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Tan bella y abandonada

Madrid. 05/07/2022. Teatro Real. Verdi: Nabucco. Luca Salsi (Nabucco). Anna Pirozzi (Abigaille). Dmitri Belosselsky (Zaccaria). Michael Fabiano (Ismaele). Silvia Tro Santafé (Fenena). Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Andreas Homoki, dirección de escena. Nicola Luisotti, dirección musical.

Conviene volver una y otra vez a marzo del año 1842, cuando Verdi estreno su Nabucco en el Teatro alla Scala de Milán, en plena efervescencia del Risorgimento. Qué impacto tuvo que causar y qué maduro era ya su lenguaje músical para entonces. Y sobre todo, qué manera de apelar a la conciencia de sus conciudadanos, algo que sería una constante en los sucesivos éxitos del genio de Busseto. Curiosamente, este título, tan popular en su día, no había vuelto a escenificarse en el Teatro Real de Madrid desde hace más de 150 años, en febrero de 1871. Bienvenida sea pues la iniciativa de Joan Matabosch a la hora de restituir una ópera sì bella e perduta (tan bella y abandonada).
 
A pesar de que el rol de Nabucco da título a esta ópera, bien podría decirse que el verdadero personaje principal es el coro, el pueblo hebreo que lleva la acción adelante ya desde la primera escena. El Coro Intermezzo, el coro titular del Teatro Real, tuvo una noche sumamente afortunada. Su 'Va pensiero' fue excelente, no se si tanto como para el bis que se acabó ofreciendo, pero sin duda fue emotivo escuchar una vez más esos encendidos versos. 
 
El barítono italiano Luca Salsi, originario de la provincia de Parma, no pierde ocasión de reivindicarse como uno de los intérpretes verdianos más autorizados del panorama actual. Lo hizo ya hace apenas unas semanas en Les Arts, protagonizando un Macbeth de muchos quilates. Como Nabucco, el barítono italiano estuvo especialmente atinado en los momentos de mayor turbación psicológica del personaje, aquellos que entroncan precisamente con la psique del rol de Shakespeare, como "S'appressan gl'istanti" o "Chi mi toglie il regio scettro?", hacia el final del segundo acto, donde Verdi desarolla ya ese estilo tan propio, el declamar cantando. Por parte de Salsi hubo también frases bellísimas en el dúo con Abigaille del tercer acto. Y su rendición del 'Dio di Giuda' fue simplemente intachable, en plenitud de medios y sumamente matizada, muy atento a resaltar el texto, exhibiendo un legato de primorosa factura.  Salsi fue debidamente ovacionado y no en vano, pues rara vez se escucha un Nabucco tan completo y convincente, en todas las aristas del rol.
 
Anna Pirozzi fue igualmente aclamada, por su indudable dominio y magisterio de la parte de Abigaille, un rol que viene acompañando a la cantante italiana desde los inicios de su trayectoria, hace ahora diez años. Su dominio del rol es palpable y manifiesto, lo mismo en la intrincada página inicial "Anch'io dischiuso un giorno", donde exhibe un hermoso canto legato, como en la cabaletta subsiguiente, "Salgo già del trono aurato", resuelta con desenvoltura y entrega. Su Abigaille, de armas tomar, estuvo especialmente atinada en el dúo con el protagonista, "Oh di qual onta aggravasi". Finalmente, Pirozzi puso un brillante broche a la velada con una intachable versión de 'Su me... morente... esanime', realmente estremecedora y de una extrema pulcritud vocal.
 
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El bajo ruso Dmitri Belosselsky ha perdido empaque y lustro vocal, aunque sigue siendo un intérprete seguro y de indudable autoridad. El tenor estadounidense Michael Fabiano reivindica el rol de Ismaele como un genuino papel de primo tenore. Exhibió una voz bien timbrada, amplia y desahogada en el agudo, con el respaldo de una gran entrega escénica. Fenena estuvo bien servida por la mezzosoprano valenciana Silvia Tró Santafé, una cantante siempre elegante y sumamente profesional. Muy buenas impresiones de Simon Lim como Gran Sacerdote y profesional desempeño de Fabián Lara y Maribel Ortega rematando el elenco.
 
En el foso Nicola Luisotti optó por una versión ciertamente marcial, de tempi incisivos y muy marcados, a veces incluso algo atropellados, con algún concertante al borde del caos, pero siempre atento a las voces, con un sentido de lo cantabile muy presente. Su batuta aportó tensión y lirismo a partes iguales, contribuyendo al buen dramatismo de la velada. Se ofreció por cierto una versión con algunos extraños cortes, como la escena 'Va, la palma del martirio', que el bajo Zaccaria entona hacia el final de la ópera.

Abucheada por el público del estreno, la propuesta escénica de Andreas Homoki, procedente de Zúrich, no tiene en realidad nada digno de ser abucheado. Y esto, en un doble sentido: ni es tan atinada como para no merecer el abucheo ni es tan desafortunada como para habérselo ganado. Homoki plantea una propuesta bastante atemporal, más visual que otra cosa, partiendo de un gran muro verde que domina la escena y que termina por resultar algo agotador en su perpetuo movimiento. Obliga de hecho, el citado muro, a un movimiento excesivo de las masas corales, algo sobreactuada su presencia en varios momentos. Hay, es verdad, guiños divertidos en la propuesta, como la coreografía del coro mientras Abigaille entona "Salgo già del trono aurato". Y por lo general hay un esfuerzo palpable en la dirección de actores, como intentando ir más allá del consabido fresco histórico de resonancias monumentales. En este sentido, la propuesta es más bienvenida que otra cosa, aunque en realidad se antoje bastante superficial.  

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