Maisky Marti E Berenger OCM21 c 

La senda de los gigantes

Barcelona. 31/01/2021. Palau de la Música. Obras de Wagner y Dvorák. Mischa Maisky, violonchelo. Orquesta Sinfónica Camera Musicae. Tomàs Grau, dirección musical.

 

Iconos, mitos... llámenlos como quieran. Las grandes personalidades marcan el destino de las artes escénicas de un modo determinante. Si nos detenemos un instante a pensarlo, todos debemos algo de nuestra pasión por la música clásica a algún nombre de leyenda: de Maria Callas a Plácido Domingo, de Carlos Kleiber a Daniel Barenboim... Y lo fascinante es que estos gitantes arrojan su subyugante sombra trascendiendo generaciones. A sus 73 primaveras el letón Mischa Maisky es de hecho el único violonchelista que pudo formarse con Gregor PiatigorskyMstislav Rostropóvich. El presente concierto, un homenaje a Pau Casals y la orquesta que fundó, cerraba de algún modo un círculo virtuoso, el que supone que un legado se perpetue durante más de un siglo, saltando de generación en generación. Son los gigantes a cuyos hombros se encamaran los músicos más jóvenes así como los melómanos, buscando referencias que iluminen y orienten. 

Maisky es ya hoy, por derecho propio, un solista de leyenda. Ya sea por su intensa biografía, ya sea por su extraordinaria trayectoria musical, lo cierto es que su nombre se yergue hoy como una referencia para su instrumento. Haciendo justicia a su fama, concentradísimo, el letón brindó una lectura intensa y honda del célebre concierto de Antonin Dvorák, con instantes de auténtica filigrana y pasajes de un emotivo recogimiento en el movimiento central. Al margen de algunos compases singularmente vertiginosos, como hacia el final del primer movimiento, lo cierto es que el arte de Maisky con su violonchelo es prodigioso. Si dejamos al margen esas puntuales limitaciones en algunos pasajes, un asunto de pura mecánica, lo cierto es que la grandeza del intérprete se impone y se sobrepone de un modo asombroso. Las virtudes de su sonido son muchas: lleno, con presencia, homogéneo, siempre en pos de un fraseo de legato infinito.

Maisky Marti E Berenger OCM21 a

De un solista de leyenda, incluso en un año de pandemia en el que apenas ha podido actuar, se espera lo máximo. Y Maisky estuvo a la altura; por su entrega, por su expresividad, por su compromiso. Un grande. Maisky, por cierto, optó por ofrecer la versión original de esta partitura, con diferencias apenas perceptibles para el oyente medio. Generoso, ofreció tres propinas, todas ellas de las Suites de Bach: Sarabande de la número 5, Preludio de la número 1 y Bourree de la número 3. Del acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Camera Musicae en esta partitura destacaría, por méritos propios, a las brillantes maderas, singularmente la flautista, de una calidad excelsa.  

El titular del conjunto, y a la sazón su responsable artístico, Tomàs Grau propuso aquí una lectura ciertamente efusiva, con un arranque ardoroso, destacando el papel de los metales y la percusión al comienzo y al cierre de la partitura, aunque igualmente capaz de hallar el sutil recogimiento que pide el movimiento lento. En contraste, el Idilio de Sigfrido de Richard Wagner que abrió la velada sonó sumamente contemplativo, delineado con sumo gusto aunque a veces recreándose en exceso en ese eterno retorno de la melodía principal.

Lo cierto es que la OCM atraviesa un momento dulce. Ahora mismo se diría que puede enfrentarse a cualquier repertorio sin miedos, con la confianza suficiente en su madurez. Suenan seguros, firmes, capaces de brindar un sonido cohesionado y compacto -qué alegría ver secciones de cuerda que acometen sus entradas al unísono-. No hay sección que flaquee -qué gusto escuchar unas trompas afinadas de principio a fin del concierto- y el entendimiento entre los atriles es más que palpable. Tras Maria João Pires con Mozart y ahora Mischa Maisky con Dvorák, pronto llegará el turno de Pablo Sáinz-Villegas con el célebre Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, el próximo 21 de marzo

Maisky Marti E Berenger OCM21 b

Fotos: © Martí E. Berenguer