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Otoño dorado en Ravenna

Rávena,14/11/25. Ravenna Festival. Teatro Alighieri. Orlando. Händel. Filippo Mineccia (Orlando), Elmar Hauser (Medoro), Christian Senn (Zoroasto), Francesca Pia Vitale (Angelica), Martina Licari (Dorinda). Accademia Bizantina. Pier Luigi Pizzi, escenografía, vestuario y director de escena. Ottavio Dantone, director musical. 

Rávena,15/11/25. Ravenna Festival. Teatro Alighieri. Alcina. Händel. Giuseppina Bridelli (Alcina), Elmar Hauser (Ruggiero), Martina Licari (Morgana), Christian Senn (Melisso), Delphine Galou (Bradamante) Žiga Copi (Oronte). Accademia Bizantina. Pier Luigi Pizzi, escenografía, vestuario y director de escena. Ottavio Dantone, director musical.

Rávena,16/11/25. Ravenna Festival. Teatro Alighieri. El Mesías. Händel. Alysia Hanshaw (soprano), Delphine Galou (contralto), Žiga Copi (tenor) Christian Senn (bajo). Coro della Cattedrale di Siena Guido Chigi Saracini.Maestro del coro: Lorenzo Donati. Accademia Bizantina. Ottavio Dantone, director musical.

El Ravenna Festival es una cita ineludible dentro del programa de los festivales que a lo largo del final de la primavera y el verano se extienden por muchos lugares de la musical Italia. Pero el de la ciudad romañola tiene características especiales, destacando su eclecticismo, mezclando diversos tipos de mundos musicales y también teatrales que cubren un amplio espectro, utilizando espacios muy diversos y llegando a un público más amplio que los que sólo se centran en un tipo de música, especialmente la clásica. Ya hemos comentado en Platea algunos de ellos, destacando su calidad y también, su singularidad. El Festival siempre intenta sorprender y lo hace muy a menudo. Las actividades, que tienen su fuerte, como se ha dicho, entre los meses de mayo y julio, tienen un epílogo en la llamada Trilogia d’autunno, en el mes de noviembre (con la colaboración del Teatro Alighieri), y que concentra, en el caso de este año, en cinco días tres obras de un mismo autor. Una forma perfecta de acabar el curso de este festival.

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Georg Friedrich Händel ha sido el protagonista de esta edición con la representación de dos de sus óperas y su oratorio más conocido. El compositor alemán es uno de los pilares del barroco de la primera mitad del siglo XVIII y desarrolló la mayor parte de su carrera en Inglaterra, aunque sus principios fueron en su Alemania natal y su carrera operística comenzó en Italia, que dictaba entonces las formas y modos del teatro lírico junto a París. Fue en Londres donde la ópera italiana tuvo su mayor valedor en Händel, gozando del favor del público y, sobre todo, de la corte ( gobernada por la alemana Casa Hannover).

El director y estudioso Ottavio Dantone, alma mater de este ciclo otoñal, ha elegido dos óperas londinenses cuyo origen literario es el Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, concretamente Orlando y Alcina. El enfoque que tiene del mundo barroco de esta época lo deja claro en el programa de mano. Tras su larga experiencia y estudio de estas obras llega a la conclusión que la dramaturgia de la época se basaba en códigos y modos que tenían mucho que ver con la escritura musical y no tanto con la pasión o la fuerza teatral. Estos códigos, que los espectadores conocían perfectamente, eran lo que emocionaba y apasionaba (en alguna ocasión de forma extrema) al público.

Esa manera de “entender” una ópera no se tiene en la actualidad, seguramente por la influencia que el romanticismo tuvo en la forma de expresarse musicalmente y también en su comunicación más directa y tangible con el público. Quiero entender entonces que el director italiano en estas dos óperas ha querido recuperar esa comunicación barroca entre la música y el público, buscando la esencia de las obras de Händel con una interpretación lo más fiel a como sería en el Londres del 1700. 

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Es de alabar este propósito pero, personalmente, esta pureza, por falta de conocimiento de los códigos musicales que se utilizan, me resultó ardua y falta de garra, de pasión. El dramatismo musical casi desaparece y solo la dirección escénica, de la que luego hablaré, me hace empatizar con las obras representadas. Por eso mi impresión musical fue de distanciamiento entre escenario y foso, de sequedad y falta de empatía, aunque la dirección de Dantone siguió lo escrito por Händel y estuvo muy atento al trabajo de los cantantes. Tampoco me acabó de convencer el sonido de la Accademia Bizantina, acreditado y admirado conjunto, que tuvo ciertos momentos de falta de empaste y tensión en Orlando, sensación que fue mejorando en Alcina y el oratorio El Mesías. Destacaría el trabajo del concertino Alessandro Tampieri, un virtuoso del violín. 

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Dantone recalca que Orlando, una obra que fue un éxito en su momento para luego ser olvidada rápidamente hasta principios del siglo XX, utiliza un lenguaje nuevo, innovador y supuso un paso muy interesante en la escritura de Händel. Para esta ópera escribe uno de los papeles más exigentes de su catálogo, ya que a lo largo de la ópera el personaje principal sufre un deterioro psicológico. La música trazó la progresiva locura de Orlando y fue una de las mejores y más personales de las que compuso. En esta ocasión el rol fue defendido por el contratenor Filippo Mineccia, que realizó un trabajo sobresaliente. Y es que antes de seguir querría recalcar que los equipos vocales de las tres obras mostraron una homogeneidad y un alto nivel en las tres piezas abordadas. Fueron unos elencos muy bien elegidos y que fueron de lo más destacado de estas veladas. Volviendo a Mineccia, habría que destacar en sus excelentes intervenciones, especialmente el final del segundo acto con la escena de la locura Vaghe pupille, non piangete.

Preciosa voz y excelente trabajo con ella de Martina Licari como la pastora Dorinda. Elegante y también resolviendo con soltura su papel de Angelica, Francesca Pia Vita. El rol del  otro contratenor de la obra, Medoro, presenta menos dificultades vocales que las del protagonista, y Elmar Hauser, con excelente técnica, no tuvo ningún problema en resolver este trabajo. No es fácil cantar papeles de bajo en estas óperas barrocas. Christian Senn (que intervino en las tres obras programadas) posee una voz de timbre atractivo y potente volumen pero que no logró del todo transmitir el juego vocal de las coloraturas de sus arias. 

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Dos años después de Orlando, y ya en el teatro de Covent Garden, Händel estrena Alcina, basada también en un relato de Ariosto, como ya se comentó. Dantone indica en el programa de mano que sus formas musicales suponen un retroceso en comparación a los avances y la experimentación de Orlando, pero es una obra mucho más grabada e interpretada que su compañera. Sin duda alguna la cantante más destacada fue Martina Licari como la bruja Morgana. En arias tan bellas como la famosa Tornami a vagheggiar encandiló a un público que la aplaudió con pasión. Buen trabajo también de Elmar Hauser, que, como Licari, había cantado en Orlando. Esta vez como Ruggiero su papel tenía más relevancia y él supo aprovecharlo con sus buenas dotes de contratenor. El rol protagonista, Alcina, fue asumido por Giuseppina Bridelli que logró buenos momentos musicales como ah! mio cor, schernito sei! o ma quando tornerai. El resto de cantantes ( Delphine Galou, Bradamante, Žiga Copi, Oronte y Christian Senn, Melisso) resolvieron sus papele con la solvencia que ha caracterizado, vuelvo a reiterar, los elencos vocales de estas jornadas handelianas.

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El Mesías es, sin duda, la obra lírica más conocida de Händel y la interpretación que se nos brindó fue excelente. Principalmente por el gran trabajo del Corro della Cattedrale di Siena Guido Chigi Saracini, dirigido por Lorenzo Donati. En todas sus intervenciones demostró una calidad sobresaliente, a un nivel poco frecuente. También los solistas participaron en el éxito de esta interpretación, especialmente la soprano Alysia Hanshaw. Dantone dirigió con seguridad y maestría a todo el conjunto y dentro de la Accademia Bizantina habría que destacar el trabajo del solista de trompeta en el famoso Hallelujah!.

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Pier Luigi Pizzi sigue siendo, a sus 95 años, un director que además de la escena es el responsable de la escenografía y el vestuario. Toda una heroicidad. Planteó la escenografía de Orlando y Alcina como un díptico, usando los mismos elementos escénicos simples pero muy resolutivos, de unas proyecciones de excelente calidad y muy bien utilizadas,  y sirviéndose, sobre todo, de su gran talento a la hora de dirigir a los cantantes. Esta maestría hizo que el dramatismo operístico tuviera mucha más forma en el escenario que en el foso, creo que por la razón ya explicada. Los actores, muy implicados en las indicaciones del director, consiguieron insuflar vida y sentido a unos personajes y una historia que cojea, desde el punto de vista actual, de interés dramático.

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Esta ha sido, una vez más, una buena ocasión para visitar Rávena, ya con los colores dorados del otoño en sus árboles, y disfrutar de la buena música y de la amabilidad y cariño que los responsables del Festival, especialmente del Uficcio Stampa.