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Desde Bergamo con amor

Bergamo. 05/12/21. Teatro Donizetti. Donizetti: L’elisir d’amore. Caterina Sala (Adina). Javier Camarena (Nemorino). Floran Sempey (Belcore). Roberto Frontali (Dulcamara). Anaïs Mejías (Gianetta). Manuel Ferreira (Maestro de ceremonias). Coro Donizetti Opera. F. Tartaro, dirección del coro. Ochestra Gli Originali. Riccardo Frizza, dirección musical. Frederic Wake-Walker, dirección de escena. 

No podía esconder la ilusión y el entusiasmo el director Riccardo Frizza, a la par director musical del Donizetti Opera Festival, al finalizar la ultima función de esta nueva producción de L’elisir d’amore. Después de más de un año de pandemia y superado el sufrimiento de la ciudad de Bergamo, la ciudad italiana que más sufrió las muertes por Covid-19, el renacimiento del Festival ha sido lo más parecido a un ave fénix musical.

Varios fueron los atractivos que se sumaron a la nueva producción de L´elisir d’amore, firmada por Frederic Wake-Walker. Además del debut allí de Javier Camarena, el debut de la jovencísima (¡21 años) soprano italiana Caterina Sala como Adina, y una edición sin cortes, con todas las repeticiones y con un diapasón a 432, a la búsqueda del sonido original del estreno de la ópera en época de Donizetti. 

En efecto, y en palabras del propio Frizza, se ha querido buscar la sonoridad original de la ópera con una orquesta formada por instrumentos de la época de Donizetti, no reproducciones ni copias. Así por ejemplo, originales son el fagot que acompaña la "Furtiva lagrima", los clarinetes, o el fortepiano de la época, el original que acompañaba nada más y nada menos que a la legendaria Giuditta Pasta.

Se ha usado la partitura en la edición crítica de Alberto Zedda y con la afinación de la época de Donizetti a 432 y no a los 440 actuales. A esto hay que sumar un aria añadida para Adina, de la edición Paris de 1839 escrita para la soprano Fanny Tacchinardi Persiani, recuperada para el lucimiento de las capacidades vocales de la joven debutante en el Donizetti Opera Festival, la soprano Caterina Sala. Frizza recuerda que en la época de Donizetti los cantantes debutaban mucho más jóvenes que hoy en día y también han querido recuperar ese espíritu con el debut de la joven cantante originaria de Como.

El resultado fue una función que desde la producción, sencilla y que recrea la fachada del propio Teatro Donizetti y la plaza que tiene delante, se transforma en una declaración de amor a Bergamo y sus habitantes. Así es como los bergamascos, en una recreación de la época de Donizetti asisten a lo amoríos y filtros engañosos de un Nemorino que parece sacado de la serie latina El chavo del ocho, un Dulcamara que trabaja con marionetas, un Belcore de caricatura a lo Commedia dell’arte y una Adina joven, segura de si misma y generosa, que se transforma en la verdadera protagonista de la ópera.

Una producción sin ambiciones que sin embargo enamoró al público y lo hizo partícipe con una introducción hablada, presentada por el actor Manuel Ferreira, quien a modo de maestro de ceremonias hizo ondear unos banderines con las frases del coro que se cantan al inicio del segundo acto: “Cantiamo, facciamo brindisi a sposi così amabili" y "Per lor sian lunghi e stabili i giorni del piacer”. El público participó así al inicio del segundo acto, cantando este fragmento con el coro y haciendo ondear los banderines, en un acto festivo de comunión que tuvo su efecto emotivo y de catarsis después del infierno pandémico que ha pasado la ciudad de Bergamo.

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Este ambiente de comunión se contagió también desde un equipo de cantantes que funcionó a la perfección y que transmitió también una energía especial. Javier Camarena debutó por fin en Bergamo y lo hizo con uno de sus roles fetiche, Nemorino. Un rol que domina por estilo, cuidado en el fraseo, control de la tesitura y el grado extra de expresividad que es marca de la casa como se pudo apreciar en Una furtiva lagrima que fue pura emoción. El hecho de que la afinación fuera a 435 evidenció cierta tendencia del cantante a subir el tono cercano a los 440 habituales, pues el hábito del rol es difícil de mantener en una afinación más baja. El mexicano mostró su desparpajo habitual, sus medias voces impecables, la dulzura de un timbre siempre empático y una simpatía escénica que parece idónea para Nemorino en un nuevo triunfo para el tenor charro.

A su lado deslumbró la insolente juventud de la soprano Caterina Sala como debutante Adina. Ganadora del Concurso Aslisco joven promesa de la lírica en 2018 y habiendo pasado por la Academia del Teatro alla Scala de Milán, a pesar de sus 21 años la soprano sorprendió por el control de sus medios y una seguridad escénica pasmosa. En su aria añadida final, el "Prendi per mi sei libero", pero con la música adaptada a la versión de París para la Tacchinardi Persiani, se pudieron apreciar todas sus características vocales. Facilidad natural en la emisión, color de lírica ligera pero con cuerpo, cierto vibrato metálico en el registro superior, fiato notable, dicción y articulación precisas y un fraseo idiomático transparente. Un canto siempre extrovertido y luminoso que hicieron de su intervención final la gran actuación de la velada junto a la furtiva de Camarena. La ovación del publico con patadas sobre la tarima del suelo fue muy emotiva. Una fuerte apuesta del Festival que habrá que seguir con atención. 

El barítono francés Florian Sempey fue un Belcore sonoro, de tesitura hercúlea y timbre noble y recio. El atractivo timbre de su voz, una actuación teatral irreprochable y un italiano todavía en vías de mejora idiomática, lo convirtieron en un notable Belcore. Teatral y con un particular estilo bufo el Dulcamara de Roberto Frontali. La voz suena mate, pero el dominio del rol es incuestionable así como una tesitura homogénea sin fisuras. Solvente la Gianetta de Anaïs Mejías así como el coro del Donizetti Opera Festival.

Riccardo Frizza abordó la partitura con depurado estilo belcantista, atento a las dinámicas y los matices, acompañó amorosamente a los cantantes y dejó fluir el sonido de los instrumentos originales de la Orchestra Gli Originali. Si la afinación a 435 resta brillantez a la orquestación, esta gana en expresividad, calidez y transparencia, características que la batuta de Frizza remarcó con generosa atención. Un producción que se transformó en un acto de amor a Donizetti, a su Festival y a la ciudad de Bergamo para entonar un imaginario y extrovertido: ¡Larga vida a Donizetti!.

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Fotos: © Festival Donizetti.