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La cautela

Madrid. 25/09/21. Auditorio Nacional. Temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España. Obras de Schumann y Sibelius. Miguel Colom, violín. David Afkham, director de orquesta.

Sin entrar a profundizar, resulta llamativo cómo se vive la música, el hecho musical (y la vida en general) en auditorios de sociedades bien diferentes entre sí, cuando la pandemia que tanto nos está afectando parece comenzar a remitir de forma definitiva. Hace unos días acudía a una ciudad, París, donde es prácticamente imposible ver una mascarilla puesta por la calle o donde el concepto "distancia de seguridad" en un restaurante o teatro es, simplemente, inexistente. Regresar a Madrid desde aquella realidad ha servido para confirmar cómo de ejemplar ha sido y está siendo la cultura en nuestro país, con instituciones como la Orquesta y Coro Nacionales de España como referente.

Ya en una aparente desescalada, donde se han flexibilizado las medidas de seguridad y se permite, de nuevo, el tan esperado y necesario en lo ecónomico aforo al 100%, la OCNE ha apostado por la cautela. Así, en el arranque de su temporada 2021-2022, la entidad ha preferido tirar de la casa, con su concertino como solista, en comparación a aperturas anteriores donde se venía contando con batutas e intérpretes de renombre internacional: Christoph Eschenbach, Nikolai Lugansky o Javier Perianes. En París se apostaba por el todo: estreno de una compositora de la talla de Usunk Chin, la estrella de la lírica Lise Davidsen como solista y obras de gran plantilla orquestal en los atriles: Mahler y Strauss. En Madrid todo ha sido menor, excepto la calidad de lo ofrecido. Dos formas de enfrentarse a un reto.

La elección de Robert Schumann como vertebrador de una temporada a estas alturas del partido, dice bastante de la limitada ambición e imaginación de una orquesta que ya debería haber superado ciertas fases, pero, al mismo tiempo, las obras ofrecidas por la formación rayaron a gran altura, comandadas por los titulares de la casa, David Afkham y Miguel Ángel García Cañamero. 50 años cumple el Coro Nacional de España, desde que diera sus primeros pasos con Lola Rodríguez Aragón, y está en plena forma. Así lo demostró en el Nachtlied que abrió el programa y, aunque la disposición de los profesores y profesoras por las butacas traseras y laterales del escenario, con una distancia de hasta cuatro butacas entre sus miembros, desdibujara puntuales pasajes, el resultado fue óptimo en la construcción de la velada oscuridad, la paz serena que consigue dibujar Schumann, al que David Afkham potenció desde la orquesta en sus compases más grandilocuentes.

Una fórmula que también utilizó en la Tercera sinfonía del compositor, a la que dotó de un especial énfasis lírico y donde se resaltaron los momentos más efusivos y grandilocuentes. Como si se quisiera devolver a la vida a todos los asistentes a través del optimismo con el que el compositor impregnó a la obra, de principio a fin. Los danzables, el elemento folklórico y la aparente facilidad melódica que despliega aquí Schumann, todo estuvo en su sitio. Especial mención a las maderas, así como a las trompas. La solemnidad de Feierlich, al contrario y como decía, fue transcrita en clave grandilocuente, en una lectura cómoda y fácil para el oyente. 

Entre medias pudo escucharse el Concierto para violín de Sibelius, contando con el concertino de la formación, Miguel Colom, como solista. Una apuesta por lo de aquí y por la casa, mostrando a un primer atril en plena forma, garante de la calidad de una Orquesta de gran nivel. Si en anteriores críticas hacía hincapié en la falta de nombres nacionales (sólo ocho de 60 artistas invitados a lo largo de la temporada), creo justo recalcar esta apuesta, máxime a tenor de los resultados. Brilló especialmente Colom en el primer movimiento, mostrando una panoplia de recursos técnicos de altura, desde la fragilidad inicial a la esfervescencia con la que se cierra. Mayores retos pareció suponerle el Adagio y el Allegro final. En ambos no se terminó de alcanzar del todo la atmósfera de Sibelius, tan característica, tan propia, en gran medida por la concepción de Afkham. Excelentes sus compañeros en la cuerda, el violinista dio, sin duda, lo mejor de sí mismo, con cautela, con la ya mencionada, admirable técnica.

Foto: RRSS OCNE.