annio de Julie Boulianne, de nuevo mucho más anónima de lo requerido. 

Quizá en los días de su estreno la producción de Jonathan Miller tuviera un mayor atractivo, ligado a una dirección de actores hoy perdida, a fuerza de reposiciones. Pero lo cierto es que a día de hoy ofrece poco más que una escenografía algo caduca y un vestuario bastante genérico. La representación transcurre así sin pena ni gloria, rozando el tedio por momentos. En el foso, Ottavio Dantone tampoco consiguió levantar la temperatura de la velada tanto como se esperaba de alguien como él, ciertamente especialista en este repertorio. Su versión fue sumamente genérica, ayuna en todo caso de genuina personalidad.