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Talento, talento y talento

Granada. 22/07/2021. Palacio de Carlos V. Festival Internacional de Música y Danza. Obras de Grieg y Sibelius. Mahler Chamber Orchestra. Javier Perianes, piano. Klaus Mäkelä, dirección musical.

Sin duda alguna, uno de los grandes atractivos de esta 70 edición del Festival de Granada es la presencia del joven director finlandés Klaus Mäkelä como artista residente, al frente de tres orquestas distintas y con programas bien diversos. La primera de estas citas tuvo lugar con la Mahler Chamber Orchestra, que ocupó el escenario del Palacio de Carlos V en lugar de la prevista Philhamonia Orchestra. Completaba el cartel pianista onubense Javier Perianes, también artista residente del festival en esta edición, y a quien se condecoró con la Medalla de Oro del mismo tras la primera parte del concierto. 

De un modo un tanto exótico, en mitad de la Alhambra se nos propuso un viaje hasta el norte de Europa y sus resonancias nórdicas, con piezas del finlandés Jean Sibelius y del noruego Edvard Grieg articulando el programa. Con el concierto de este último, Perianes demostró una brillantez y una sensibilidad al alcance de pocos. ïmpetu y poesía a raudales en una partitura que conoce al dedillo desde hace años y que incluso grabó en 2014 con Sakari Oramo. Lo cierto es que el pianista onubense atraviesa un momento dulce en su ya larga trayectoria profesional. Y es que es un artista ejemplar: por su actitud, por su musicalidad, por su técnica... Realmente no creo que en España seamos conscientes de hasta qué punto Perianes es uno de los mejores pianistas del momento a nivel internacional. Tras el concierto, como antes apuntaba, un emocionado Alfonso Aijón le entregó a Javier Perianes la Medalla de Oro del Festival de Granada.

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Klaus Mäkelä, quien protagoniza nuestra portada durante el mes de junio, posee sin duda un talento sobresaliente para la dirección de orquesta. A primera vista, en él son todo virtudes: la actitud, el gesto, la firmeza, su afán comunicativo... Realmente es dificil imaginar a un director tan hecho y tan nítido a una edad tan temprana. Inevitablemente uno tiende a pensar en los grandes, desde Maazel a Karajan pasando por Barenboim o Blomstedt, cuyas carreras empezaron a edad muy temprana. Hay mucho, muchísimo potencial en Mäkelä, un hombre de indudable carisma. Lo deseable ahora es que haya prudencia, mesura y buenos consejeros que no precipiten su carrera hacia un abismo sobrecargado de compromisos y retos. Y que el finlandés es ya el maestro titular de dos orquestas de gran nivel, como la Filarmónica de Oslo y la Orquesta de París, amén de principal director invitado de la Sinfónica de la Radio de Suecia, artista asociado de la Tapiola Sinfonietta y director artístico del Turku Music Festival. Too much... 

Debo decir, en cualquier caso, que discrepo un tanto de su enfoque con estas dos últimas sinfonías de Sibelius, la Sexta y la Séptima, que se ofrecieron aquí sin solución de continuidad, conformando un todo ciertamente atractivo. Y es que Mäkelä pecó, a mi parecer, de un tono demasiado expositivo, con una visión más contemplativa que dinámica de estas obras (tres de los cuatro movimientos de la Sexta están marcados, de un modo u otro, como allegro). Escuchamos así una Sexta de aires más bien pastorales, muy detalllada y poética, aunque a veces algo alicaida. Y es que a pesar de la extraordinaria coloración de estas partituras, que sí logró poner en valor el joven maestro finlandés, eché de menos en su batuta unos mayores contrastes dinámicos. Todo funcionó algo mejor, no obstante, en la Séptima, muy bien delineada, de extraordinaria claridad en su arquitectura, épica en su dosis justa, con un fraseo esmerado y consistente.

Volviendo a lo más positivo e interesante del hacer de Mäkelä en el podio, viéndole dirigir recordé algo que me contó Andris Nelsons en la entrevista que mantuve con él en Londres, allá por junio de 2018. Evocando un testimonio atribuido a Karajan, me dijo el letón entonces que la mayor virtud de un director de orquesta consiste en saber cuándo hay que tensar las riendas de una orquesta y cuándo hay que dejarla ir, siguiendo su propia inercia. Y esto es algo que se advierte precisamente en Mäkelä, un sagaz observador de cuanto sucede en los atriles, un director inteligente que sabe dónde apretar y dónde aflojar, y lo que es más importante, cuándo hacerlo.

La velada se había abierto con un poema sinfónico, El cisne de Tuonela, op. 22 nº 2, un vestigio de un ciclo épico inspirado en el Anillo wagneriano que se había planificado bajo el título de La construcción del barco y que Jean Sibelius no llegó a completar. Una vez descartado este gran fresco de tintes legendarios, el compositor finlandés incluyó esta partitura como la segunda entrega de la Suite Lemminkäinen, integrada precisamente por cuatro poemas sinfónicos. Mäkelä exhibió ya aquí una claridad y firmeza apabullantes. Sin duda, habrá que escuchar con atención el ciclo sinfónico de Sibelius que acaba de grabar con la Filarmónica de Oslo.

La Mahler Chamber Orchestra sonó extraordinaria durante toda la noche, realmente en estado de gracia, con virtuosas intervenciones solistas -maravilloso el trompa, vibrante el concertino Miguel Colom, inspiradísimas las maderas... ¡ese corno inglés!-. Encontré a la formación mucho más en forma que hace unas semanas en el Palau de la Música Catalana, en el Schumann que presentarón junto a Daniele Gatti. En conjunto, sin duda, un gran concierto.

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