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Hört meinen Willen

Madrid. 10/09/21. Teatro de la Zarzuela. Chapí: Circe. Saioa Hernández (Circe). Alejandro Roy (Ulises). Rubén Amoretti (Arsidas). Marina Pinchuck (Voz de Juno / Sombra de Aquiles). Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Guillermo García Calvo, dirección musical.

Hört meinen Willen, zagende Winde! (¡Oíd mis deseos, tímidos vientos!) Isolda confabulando a los vientos ante la aparición del navío. Es imposible no rendirse ante la influencia wagneriana que escuchamos en los pentagramas de la Circe de Chapí. En cierto modo, como persiguiera Bretón frente a su Verbena de La Paloma con Farinelli, Tabaré o Don Gil, el compositor alicantino buscaba trascender más allá de su Revoltosa. Pasos significativos en su particular búsqueda de la ópera española, posteriores a este icono del género chico, fueron partituras como Margarita la tornera y esta que ahora escuchamos tras casi 120 años de silencio : Circe

En ella se mira hacia Wagner, queriendo rehuir de la ópera italiana, obviamente, pero también bebiendo de la ópera francesa (que a su vez también recogía músicas wagnerianas), cuyo influjo es innegable. Massenet, Gounod y, por encima de todo, Samson et Dalila de Saint-Saëns. Con todo, esta Circe de Chapí resulta completamente única, singular. Por la plantilla orquestal requerida (el profesor Casares nos explica en sus maravillosas notas al programa que en el estreno se utilizó una banda interna con 12 trompetas, así como un fliscornio, saxofón, requinto y hasta un caracol marino). Por el tratamiento que otorga a las voces, con escrituras en cierto modo endiabladas y tan sólo tres personajes principales, el abundante declamado, con dúos sin conclusión entre el tenor y la soprano y el protagonismo absoluto de esta última, que ha de cantar prácticamente desde el principio hasta el final de la obra.

El libreto y la trama, por otro lado, resultan tan simples como simplistas. A ojos de hoy en día, chirrían: Hombre blanco llega a isla desconocida donde una mujer está a lo suyo (es maga, pues qué va a hacer, cosas de maga). Ella intenta seducirle. Él emplea un efecto rebote y, atención, la convierte en "una mujer de verdad", entregada a él. Se escuchan frases como "Ordena, manda, exige, yo humilde no te quiero". Entonces recuerdan a Ulises que en casa le está esperando su mujer y decide dejar tirada a Circe. Esta ya no puede entender su vida sin servir al hombre y muere. En absoluto creo que haya que modificar nada en la obra, sino hacerla ver desde la perspectiva de 2021. No obstante, lo cierto es que esta trama, tratada, además, a brochazos, apesga y necesitaría haberse apoyado en una escenografía que hiciera resaltar los efectos orquestales, la irradiación de la partitura en muchos de sus cuadros, los colores y voluptuosidades que consigue Chapí, por ejemplo, en el arranque de la ópera y, especialmente, a partir de la conclusión del segundo acto.

Por suerte, si Circe se ha disfrutado ha sido gracias al sobresaliente equipo artístico que se ha reunido para darle vida. Empezando por una Orquesta de la Comunidad de Madrid de gran vuelo y poso, en manos del titular del Teatro, Guillermo García Calvo. La escena de arranque, con la tormenta y el naufragio, resultó abrumadora, así como en el gran dúo del segundo acto o en la escena de la caza, donde también brilló el Coro del Teatro de la Zarzuela, una vez superadas las intervenciones a cappella del comienzo de la obra. Algo más desdibujados quedaron algunas escenas como el coro de sirenas ¡Ah! ¡Peregrinos del mar! o la Berceuse con Circe. No sé si por la interpretación o por la propia mano de Chapí.

Voz timbrada la mostrada por Marina Pinchuk en sus breves apariciones como La voz de Juno y La sombra de Aquiles, sustituyendo a la prevista Pilar Vázquez. De igual modo el Arsidas de Rubén Amoretti, rotundo en un comprimario de lujo en el que se sostiene el personaje de Ulises, en esta ocasión cantado por Alejandro Roy. Voz plena, de envidiable proyección, con un canto épico y encendido, ardoroso, como ya demostrara recientemente con otro intrincado rol en la Zarzuela: Pablo, de Marianela, o también dando vida a otro Chapí: Curro Vargas. Sin duda, una voz en la que confiar cuando el rol pinta complicado.

Y luego estuvo ella: Saioa Hernández, sobre la que se sostiene todo el peso de la obra y su música. La soprano se enfrenta sin aparente inquietud a los saltos interválicos con los que aparece en escena, al mismo tiempo que se aprecia el gusto y la intención por frasear, incluso en páginas complicadas para ello como Bienvenido a mi reino, gran caudillo. Se muestra atenta a la didascalia y los detalles de cada compás: Ahí están, por ejemplo, los requiebros en su meditación del segundo acto, o el empaste de su voz sobre las trompas en el ofrecimiento de la cacería. A ello se suma la heroicidad mostrada en las páginas solistas del segundo acto y el cierre de la ópera, donde Chapí lo mezcla todo. Le hace incluso gritar como si fuera MariPepa y en los ojos de Hernández (lo he dicho otras veces) se enciende el drama del que carecen muchas puestas en escena. Hört meinen Willen, zagende Winde! escribía al comienzo de estas reflexiones. Isolda y Wagner, debemos decírselo demasiado, parece un punto de llegada para la voz de Saioa Hernández. Podría parecer lógico que antes vengan roles como Turandot... quien escribe no deja de soñar en escucharle reinas donizettianas... Con una voz que parece vivir su mejor momento, escoja lo que ella escoja, que los vientos le escuchen y le sean favorables.

Foto: Elena del Real.