El inodoro de oro
Amsterdam. 28/01/2023. De Nationale Opera. Händel: Giulio Cesare. Julie Fuchs (Cleopatra), Christophe Dumaux (Giulio Cesare), Teresa Iervolino (Cornelia), Cecilia Molinari (Sesto), Cameron Shahbazi (Tolomeo), Federick Bergman (Achilla), Jake Ingbar (Nireno), Georgiy Derbas-Richter (Curio). Calixto Bieito, dirección de escena, Enmanuelle Haïm, dirección musical. Le Concert d’Astrée.
Se ha estrenado en la Ópera de Amsterdam el nuevo Giulio Cesare de Händel dirigido por Calixto Bieito, montaje que se verá después en Barcelona al ser una coproducción con el Gran Teatre del Liceu. El director, en el programa de mano, había avanzado su fascinación con las intrigas políticas y la lujuria de poder que se halla en la obra, y ha acercado su mira a todo ello. El teatro holandés ha advertido al público asistente de que la representación contendrá escenas de violencia y sexo que a algunos asistentes podrían molestar, por lo que algunos de ustedes ya se estarán diciendo: ¡Ya estamos con los directores modernos, otra vez con lo mismo! Pero seamos sinceros, ¿no es acaso rigurosamente cierto que Giulio Cesare está lleno de estos elementos? ¿Dónde si no se corta la cabeza a un personaje para mandarla de “regalo” a otro? ¿O dónde, nada menos que tres de los personajes, se dedican durane toda la obra a perseguir y acosar de la peor manera a otra de las protagonistas?
Bieito ha creado un universo high-tech con una estructura que gira y se alza, y donde se van proyectando sugestivas imágenes relativas a los subconscientes de los personajes, y donde refleja lo lejos que se puede llegar para obtener el poder. Es el mundo de la élite, de los más poderosos y ricos, de ese 1% de la población que atesora y acapara el 68% de la riqueza mundial, la absurdez y enfermedad del más y más y a quienes ya sólo les queda la ilusión del inodoro de oro, que, como si fuese el mismísimo vellocino, les colma momentáneamente su afán de novedad y “clase”. La idea es estupenda, y hace salir aspectos que están, no cabe duda, en el interior de la obra. Lástima que la realización se tope con bastantes dudas, y la abstracción general en su plasmación provoque cierta frialdad, sobretodo en todo el primer acto, donde el gris tan absolutamente preponderante pesa. Bien es cierto que el montaje ofrece buenos momentos e, incluso, parte para la ironía y el humor, como con la hilarante incorporación de un ventilador en "V’adoro pupille", una de las escenas mejor resueltas por el director en su conjunto.
De Enmanuelle Haim bien podría decir aquello de “veni, vidi, vici”. La directora y clavecinista francesa, que ya ha participado en cuatro producciones anteriores de Giulio Cesare (qué recuerdos con la inolvidable y mítica Cleopatra de la Dessay en París), hace una verdadera creación de la ópera. Verla dirigir es un espectáculo ya en sí mismo, con su gesto y su mirada llenas de intención y mimo. El hábil manejo de las numerosas hemiolias y su manera de marcarlas es incontestable, y la variedad y constante enriquecimiento en el discurso sonoro es primoroso, habiendo conseguido matizar aún mas si cabe sus anteriores interpretaciones de la obra, como demostró ya en la obertura, ablandando y apianando la repetición de la primera sección diferenciándola; o cambiando y jugando con la acentuación de las diferentes ristras de semicorcheas en el fugato subsiguiente. Es pródiga en fustigadores acentos, sobretodo en bajos, y tiene un don especial para crear ambientes difuminados y exquisitos, sacando cuando combiene el color de los instrumentos de viento, como hizo con las flautas de pico en la primera aria de Cornelia “Prima son d’ogni conforto”, o con el mágico traverso en el “piangeró la sorte mia”. Fue, indudablemente, la triunfadora indiscutible de la noche junto a su conjunto Le Concert d’Astrée que sonó de forma extraordinaria. Se notó también una valiosa labor de conjunto con los cantantes, consiguiendo unas ornamentaciones y variaciones en general muy conseguidas en los da capo.
Julie Fuchs hace una meritoria labor, sacando muchísimo partido a un instrumento no especialmente rico per se. La cantante francesa sabe recrearse en la acentuación y el texto; y tiene un modo de hacer muy afín al mundo barroco, abundando en el bello uso del non vibrato puntualmente en notas especiales normalmente tensas armónicamente o apoyaturas, y variando ese vibrato en las notas largas, con lo que entresaca motivos y momentos de forma muy rica con la orquesta. Bello el modo de atacar también muchos agudos en piano, aunque queda la duda de que fuera porque, en la representación a la que asistí, no se le oía a la cantante del todo cómoda vocalmente hablando, pinchando y pasando apuros curiosamente en el "V’adoro pupille", aunque luego supo remontar en "Se pietà di me non senti", y, sobretodo, en un fantástico da capo del "Piangerò la sorte mia" bellísimamente realizado y comunicado.
El Giulio Cesare de Christophe Dumaux quedó falto de dimensión. El cantante empezó de forma fría, y aunque se fué afianzando según avanzaba la representación, la sensación de igualdad en la dinámica prevalece. Muy bello "Dall’ ondoso periglio", eso sí, al final, en el tercer acto de la ópera, dirigido y acompañado por una Haïm en estado de gracia. Pulcrisimo en toda la numerosa coloratura, y seguro y correcto, en cualquier caso. Sorpresa en cambio la producida por Cameron Shahbazi dándolo todo en Tolomeo. Su aria de presentación en la ópera fue un autentico ciclón de energía e intención, sacando muchísimo jugo a la dicción y acentos, y sabiendo comunicar, imantando al público como un grande.
La Cornelia de Teresa Iervolino empezó con la voz sin calentar, estando en su maravillosa primer aria "Priva son d’ogni conforto" sin terminar de encontrase en cuanto a colocación de voz y afinación. Afortunadamente la cantante remontó a continuación, pero, desgraciadamente, no acabó de dar ni encontrar con la difícil, si, y abisal dimensión expresiva del personaje.
Tierno como su lírica voz, el Sexto de Cecilia Molinari. La cantante italiana es muy musical, y consiguió llevarse el gato al agua en una bellísima interpretación de "Cara speme, questo core" arropada por el desnudo violonchelo. Con una conmovedor manera de cantar, la parte b fue un ejemplo de contraste, y elevó el listón como uno de los mejores momentos de todo el primer acto. Tonante y mas bien tosco el Achilla de Frederik Bergman, y justos Georgiy Derbas-Richter y Jake Ingbar como Curio y Nireno respectivamente.
Fotos: © Monika Rittershaus | Dutch National Opera