The People are the Heroes
París. 25/03/2023. Ópera Nacional de París. Bastilla. Adams: Nixon in China. Thomas Hampson (Richard Nixon). Renée Fleming (Pat Nixon). John Matthew Myers (Mao Tse-Tung). Kathleen Kim (Chiang Ch´ing). Joshua Bloom (Henry Kissinger). Xiaomeng Zhan (Chou En-Lai). Valentina Carrasco, dirección de escena. Gustavo Dudamel, dirección musical.
En 1979, el violinista Isaac Stern se convirtió en el primer músico occidental en ser invitado a la República Popular China en tiempos de Mao Tse-Tung. Poco después de ese viaje, vio la luz un documental dirigido por Murray Lerner y titulado From Mao to Mozart: Isaac Stern in China. Entre los testimonios allí recogidos destaca con luz propia el del violinista Tan Shuzhen, vinculado en su día a la dirección del Conservatorio de Música de Shanghai.
El violinista, con una entereza que remueve las entrañas, relata la represión de la que fue víctima durante la llamada Revolución Cultural china, un periodo en el que el régimen de Mao intentó liquidar cualquier manifestación de música occidental. Recluido durante catorce meses en una celda de ridículas dimensiones, oscura y maloliente, sometido a padecimientos sin fin, y todo por haber defendido la práctica y conocimiento de la tradición musical occidental en China. Una vez liberado fue rebajado a trabajar como conserje. Finalmente, Tan Shuzhen fue restituido en su cargo en la dirección del Conservatorio de Shanghai, una vez concluida la Revolución Cultural china.
Para esta nueva producción de Nixon in China en la Ópera de París, con buen tino, la directora de escena Valentina Carrasco sitúa el testimonio de Tan Shuzhen en el centro de su propuesta escénica, que hace pie sobre todo en la llamada ‘Diplomacia del Ping-Pong’, denominación acuñada para describir el deshielo de las relaciones entre la China comunista (aquí representada como 'el dragón') y Estados Unidos (encarnada como 'el águila') que abrió las puertas de la histórica visita al país asiático realizada en 1972 por el presidente Richard Nixon, en la que de hecho asistió a una demostración de tenis de mesa en Pekín. Y es que un año antes, en Japón, habían tenido lugar los campeonatos mundiales de este deporte, en lo que supuso el encuentro fortuito entre los jugadores de China y Estados Unidos.
Sea como fuere, con esta propuesta para la Ópera de París, creo que Valentina Carrasco firma uno de sus mejores trabajos hasta la fecha. Y es que en su mirada hay emoción, humor, contención, exceso, ingenio, realismo, denuncia, proporción… Sin duda un gran trabajo, llamado a quedar como la mejor tentativa hasta la fecha en torno a esta partitura de John Adams, con permiso de la histórica propuesta del Peter Sellars para el estreno de la pieza en Houston en 1987, quince años después de la histórica visita de Nixon a China.
El elenco vocal reunido no podía ser más idóneo, comenzando por el barítono Thomas Hampson, quien encarna a Richard Nixon en un papel que bien podría haberse escrito para él. A sus 67 años de edad, Hampson resiste con un instrumento todavía solvente y con una autoridad escénica más que probada. Y qué maravilla constatar que a la gran Renée Fleming todavía le quedan dosis esa magia que la convirtió décadas atrás en una soprano de culto. Su encarnación de Pat Nixon, esposa del presidente estadounidense, es de una simpatía contagiosa. Su escena en el segundo acto (“This is profectic”) pareció por un momento ser una de esas grandes páginas straussianas en las que Fleming reinó sin rival años atrás. ¡Qué timbre, qué candor, qué artista!
No se quedaron atrás el resto de protagonistas, empezando por John Matthew Myers como Mao Tse-Tung, resolviendo con fortuna una parte escrita con no pocas exigencias vocales. Fantástico asimismo el trabajo de Kathleen Kim como Chiang Ch´ing, la esposa de Mao. Joshua Bloom fue un contundente Henry Kissinger, genial en su grotesco partido de ping-pong con Mao, en el segundo acto. Igualmente solvente Xiaomeng Zhan encarnando a Chou En-Lai,primer ministro de China, y a quien John Adams confía en realidad toda la última escena de la ópera, en un monólogo (“I am old and I cannot sleep”) en el que concluye preguntándose si hay algo de bueno en todo lo que hicieron.
Last but not least, grandísimo trabajo en el foso de Gustavo Dudamel al frente de la orquesta titular de la Ópera de París. El director venezolano logra que una música que podría sonar rígida y repetitiva, obligada por sus lógicas internas heredadas del minimalismo, albergue sin embargo instantes de gran belleza y sorprendente emotividad. La pasión, entrega y denuedo con los que Dudamel defiende la creación de John Adams son realmente encomiables. El resultado es una lectura seguramente histórica de la partitura, reivindicando una vez más el lugar que John Adams se merece en la reciente historia de la música. El compositor, presente en el estreno de esta nueva producción, subió al escenario en los saludos finales, visiblemente contento con el devenir de la representación.
Mención de honor, finalmente, para el coro de la Ópera de París, en cuyos hombros recae parte importante de la responsabilidad de esta nueva producción, con numerosos cuadros corales, coreografiados. Sin duda es muy meritorio su trabajo, porque no es una música fácil de ejecutar y mucho menos con tanto que hacer en escena.
No querría cerrar esta crónica sin destacar el extraordinario libreto de Alice Goodman, realmente inspirado, concentra multitud de reflexiones en torno a unos hechos históricos, los de la visita de Nixon a China, que relatados de otro modo podrían resultar tediosos. Tengo para mí que gran parte de la inspiración de la genial música de John Adams reside, precisamente, en el libreto de Goodman.
Fotos: © Christophe Pelé