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A vueltas con la maternidad subrogada

Baden-Baden. 01/04/2023. Festspielhaus. Strauss: Die Frau ohne Schatten. Elza van der Heever (Die Kaiserin). Clay Hilley (Der Kaiser),. Michaela Schuster (Die Amme). Wolfgang Koch (Barak). Miina-Liisa Värelä (Die Färberin). Vivien Hartert (Ein Mädchen). Peter Hoare (Der Gucklige). Nathan Berg (Der Einarmige). Johannes Weisser (Der Einäugige). Bogdan Baciu (Der Geisterbote) y otros. Lydia Steier, dirección de escena. Kirill Petrenko, dirección musical.

El reloj marcaba las 17.35 horas y todavía podía escucharse a los Berliner, a puerta cerrada, dando los últimos retoques en el foso bajo la batuta del perfeccionista Kirill Petrenko. Recuerdo haber vivido lo mismo en varias ocasiones en la Bayerische Staatsoper de Múnich, donde el maestro ruso fue director musical entre 2013 y 2021. Ciertamente su obsesión va más allá de la perfección, tiene que ver con los infinitos detalles; y es que es tal el grado de atención a los matices con que aborda las partituras que nunca es tarde para un último retoque. Más que una obsesión, para los oyentes esto es un regalo.

Me gustaría bucear en las estadísticas a fondo, pero a priori diría que es la primera vez que la Filarmónica de Berlín aborda esta grandiosa partitura de Richard Strauss. La dirección musical de Kirill Petrenko es absolutamente irrefrenable, de una lógica aplastante en los tiempos y de un dinamismo hipnótico e irresistible. Vigorosa y trascendente, descarnada y conmovedora, fue imposible no emocionarse en varios momentos de un lirismo abrumador, con las cuerdas de los Berliner en estado de gracia. También hubo instantes apabullantes, con un caudal verdaderamente orgíastico de sonido, tal y como Strauss prescribe en su manuscrito. En suma, una versión que cumplió con creces con las altísimas expectativas.

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La directora de escena Lydia Steier abordaba en Baden-Baden su tercer título de Strauss, tras hacer lo propio ya antes con Salome en París y Der Rosenkavalier en Lucerna. Su lectura es una punzante caricatura que parte de una evidencia, la de hasta qué punto se ha reducido la condición femenina al hecho mismo de la maternidad. Ser madre como ser mujer, ser mujer como ser madre. Bien pensado, al fin y al cabo no es otro sino ese el trasunto nuclear de este enrevesado y enigmático libreto de Hoffmansthal.

Obra enigmática, onírica y ciertamente difícil de escenificar, La mujer sin sombra no deja de ser un oscuro y enrevesado cuento de hadas. Steier resuelve con fortuna y dinamismo las más de cuatro horas de música, en el amplísimo y abierto escenario del Festspielhaus de Baden-Baden. Todo comienza en un internado de monjas donde una niña toma el protagonismo y hace las veces de hilo conductor durante la representación. El palacio del Emperador se escenifica entre los brillos y oropeles propios del cabaret. Posteriormente, la casa de Barak y la tintorera no es otra cosa que una fábrica de muñecas, de un llamtivo color fucsia, evocando el universo infantil en clave Barbie. Todo confluye en enturbiar esa idea apuntada, la de la identidad femenina condicionada al hecho mismo de la maternidad.

Es curioso por cierto el encaje entre la propuesta de Lydia Steier y el revuelo suscitado en la opinión pública española por Ana Obregón y el hijo que ha 'adquirido' en Estados Unidos por el procedimiento de la maternidad subrogada, el también llamado 'vientre de alquiler'. Y es que, pensándolo bien y salvando las distancias, Die Frau ohne Schatten parece adelantarse más de un siglo a este asunto, poniéndo sobre la mesa el debate sobre la conveniencia o no de que una mujer haga depender su felicidad de la maternidad acudiendo para ello a la fertilidad de otra mujer. Aunque la idea original de Steier se le deshilacha un tanto conforme avanza la función, hay que reconocerle el arrojo intelectual en este caso.

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Die Frau ohne Schatten requiere un quintento protagonista de mucho empaque. El reunido para esta nueva producción no ha tenido fisura alguna, empezando por la excelente Emperatriz de la sudafricana Elza van der Heever, dueña de un instrumento dúctil y penetrante, de poderoso metal, restallante en el agudo. Es además una actriz más que plausible. Lo mismo cabe decir de su partenaire el tenor Clay Hilley, quien amén de exponer sus dotes de excelente actor, dejó buena muestra de su extraordinario potencial vocal, conjungando el lirismo y el heroismo con pasmosa naturalidad. Qué gusto da escuchar una voz de tenor resuelta, desahogado en la franja aguda, entregado y arrojado, sin tensiones en la emisión. Bravísimo.

Wolfgang Koch volvía una vez más a ser el histórico Barak que ya demostró años atrás en Múnich. Pocos cantantes logran decir el texto de una manera tan extraordinariamente comunicativa, amén de la humanidad del instrumento, de una tersura sobresaliente en sus dos grandes páginas ("Sie haben es mir gesagt" y "Mir anvertraut"). La mujer de Barak recaía en la finlandesa Miina-Liisa Värelä, quien anunció una leve -e inaprecaible- indisposición. Voz caudalosa, de instrumento resistente, intérprete calurosa, me dejó una impresión muy superior a la de su Ariadne en el Liceu en 2021.

Extraordinaria una vez más Michaela Schuster como Die Amme, un rol que lleva años dominando, con esa voz tan singular, sumamente expresiva, amplísima y poderosa en los extremos. Qué gran cantante. Del resto del elenco destacaría la interesante voz exhibida por Bogdan Baciu como mensajero de Keikobad.

En conjunto, una gran noche de ópera, un exitoso estreno para esta décima edición del Festival de Pascua de Baden-Baden, comenzando por la gran versión musical de los Berliner y Petrenko, con un quinteto vocal fabuloso y con una puesta en escena más que digna, a la altura de las circunstancias. El año próximo no hay que perderse la Elektra ya anunciada, con Nina Stemme como protagonista y en una nueva producción firmada por Philip Stölzl.

Por cierto, un detalle que no me resisto a comentar y que apunta un tema del que algún día deberíamos hablar largo y tendido: tanto Kirill Petrenko como Lydia Steier como asimismo Elza van der Heever, Wolfgang Koch y Michaela Schuster pertenecen a la misma agencia, en este caso Lewin Artists. Todos ellos, artistas cuya presencia aquí está perfectamente justificada, precisamente, por méritos artísticos. Pero menuda facturación para la agencia durante este festival, oigan... Esto es algo, en todo caso, que en España sucede cada dos por tres con agencias locales y foraneas (Lerín, Macheda, Ariosi...). Un día deberíamos abrir ese melón, pero no me parece a mí que muchos directores artísticos vayan a querer... 

Fotos: © Martin Sigmund