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Participarnos

Madrid. 14/03/21. Teatro de la Zarzuela. Luna: Las Calatravas. Miren Urbieta-Vega (Cristina). Javier Franco (Mariani). Andeka Gorrotxategi (Carlos Alberto). Lola Casariego (Laura). Lucía Tavira (Isabel). Emmanel Faraldo (Pepe Aleluya). Houari R. López Aldama (Rodrigo). Emma Suárez (Aldonza, narradora). Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Versión concierto. Guillermo García Calvo, dirección musical.

"El tiempo por delante", como una obsesión. Debería ser el título de mis memorias. Es algo que me atormenta frecuentemente, creándome uno de los mayores desasosiegos posibles en estos mundos elevados de la creación humana, más allá de lo prosaica lucha por la supervivencia en el día a día. Les he hablado ya muchas veces de ello y no quisiera repetirme. Por ello, les ruego lean antes la introducción de esta otra crítica, que escribí precisamente a raíz de otra de las últimas recupraciones históricas que ha llevado a cabo el Teatro de la Zarzuela. 

Entonces, Farinelli, con aquellos Somnolientos murmullos del bosque umbrío, quedó como un hit que aún a día de hoy seguimos cantando por casa. Con Las Calatravas, de Pablo Luna, se nos ha descubierto una música muy interesante, con una escritura vocal que parece caprichosa por momentos y unas fórmulas, quizá y esto es una opinión personal, que no pueden situarse a la altura de Bretón. Una obra cautivadora, en cualquier caso, que ayuda a comprender mucho mejor la figura de un autor prolífico, que encontró la muerte demasiado pronto. 

Sin duda, la parte más atractiva de esta comedia lírica reside en la orquestación y la parte instrumental. Así, entiendo, lo ha sabido ver Guillermo García Calvo, quien una vez más supuso un auténtico must en la propuesta. Desde el primer momento, con un tema sencillo y directo en el Preludio, el madrileño elevó a una ORCAM que se escucha con deleite, especialmente en la cuerda, brillante, nítida y viva. Erige el todo García Calvo a través del vals estructural de Pablo Luna, con pulso, con el elegante y necesario balanceo, recordando a la opereta alemana. Colorea el andalucismo con el que el compositor escribe la parte para el barítono y no reniega de la españolada del Tercer acto, en una mezcla ya menos comprensible por parte del autor. El resultado global es plenamente satisfactorio, disfrutón, quedando en el debe el solapamiento de la orquesta por encima de algunas voces, en determinados momentos. Si se escuchó en todo momento al Coro del Teatro de la Zarzuela, impecable en su buen hacer.

Aún llamándose Las Calatravas, la partitura de Luna parece estar protagonizada mayormente por un barítono, José Mariani, encarnado aquí por Javier Franco, quien acaba de cantar la mayoría de funciones de Luisa Fernanda, tras la cancelación de Juan Jesús Rodríguez. De nuevo, Franco ha demostrado su buen saber hacer a través de un fraseo y unas dinámicas cuidadas, haciendo frente a una particella complicada, muy exigente en el registro agudo, con numerosas apariciones. A su lado, siempre desenvuelta la Cristina de Miren Urbieta-Vega, de grato timbre y agudo puntero, como el de Andeka Gorrotxategi en la parte de Carlos Alberto, exigentísima en el registro superior, regalando juntos uno de los mejores momentos de la noche, en Un caballero español. Adecuado el resto del elenco, con las tablas y el saber hacer de Lola Casariego como Laura y la desenvuelta Isabel de Lucía Tavira.

Adaptada por Paco Gámez, quien acerca al presente la obra de forma acertada, en esta versión de concierto sirvió como guía y anfitriona la actriz Emma Suárez, excelsa en el papel de la tía Aldonza. Sirvió esta visión, nos cuenta el programa de mano, como homenaje a todas aquellas actrices de carácter que han nutrido nuestro teatro y nuestra zarzuela. También, así lo he tomado yo, como tributo a todas aquellas "tías" de familia, mujeres solteras o viudas que tradicionalmente han sustentado y dado vida a tantas y tantas familias españolas. En mi casa estaba mi tía-abuela Mercedes, "La tía", quien comenzando siempre con un "te participo", te contaba las historias más grandes y fabulosas junto a mi abuela.

Qué maravilla cuando el Teatro de la Zaruzela, cualquier teatro, quiere participarnos sobre nosotros mismos. Cuando nos hace partícipes de quiénes hemos sido y, por tanto, de quienes somos. Incluso haciendo todo lo posible por contarnos sobre aquello que ya hemos olvidado, tendiendo nuevos puentes hasta el presente, hacia el futuro. Lo de la Zarzuela, además, a tenor de lo escuchado en esa misma semana, no es sólo "hacer lo posible", sino sentir un deber, una causa social como entidad pública, que vive a través de todos los ciudadanos (y sus impuestos) y que a ellos se debe, como debería ser el caso de toda institución que recibe dinero público.

Como decía, en tan sólo siete días, en la Calle Jovellanos hemos asistido a la recuperación de Calatravas, pero también de numerosas partituras de Arrieta con un concierto dedicado a su figura, a la interpretación de varias obras de cámara, de compositoras como Teresa Catalán o Elena Mendoza, o al rescate de autoras completamente olvidadas, en una tercera cita. Y cuidado, todo en mitad de una pandemia. Y luego ya pueden venir, obviamente, Luisa Fernanda, La del manojo, Tabernera, o Barberillo... estos son los mimbres de lo que ha de ser un teatro financiado con dinero público, al servicio de nuestra cultura, de nuestro pasado, presente y futuro.