Distancias cortas
Valencia. 13/05/2023. Palau de Les Arts. Monteverdi: L´incoronazione di Poppea. Jacquelyn Stucker (Poppea). Nicolò Balducci (Nerone). Mariana Sofía (Ottavia/ Virtù). Alberto Miguélez Rouco (Ottone). Alex Rosen (Seneca). Joel Williams (Arnalta/ Nutrice/ Famigliare I/ Damigella). Rosa Dávila (Fortuna/ Drusilla). Pilar Garrido (Amore/ Valletto). Jorge Franco (Lucano/ Soldato I / Famigliare II). Maximiliano Spósito (Liberto/ Soldato II). Carlos Reynoso (Littore/ Famigliare III). Cappella Mediterranea. Ted Huffman, dirección de escena. Leonardo García Alarcón, dirección musical.
Tras su estreno el pasado verano en Aix-en-Provence, convenientemente reseñado en estas páginas por Javier del Olivo, llegaba ahora a Les Arts la producción de L´incoronazione di Poppea de Monteverdi a cargo de Ted Huffman, con dramaturgia de Antonio Cuenca Ruiz, y con Leonardo García Alarcón y su Cappella Mediterranea nuevamente en el foso, como ya sucediera en el festival galo. El resultado ha sido excelente, compaginando algunos solistas ya presentes en Aix con algunas jóvenes voces procedentes del Centre de Perfeccionament. Qué bien ha hecho Les Arts, por cierto, escenificando este título -y esta producción en concreto- en el Teatre Martin i Soler. Cuanta falta le hacen a la ópera los espacios pequeños, las distancias cortas.
La producción del citado Ted Huffman es interesante por varios motivos. El primero de ellos, por su inteligente austeridad, haciendo más con menos, demostrando hasta qué punto una buena e incisiva dirección de actores es más valiosa y eficaz que una escenografía espectacular -aquí, la de Johannes Schütz, es realmente mínima-. Así, con los medios justos, apoyándose en el vestuario de Astrid Klein, la iluminación de Bertrand Couderc y un mínimo atrezzo, Huffman consigue desarrollar tensiones entre los personajes, recrea instantes poéticos, y pinta cuadros de evidente belleza plástica. No se puede pedir más a un trabajo que logra poner en valor el texto, la música y los personajes, sin pretenciosidad alguna, con una naturalidad que a veces se echa de menos en los grandes escenarios.
Aunque estamos ante una obra coral, el peso de la representación recae sin duda en la intérprete de Poppea, en esta ocasión la soprano estadounidense Jacquelyn Stucker, realmente extraordinaria, sin duda una cantante a seguir de cerca. Y es que pocas veces se ve a alguien vivir un papel con esa intensidad, con esa verdad. En su Poppea hubo intención, exquisitez, entrega… una espléndida creación, vivida en cuerpo y alma. Vocalmente es intachable, resolviendo toda la parte con una naturalidad abrumadora. En escena su Poppea es sensual, sexual, y no se siente culpable por ello, como no se acompleja ante su vívido afán de poder y su deseo de ser coronada emperatriz. Un retrato moderno y empoderado de un papel a veces reducido al cliché de una despiadada femme fatal, como la propia Jacquelyn Stucker ha explicado en sus redes sociales.
En la parte de Nerone, el joven contratenor Nicolò Balducci dio una réplica a la altura, con un instrumento bien timbrado, de proyección algo limitada, pero manejado con gusto, incisivo en su manejo del texto y actuado con denuedo. Un profesional conun interesante recorrido por delante. Poderosa asimismo la Ottavia de Mariana Sofia, exhibiendo un timbre bello y terso, de emisión calurosa, realmente apasionada en su "Addio, Roma!".
Más que correcto el Ottone de Alberto Miguélez Rouco, quien asombra a su aún temprana edad, compaginando su trayectoria como contratenor con su desempeño como director en el foso, como pudimos comprobar hace apenas unas semanas en el Teatro de la Zarzuela, en La violación de Lucrecia de Nebra. Quizá no sea un actor descollante, y quizá tampoco esté llamado a ser un vocalista virtuoso, pero cumplió con creces con su parte, plegándose bien al personaje tal y como Ted Huffman lo presenta en su propuesta.
Extraordinario el tenor Joel Williams como Arnalta/Nutrice, sensacionalmente travestido, realmente cómico con su altura -parecía Mary Santpere, por momentos-, manejando a placer su bien timbrado instrumento. Espléndido también el Seneca de Alex Rosen, esmeradísimo en la escena de su muerte, y exhibiendo un material rotundo y genuino de bajo.
Buena labor de Rosa Dávila en su doble desempeño como Fortuna/Drusilla, lo mismo que Pilar Garrido como Amore/ Valletto. Jorge Franco supo aprovechar bien su intervención como Lucano, mostrando un timbre grato y de emisión desenvuelta, amén de un firme compromiso escénico, lo mismo que sus compañerosMaximiliano Spósito (Liberto/ Soldato II) y Carlos Reynoso (Littore/ Famigliare III).
La versión musical impulsada por Leonardo García Alarcón al frente de su Cappella Mediterranea fue bastante personal. Vibrante y teatral en todo momento, destacó sobre todo en el acompañamiento de los pasajes más líricos -bellísima la escena del sueño de Poppea, por ejemplo-, primando siempre la teatralidad sobre el puro lucimiento de sus músicos. El clavecinista y director argentino comanda la representación sin complejos, con un gesto detalladísimo, dando prácticamente cada entrada no solo a los solistas sino también a sus atriles. Y lo cierto es que la velada fluye con una naturalidad fascinante, con un sonido terso y nítido; el broche perfecto a un espectáculo redondo en Les Arts.
Fotos: © Mikel Ponce
