Anna Pirozzi: "Verdi es el amor de mi vida. Moriré con él"
La soprano Anna Pirozzi es una de las voces más prestigiosas de la lírica internacional de hoy en día. Celebra sus primeros 10 años de carrera cantando Abigaille, de Nabucco, en el Teatro Real. Revive con nosotros su amor hacia Verdi, pero también hacia el bel canto. De todo ello, de labrarse una carrera, de sus inicios, de su presente y su futuro, hablamos con ella.
Diez años de carrera... se dice rápido, pero no sé si se le han pasado igual de rápido...
No, para nada se me han pasado rápido, es toda una vida cantando ya... ¡He cantado tanto y en tantos sitios! Son diez años, sin embargo, desde que debuté en un teatro importante, pero dos años antes yo ya cantaba en los pequeños teatros de provincia y me gusta también recordar esa época. Luego, tras el debut oficial, siempre cantaba Abigaille, Tosca y Aida.
¿Desde el primer momento?
Al comienzo también tuve años de trabajo con papeles pequeños e incluso cantaba en el coro. Mi primer papel, de hecho, fue en Nabucco, pero cantando el personaje de Anna. Canté también Flora de La traviata, la Gianetta de L'elisir d'amore... todo este tipo de roles pequeñitos. Poco a poco iba haciendo carrera, pero de pronto llegó el que fue mi debut, digamos, con la Amelia de Un ballo in maschera y después vinieron en seguida los tres grandes roles que le comentaba: Abigaille de Nabucco, Tosca y Aida.
Celebra estos dieza años de carrera, de hecho, cantando de nuevo Abigaille, esta vez en el Teatro Real. Desde sus primeras interpretaciones del rol, como en aquel Nabucco con Muti en Salzburgo a estos días, ¿ha cambiado su manera de ver el personaje? ¿Quién es Abigaille para usted?
Efectivamente, antes de Muti yo ya había cantado el personaje, pero digamos que con Muti fue la primera vez que realicé un trabajo musical preciso y profundo sobre como abordarlo. En lo musical, aunque no tanto en su parte psicológica. Para mí, Abigaille es una guerrera, casi desde una visión masculina, pero que al final se descubre sensible. Lo único que ella quiere es el amor de su padre, de su hermana... también de Ismaele, pero no es tan importante. Ella mira hacia Ismaele porque le falta el afecto de su padre, de la familia... Es una mujer combativa, fuerte, para poder conseguir ese afecto. Necesita desmostrar a su padre de lo que es capaz por él, necesita complacerle... Después entiende que, en todo ello, comete el error de haber enviado a su hermana a la muerte y haberse aprovechado de ese rayo que golpea a su padre. He de decir que tras cantarla en más de cien ocasiones, todavía no la amo mucho.
¿Por qué?
Porque tal vez ya no sé qué más decir de ella. Sobre todo en las producciones que yo ya he cantado con anterioridad. Con las nuevas, es cierto que intento encontrar puntos diferentes para ver que encuentro de nuevo en ella. En puestas en escena tradicionales, donde se sigue el libreto tal cual es, Abigaille se muestra como le he comentado. Al comienzo es una mujer vengativa, mala, que después realiza su transformación. Así la he hecho siempre y así la sigo haciendo. Los aspectos más nuevos los sigo encontrando a través del punto de vista vocal. Mi voz de hace diez años no es la misma que la de ahora. Ahora es más madura, más oscura... me lo paso bien descubriendo qué cosas nuevas y diferentes puedo hacer con ella en un mismo personaje. Más que la psicología, poner a prueba mi técnica. Me gusta probar cosas nuevas con ellas: fraseo, intención, dinámicas...
¿Y cómo es esta Abigaille de Andreas Homoki para el Teatro Real?
¡Es muy interesante! Siempre está en escena, también cuando no canta. Prácticamente muestra un día en familia, un día en casa. Esta casa se muestra con un muro grande, enorme, altísimo, que ocupa todo el escenario. Todo verde. Yo también voy vestida toda de verde, como el mármol... o quizá también en un guiño a Verdi... ¡y el verde esperanza! Estando siempre en el escenario, asisto a todo lo que dice el padre, la hermana, Zaccaria... es una Abigaille muy presente, que permite ver ese cambio psicológico que venimos hablando. Guerrera al principio, que parece querer pasarse al judaísmo cuando Fenena y Zaccaria realizan la oración, porque ella busca la serenidad, su propia paz interior... Se ve muy bien la Abigaille más humana.
¿Es difícil deshacerse de un personaje como Abigaille, que ha cantado en más de cien ocasiones y dejarle en el teatro? ¿Sin llevárselo a su propia casa?
¡No! ¡Es bien fácil! (Risas). Desde luego, mientras hago la obra, tengo al personaje siempre dentro de mí. Más en producciones como esta, que es bastante compleja. Ya le digo, estoy siempre en escena y llevo un vestido enorme, muy pesado, con el que tengo que tirarme al suelo, correr... ¡con el calor que hace! ¡Y cantar! Aunque siempre he dicho que para mí, cantar Abigaille es fácil.
Como Abigaille yo la he visto, incluso, apagar un fuego que se prendió en el escenario, ¡mientras no dejaba de cantar!
(Risas) ¡Sí! ¡En Valencia! ¡Es que podría cantarla incluso colgada boca abajo! (Más risas).
¿Verdi es un amor para toda la vida?
Absolutamente. Verdi es el amor de mi vida. Moriré con él. Fue mi primer amor en la música, en el trabajo... Me gustaría cantar casi todas las óperas de Verdi, pero no todas están escritas para mi voz, desgraciadamente... me encantaría poder descubrir a todas sus mujeres... ¡Y he hecho bastantes! Por suerte, por delante tengo algunos debuts con él, así que estoy contenta. Por ejemplo la Elisabetta de Don Carlo, que sólo la he hecho, durante la pandemia, en una versión concierto. Ahora la haré como se debe, con su escenografía, su vestuario... ¡estoy feliz! También debutaré otro rol del Verdi más primerizo y lo haré en España, aunque todavía no se puede adelantar... y me gustaría hacer Alice, de Falstaff, aunque fuese una sola vez, por reír un rato, ¡que ya canto bastante drama, siempre llorando! (Risas). También me encantaría debutar I Vespri Sicilianni, una obra que no se hace tanto ¡Y hacerla en italiano!
No obstante, acabo de escucharla cantar la Elvira de Ernani, también de Verdi, y no dejaba de pensar que su voz haría maravillas en Donizetti, ¿no le parece?
Es que luego esta esa otra parte de mí, que siento en la voz y que ya he probado con la Elisabetta de Roberto Devereux. ¡Me siento tan bien! ¡Tan cómoda! También en Norma... ¡O en Il Pirata! ¡Me encanta esta obra! Obviamente yo las ofrezco con un peso vocal diferente a lo que, a menudo, se muestra en los teatros, con voces ligeras. Mi manera de cantarla, mi voz, está más próxima a las versiones más clásicas, como la de Montserrat Caballé. Me encantaría probar de manera continuada en el bel canto, la verdad. Dejar un poco de lado ya este primer Verdi, con escrituras tan complicadas y ahondar en el Verdi más romántico: Trovatore, Aida... Al igual que Turandot de Puccini. No quiero cantar mucho más Turandot. Quiero disfrutar de mi voz, de mis agudos, de la línea melódica que puedo mostrar a través de ella, la dulzura que puedo ofrecer y que he encontrado en el bel canto. Me gustaría hacer las tres reinas Tudor, la Lucrezia...
¿A veces la carrera de un cantante depende demasiado de las decisiones de otras personas?
Al inicio, completamente. Cuando, además, destacas con una serie de personajes, parece que los teatros te marcan con un sello y ya no se fijan en ti para cantar otros roles. Hay personajes que he cantado muchísimo, como Abigaille, que en algún momento tendré que dejar de cantar, y hay otros, como Lady Macbeth, ¡qué quiero cantarlos toda la vida! (Risas). ¡Pero también hay otros! Quiero pensar que, llegado un punto de la carrera, si consigues hacerte un nombre, cantando en todo el mundo, llega un momento en que puedes decidir qué quieres cantar... ¡Y ese momento para mí ha llegado! ¡No digo que vaya a hacer un cambio radical en mi carrera! Pero poco a poco, me gustaría poder ofrecer alguna Abigaille, sí, pero también algún bel canto.
En general, los medios de comunicación, los gestores... el público... ¿escuchamos verdaderamente a los cantantes?
No, la verdad es que creo que no. Y es un problema. Ahora, hoy en día, puedo hablar un poco con los directores artísticos de los teatros. Me gusta hacerles ver qué me gusta y qué pienso que sería bueno para mí, para el teatro y para el público. Creo que el público, si te ama, si le gustas, acepta todo lo que le ofrezcas... ¡siempre que lo cantes bien! Recibe bien que en algún momento quieras cruzar de acera, mirar un paisaje diferente... probar cosas nuevas. El público siempre está más abierto que los teatros.
Tengo la sensación de que usted es una mujer hecha a sí misma. Que ha tenido que bregar mucho para sacar su carrera adelante, habiendo comenzado "tarde"...
Pero mi suerte ha sido esa, yo creo, haber comenzado más tarde de lo habitual. Y siempre he cantado de forma natural, sin artificios, sin oscurecer mi voz ni he necesitado alargar mi centro, acortando mis agudos... Recuerdo, por ejemplo, la primera vez que canté Norma tuve que revisar mi técnica, que estaba más enfocada hacia la presencia vocal, la potencia del primer Verdi... y Norma es mucho más suave, es otro estilo, que rápidamente encontré, respetando mi voz y al personaje. Estoy más que preparada para seguir cantándola a ella, Il Pirata, Devereux...
Sus comienzos como cantante pop, ¿le ayudaron a la hora de cantar lírico?
Realmente no. Yo cantaba de forma natural. Eso sí: Whitney Houston, Celine Dion... cosas que no eran, precisamente, fáciles. De hecho, en el primer examen que realicé para inscribirme al Conservatorio, la única cosa un poco lírica que yo conocía era el Ave Maria de Schubert, porque cantaba en bodas. ¡Desde el jurado me dijeron que yo ya había cantado lírico antes! ¡Y juro que no! (Risas). Me dijeron que tenía una predisposición natural para la lírica y, desde entonces, todo fue fácil de aprender.
¿Y sus inicios en la ópera, en general, fueron fáciles?
No. No fueron fáciles. Llegué más tarde que el resto. Era más mayor y no tenía currículum. Sólo había cantado en pequeños teatros y no tenía ni agencia. Recuerdo que escribí a todas las agencias del mundo, para que me hicieran audiciones... y ninguna me contestaba. Sólo una agencia alemana, para la que canté Oberon de Weber. Me dijeron que cantaba muy bien, pero que mi alemán no era muy bueno, ¡así que adiós! (Risas). Nadie quería escucharme. La edad no me ha ayudado, pero sí lo ha hecho el repertorio, porque no puedes cantar papeles como Amelia, Lady Macbeth, Elvira... cuando tienes 20 años.
Para los próximos 10 años y los que vengan, ¿Qué le queda por hacer en la carrera?
Por hacer... ¡me encantaría ir a Australia a cantar! ¡Volver a Salzburgo! ¡Volver a La Scala! Soy italiana y es un sueño para mí. La temporada que viene debutaré un gran rol para mi voz como es la Medea de Cherubini y lo haré en Grecia. Volveré también al Metropolitan... Y me encantaría, como hemos hablado cantar bel canto, mucho bel canto.
Foto: Noah Shaye.