Maestranza Tosca Villalboos 11

De la política

Sevilla. 11/06/23. Teatro de la Maestranza. Puccini: Tosca. Yolanda Auyanet (Tosca). Vincenzo Costanzo (Cavaradossi). Ángel Ódena (Scarpia). David Lagares (Angelotti). Enric Martínez-Castignani (Sacristán). Albert Casals (Spoletta). Sciarrone (Alejandro López). Julio Ramírez (Carcelero). Hugo Bolívar (Pastor). Nacho Gómez (Pier Paolo Pasolini). Coro del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Gianluca Marcianò, dirección musical. Rafael R. Villalboos, dirección de escena.

Haciendo uso de su libertad de expresión, al comenzar el segundo acto de Tosca en el Maestranza de Sevilla, una señora se desgañitaba: "libertad de expresión, qué mierda". Es la paradoja de la discordancia. Qué absurda y peligrosa sociedad estamos dando forma hoy en día, ¿no les parece? Repudiar la libertad sobre la que te sostienes, para intentar acabar con la de los demás. ¡Con la libertad del artista! Porque tengo la convicción de que aquella señora, como gran parte del público que abucheó la producción de Rafael R. Villalobos ya desde sus funciones en Barcelona, aparte de ser pocos aunque muy sonoros, apuntaban, antes que al resultado final, a lo que el propio regista significa y representa. A sus condición sexual, política, artística...

Tal vez aquella señora, en realidad, reivindicaba su propia libertad de expresión... para atacar la del artista, censurarlo y repudiar, al mismo tiempo, a los músicos que le están dando vida, impidiéndoles desarrollar ese arte que supuestamente defiende. Una lástima añadida, en cualquier caso, que esas fuerzas viscerales no fueran empleadas por dicha parte del público para apoyar a la orquesta que ocupaba el foso, la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, que a punto ha estado de desaparecer como la conocemos durante la huelga que han llevado a cabo recientemente. Los intereses y prioridades de cada uno, supongo. En cualquier caso, insisto, en la función del 11 de junio se trató de cuatro gritos aislados, tapados por un aplauso mayoritario. El odio, que tantos han hecho suyo aunque no les sea ni propio, siempre resulta más ruidoso. Qué le vamos a hacer. En cualquier caso, tras treinta años ya acudiendo, sintiendo y viviendo a través de la ópera, una parte de mí no deja de tener la sensación de que gran parte de esas personas deciden reprobar esta Tosca de la misma forma que deciden elogiar otras propuestas: porque toca. Porque el poder fáctico de turno así lo ha señalado. Del mismo modo que se entra ya predispuesto a escuchar o ver con buenos ojos al cantante "x", cante como cante. El círculo de amistades, las redes sociales, los medios de comunicación... Y ahí ya la paradoja es circular, porque si alguien ha perdido su libertad de expresión, esos somos los medios de comunicación.

Desentiéndanse, todo es política. Todo puede tener su relevancia, su análisis como tal. Cada decisión que tomamos para, por ejemplo, acudir a escuchar una ópera, viene derivada de cuestiones políticas, ideales, creencias y valores. El título que escogemos y, sobre todo, el que no escogemos. Lo que pagamos y lo que, sobre todo, podemos o no podemos pagar. Cómo llegamos hasta el teatro. Desde una localidad cercana. Desde el centro de la ciudad. En coche. En metro. Hasta la elección del asiento en el suburbano, de tomar la opción de sentarnos y cómo hacerlo. Por supuesto, en cuanto al arte como tal, cabe la opción de disfrutar del este no más que a través de su concepción estética, pero es mucho más probable que nos transforme cuando lo recibimos, de forma más o menos evidente, a través de lo social. Y uno puede no querer se transformado, agitado o impresionado siquiera, sólo faltaba. Y que al resto nos importe muy poco su opinión y no la necesitemos en mitad de una función, también.

Maestranza Tosca Villalobos 3

Más allá de las butacas, la propuesta de Rafael R. Villalobos para la Tosca de Puccini, me atrevería a decir... es bastante tradicional. ¡Hasta pone los candelabros al cadáver de Scarpia! Sostienen las velas dos efebos desnudos, sí, pero es lo de menos. Muchas de las fórmulas o puntos de anclaje de esta producción no son novedad y las fórmulas empleadas, en 2023, no tendrían que escandalizarnos. El propio Scarpia es un sádico, sí, como en tantas otras visiones. Tosca lucha consigo misma... incluso detalles a priori menores como la asistencia del sacristán al fusilamiento de Cavaradossi o el comportamiento de Spoletta y Sciarrone. No obstante, creo que el mayor logro de esta firma es cómo cada personaje trabaja, utiliza la palabra, sobre la que se apoyan todas las apariciones de esta historia. Lo dicho... y los silencios, hacen de estos personajes aún más humanos, poliédricos. De hecho, Villalobos se afana en dotarles a ellos y a la trama de vértices y planos. En ocasiones, diría, demasiados como para contener el perfil de los protagonistas. Hay, por supuesto, numerosos detalles que se escapan a un primer razonamiento o sentimiento al ver la propuesta por primera vez. Y eso... eso también es maravilloso. Querer entenderlo todo en el teatro con una sola noche es pura entelequia y un equilibrio sobre el alambre en el que, muchas veces, los críticos nos desquiciamos.

Por supuesto, Tosca y Cavaradossi se muestran en su vertiente más política que amorosa, porque es lo que viene a significar, al fin y al cabo, el libreto de esta ópera: política. Lo digo siempre que escribo sobre ella. El duo de ambos en el primer acto es un ejercicio de complicidad por encima de pasiones y otras vertientes del amor. Son dos artistas entregados a su arte y, con él, a su compromiso social en un momento palpitante de la historia italiana. Y de ello tira Villalobos para unirlo a la vida - y muerte - del cineasta Pier Paolo Pasolini. Es un añadido, ciertamente. Tran pronto es él como podría ser, por ejemplo, Carlo Levi, Antonio Gramsci... O Lorca, si me apuran. Nada que pueda llegar a escandalizar hoy en día. Sin embargo, la sustracción del coro durante el primer acto o la fórmula empleada con Scarpia durante el Vissi d'arte de Tosca sí me parecen, quizá, más llámativos y cuestionables.

Con todo, la acción se sostiene en una de las ideas escénicas más bellas que he visto para Tosca en todos estos años. Firmada por Emanuele Sinisi, mismo responsable de la escenografía de la reciente La violación de Lucrecia, de Villalobos (vestuario de este mismo) e iluminación de Felipe Ramos, se suma a las maravillosas pinturas de Santiago Ydáñez, recreando un bello, práctico, efectivo, efectista resultado arquitectónico y estético que funciona con especial acierto a lo que uno espera sobre el escenario en los códigos contemporáneos a 2023.El tercer acto, emulando el coliseo romano con la frase superior "Roma o morte", es bella y poderosamente impactante.

En el plantel de cantantes, tres protagonistas cuyas voces podrían resultar, en principio, no tan idóneas sobre la partitura para sendos papeles: Tosca, Cavaradossi y Scarpia, pero que con el buen hacer, arte y profesionalidad de cada uno de ellos, sacan adelante a unos personajes bellos en lo vocal, creíbles, factibles en lo dramático. Yolanda Auyanet se ha ganado, a base de una carrera digna de elogio, el poder cantar un papel como Tosca desde sus mimbres propios. Obviamente el grave se muestra algo más desguarnecido, pero el fraseo, el juego de la palabra dada, es irreprochable. Qué maravilla cuando se ofrece un Avanti a lui... tan propio. Bella, muy bella igualmente, su aria central, Vissi d'arte, fuertemente aplaudida por el público, al igual que en los saludos finales. De modo similar ocurrió con el Cavaradossi de Vincenzo Costanzo, que dió en todo momento lo mejor de si mismo y de su instrumento. Muy bien ofrecido desde lo dramático, busco el recoveco de lo que sus medios permiten a la hora de crear dinámicas y colores. Y expresivo, vehemente, de voz recia el Scarpia de Ángel Ódena.

Muy buenos los comprimarios y secundarios escogidos, encabezados por el sobresaliente Angelotti de David Lagares, humano y sufriente, y el notable Sacristán de Enric Martínez-Castignani, erigido en un perfil menos caricato de lo habitual, pero igualmente efectivo y disfrutable. Para todo ello, desde la orquesta (y situado quien escribe en fila 1 de patio de butacas), acompañó con especial sutilidad Gianluca Marcianò a la batuta. Sin excesos, fluyendo y guiando a todos ellos con cuidado mimo.