La obra maestra de un genio
Barcelona. 06/03/2022. Gran Teatre del Liceu. Debussy: Pélleas et Mélisande. Julie Fuchs (Mélisande). Stanislas de Barbeyrac (Pélleas). Simon Keenlyside (Golaud). Franz-Josef Selig (Arkel). Sarah Connolly (Génevieve). Stefano Palatchi (Un pastor/Un médico). Àlex Ollé, dirección de escena. Josep Pons, dirección musical.
Hacía tiempo que el Gran Teatre del Liceu no presentaba una función tan redonda, practicamente ejemplar en todos sus flancos: voces, foso y escena estuvieron a gran altura en este Pelléas et Mélisande de Claude Debussy, sin duda entre lo más redondo que hemos visto en el escenario barcelonés en los últimos meses.
Hablando con Josep Pons instantes antes de la representación se refería a esta partitura como "la obra maestra de un genio" y no puedo estar más de acuerdo. Pocas obras condensan tanto a través de un lenguaje tan refinado, minucioso y logrado de principio a fin. Nada se echa en falta, nada sobra, una pieza exquisita de principio a fin. Y lo cierto es que Pons se mueve como pez en el agua con este repertorio; son coordenadas familiares para él y exhibió en todo momento un manejo firme de la orquestación del compositor francés, en una lectura de atinadísima contención, con una paleta de colores muy bien administrada.
La lectura de Pons se antoja más reflexiva que dramática, alternando unos pocos instantes de poderosa pujanza con otros de irresistible poesía. Así, la mayor virtud de la dirección de Pons fue su transparencia, casi quirúrgica, logrando que la partitura de Debussy se escuché como a corazón abierto, descarnada y vívida. Además, hacía tiempo que la orquesta del Liceu no sonaba tan confiada en sí misma, sumamente implicada, disfrutando con la música de Debussy.
Para estas funciones Victor García de Gomar ha puesto sobre la mesa un reparto ideal, con dos solistas franceses encarnando la pareja protagonista y con un elenco de secundarios de auténtico lujo. Encabezando el elenco debutaba como Mélisande la soprano Julie Fuchs, protagonista de nuestra última portada impresa. Y lo cierto es que pareciera que Debussy escribió el rol pensando en ella: en su voz, en su carácter, incluso en su físico. Fuchs lo tiene todo para ser una Mélisande de libro y no defrauda ni un solo instante. A su lado, aquejado por un leve aunque molesto resfriado, el tenor Stanislas de Barbeyrac exhibió la voz más modesta del elenco, si bien compensó la faena con un dominio manifiesto del papel -no en vano lo ha grabado recientemente para el sello Alpha-.
Pocos cantantes poseen hoy en día la autoridad del barítono británico Simon Keenlyside, quien atesora ya a su espaldas más de tres décadas de actividad profesional. Intérprete años atrás de la versión baritonal del personaje de Pélleas, estas funciones en el Liceu suponían su primera tentativa con el papel de Golaud. Con un oficio consumado y con unas dotes actorales extraordinarias, Keenlyside brindó de hecho los momentos de mayor tensión dramática de la noche, como en su escena perdiendo los papeles con el pequeño Yniold o en su humillante acusación hacia Mélisande, sacudiéndola por el pelo ante los ojos de Arkel. Qué manera de colorear la voz, la de Keenlyside; qué asombrosa evolución de su Golaud, a lo largo de toda la función. Impagable el artista británico, una vez más.
El bajo Franz-Josef Selig dio una lección de canto, estilo e intencionalidad con su Arkel, paladeando el texto de su parte de un modo verdaderamente exquisito, sumando a ello la contundente presencia de su instrumento, ya entrado en años pero aún contundente, con un grave firme y una media voz aterciopelada. La gran Sarah Connolly resultó todo un lujo para la parte de Génevieve. Su lectura de la carta de de Golaud para Pélleas, al comienzo de la representación, fue un precioso regalo para todo aquel que supiera apreciarlo. Buen trabajo, finalmente, de Ruth González como Yniold y de Stefano Palatchi en los roles de médico y pastor.
La producción de Àlex Ollé, estrenada años atrás en Dresde, ha sido revisada a conciencia para estas representaciones en Barcelona y convence sobre todo por su respeto al libreto original de Maurice Maeterlinck, pero no desde una literalidad puntillosa y rancia sino desde un acercamiento franco al corazón de una obra sumamente compleja y enigmática. La escenografía de Alfons Flores es una de las mayores virtudes de la propuesta, a pesar del insistente rumor que genera el escenario rotatorio con cada cambio de escena. Muy bien iluminada por Marco Filibeck, la propuesta de Ollé genera ambientes inquietantes y perturbadores, apuntando al tuétano de un libreto lleno de interrogantes y símbolos. El resultado es un Pelléas sumamente onírico, auténtico, que invita a la reflexión y que se antoja cómplice del lenguaje musical de Debussy.
Fotos: © David Ruano