Currentzis Auditorio Zaragoza IreneMas 

Separar lo inseparable

Zaragoza. 12/05/2023. Auditorio de Zaragoza. Obras de Richard Strauss y Piotr I. Chaikovski. MusicAeterna. Teodor Currentzis, dirección musical. 

El pasado viernes el Auditorio de Zaragoza acogió el comienzos de la primera gira de una orquesta rusa por España tras el inicio de la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin. El concierto, no obstante, pendió de un hilo hasta horas antes de abrirse las puertas de la Sala Mozart. Hasta tal punto que el consistorio zaragozano consultó con el Ministerio si debía o no llevarse a cabo. La respuesta fue clara: no existen vetos a artistas por parte de este Gobierno ni esta orquesta ha sido vetada por la Unión Europea. De modo que el concierto salió adelante con total normalidad, con un aforo no demasiado bollante pero con un público cálido en su acogida a los músicos, ajeno el respetable seguramente a todo este debate de fondo.

Antes de entrar en harina, con la valoración propiamente musical de la velada, permítanme un excurso sobre un asunto inevitable ante esta gira, precisamente en este momento, en estas circunstancias. Y es que llevamos mucho tiempo a vueltas con el eterno debate de la relación entre el hombre y el artista, entre el ser humano y el creador. Cúantos hombres despreciables son en cambio artistas admirables; sigo pensando por ejemplo que Plácido Domingo es uno de los mayores artistas del último medio siglo pero se me hace ya muy difícil, casi imposible, admirarle. Grandes icónos de la dirección del siglo XX, desde Furtwängler a Karajan pasando por Bernstein, Celibidache, Kleiber o Levine... distaban mucho -pero mucho en algunos casos- de ser personas admirables. Y no vamos a cuestionar a estas alturas su importancia artística, ¿verdad que no?

Y sin embargo la cuestión sigue abierta y nos apela una y otra vez. Como es bien sabido, la ocasión más reciente vino urgida por la invasión rusa de Ucrania, un acontecimiento que obligó a muchos artistas a posicionarse y dejó al descubierto la incomodidad con la que muchos de ellos gestionan todavía hoy esta cuestión cuando les afecta en primera persona. No debemos olvidar aquí que cada persona es un mundo y que se nos escapan, a buen seguro, mil variables que dificultan a veces una toma de posición más tajante y explícita, precisamente en una Rusia donde las represalias son moneda de cambio corriente. Sea como fuere, Teodor Currentzis fue uno de esos artistas a los que resultó palpablemente incómodo tomar posición.

En Europa, más específicamente en Alemania, se han llegado a cancelar varias citas con Currentzis en los meses anteriores. Y se apunta para ello, una y otra vez, a sus vínculos con algunos notables magnates rusos, como el lider de Gazprom, la mayor empresa gasística del mundo y que cuenta con un ejército privado que ha servido en Ucrania a las órdenes de Putin. Pero se ha hablado también del banco ruso VTB, al parecer uno de los principales sostenes económicos de MusicAterna, y lo cierto es que Currentzis ha sido tibio siempre en sus declaraciones sobre la invasión rusa de Ucrania, como lo fue Anna Netrebko en un principio, sin ir más lejos. Para rizar el rizo, el pasado mes de agosto Currentzis llegó a impulsar incluso una nueva orquesta, bajo el nombre de Utopia, y que iba a contar únicamente con benefactores europeos, como queriendo limpiar su imagen.

En este sentido, cada uno marca (marcamos) sus límites, sus propias líneas rojas, y la opinión pública nos juzga por ello, lo queramos aceptar o no. Me gustaría no obstante ir un paso más allá y hablar de lo que sería deseable, que desde luego dista mucho de la realidad con la que con frecuencia nos debemos conformar. Pero a menudo se avanza dibujando un horizonte deseable hacia el que caminar. Por decirlo en pocas palabras: admiro a Currentzis como músico -no siempre, pero me parece un artista indudablemente dotado de talento-; y ojalá pudiera admirarle también como persona -algo que en este momento no siento, no puedo sentir, como sin embargo sí lo siento por otros artistas como Lisa Batiashvili, Kirill Petrenko, Dalia Stasevska o Vladimir Jurowski, por citar apenas cuatro-. Insisto en la idea: no necesito admirar la talla humana de un músico para apreciar su valía artística, pero me encantaría poder sumar mi admiración por su persona a mi admiración por su arte.
 
En el seno de esta misma redacción de Platea Magazine debatimos si tenía sentido cubrir estos conciertos, si no sería visto esto como un respaldo hacia Currentzis y su tibieza. Yo lo tuve claro: nuestra labor es informar y aprovechar los hechos, como he intentado hacer en estas líneas, para abrir debates y sugerir reflexiones. No estamos aquí para dar lecciones a nadie, ni siquiera de música, pero desde luego no somos un proveedor de lecciones morales. Es difícil separar lo inseparable, sobre todo cuando ello implica frivolizar con el dolor y sufrimiento de cientos de miles de personas. Pero la dura evidencia es que hay que aprender a vivir en la contradicción, en la duda, en la incertidumbre. ¿Hipocresía? Ni más ni menos que la dosis diaria con la que nos desayunamos cada día, en una decena de frentes informativos.
 
Vayamos no obstante con el concierto en cuestión que nos ocupa. Resultó elocuente y nada casual que Currentzis optase por abrir el concierto con la Metamorfosis de Richard Strauss, una pieza para veintitrés instrumentos de cuerda que el autor alemán compuso precisamente a las puertas del fin de la Segunda Guerra Mundial, siendo estrenada en Zurich en enero de 1946. La pieza, en su tramo final, hace pie en un característico motivo de la marcha fúnebre de la 'Heróica' de Beethoven, lo que hizo de la partitura una suerte de luto y lamento ante la cultura arrasada por la barbarie. Por eso digo que no fue casual su inclusión en este programa, como si Currentzis buscara enmendar así un tanto su tibieza antes mencionada.

De esta pieza de Strauss, en manos de Currentzis, escuchamos una versión refinadisima en su concepto del sonido, apuradisimas las texturas, matizado el vibrato, de detallada dinámica. Pero me sobró, francamente, todo el teatro alrededor. Me refiero a que me pareció del todo innecesario situar a los violines sentados en una tarima para que se incorporase a la plantilla despues, progresivamente, conforme llegaba su turno de intervenir. Currentzis trabaja muy bien el efectismo, se mueve cómodo en las lindes del espectáculo, pero lo hace por ejemplo en unas coordenadas muy distintas de las de la teatralidad de Petrenko, hace una semana con los Berliner, en este mismo escenario

La Patética de Chaikovski es una de esas partituras tan escuchadas, tan explotadas por programadores y promotores, que resulta verdaderamente difícil encontrar un concierto en el que se ofrezca una versión de la misma con alma y con genuino interés. No fue el caso de esta que nos ocupa, en manos de Currentzis y su orquesta. Y es que el suyo fue un ejercicio de ejecución virtuosa, muy espectacular en diversas páginas, pero apenas emotivo, con más dosis de artificio que de pasión. Explosivo y muy bien administrado el climax hacia el final del primer movimiento, por ejemplo; vigoroso y electrizante el tercer movimiento, casi paroxístico en su ejecución; y precipitado, sin aire ni alma, el último y demoledor de los cuatro movimientos. MusicAeterna es sin duda una formación virtuosa, reclutada por Currentzis a su imagen y semejanza, integrada por cierto por músicos de una decena de nacionalidades, incluídos unos pocos españoles. Su sonido es admirable y su director sabe ponderar muy bien a sus solistas y secciones, pero qué quieren que les diga, no escuche en esta Patética nada realmente nuevo, nada realmente emocionante, por mucho que el intenso gesto de Currentzis en el podio pareciera apuntar lo opuesto.

Foto: © Irene Mas