Lucia Lammermoor Macerata Iniesta Milena Imbrescia© Marilena Imbrescia.

La locura y el ingenio

Macerata. 12/08/23. Sferisterio di Macerata. Donizetti: Lucia di Lammermoor. Ruth Iniesta (Lucia di Lammermoor). Dmitry Korchak (Edgardo). Davide Luciano (Enrico). Mirco Palazzi (Raimondo). Paolo Antognetti (Arturo). Gianluca Sorrentino (Normanno). Natalia Gavrilan (Alisa). Coro lirico marchigiano "V. Bellini". Orchestra Filarmonica Marchigiana. Jordi Bernàcer, dirección musical. Jean-Louis Grinda, dirección de escena.

La vida son momentos unidos entre sí. Sensaciones, emociones y pensamientos que adquieren una especial relevancia en un momento dado del recorrido, personal o colectivo. En las últimas semanas de nuestra política hemos visto múltiples ejercicios de cómo exprimir, por ejemplo, uno de los refranes más clásicos y conocidos de la tradición oral castellana: "Más sabe el diablo por viejo que por diablo". Es una gran verdad que el tiempo se encarga de poner en valor, en cada ocasión... y que, en el apartado que nos atañe, el cultural y musical, volvía a mi realidad escuchando, primero, a Ruth Iniesta como Lucia di Lammermoor en el Festival de Macerata, y escribiendo, unos días después, en los recuerdos sobre la carrera de Renata Scotto, quien nos acaba de dejar.

Dos ejemplos sublimes, la una me llevaba a la otra, de cómo aplicar la voz, el drama y las formas propias a aquello que se canta, pero también la inteligencia, la experiencia que no todos los cantantes han sabido aplicar al escenario. Anteponer la música a una misma. La Lucia de Ruth Iniesta es el ingenio adherido a la locura. Volvía al rol, una vez más, tras debutarlo hace seis años, en el Comunale di Bologna, y de entonces a ahora pareciera que no hubiera dejado de cantarlo en cada temporada. Su canto se pliega al recoveco, a la belleza del pequeño detalle, en una expresión siempre propia que busca diferenciarse respetando toda la esencia del bel canto. Su cierre de la primera parte del aria de la locura, con sus tres ascensos - y armónica de cristal -, fue algo fastuoso que volvió a sorprender a quien escribe, siendo esta la ópera la que más veces he escuchado sobre los escenarios. Un auténtico placer regresar a la Lucia de una soprano que sigue sumando papeles en su carrera, pero que sigue teniendo las melodías de los románticos italianos como punto de partida: Lucia, Elvira, Violetta, Norina, Adina, Gilda, Giulietta, Rosina... a la vuelta de la esquina le espera Amina, de La sonnambula, donde se esperan de nuevo la locura y el ingenio.

Tras escucharle últimamente en dos papeles endiablados e intrincadísimos como son el Gualtiero del Pirata belliniano y el Ramiro de la Cenerentola rossiniana, encuentro aquí a Dimitry Korchak como un Edgardo desenvuelto, de bello timbre, seguro de sí mismo y que, en sus posibilidades, va a por todas. Buscando siempre el sonido más amplio posible, persigue agudos y sobreagudos de tradición que terminan por empañar demasiado la línea de canto, como pudo apreciarse en su primer dúo con la soprano o al comienzo de su página final. Completaba el trio protagonista el Enrico de Davide Luciano, quien acaba de protagonizar Don Giovanni, junto a Iniesta, en Les Arts de València. De nuevo, sumó a su personaje medios vocales y profundidad dramática, redondeando un Enrico de primer nivel. Completaron el reparto unos secundarios donde destacaron el Arturo de Paolo Antognetti y la Alisa de Natalia Gavrilan.

La producción presenta una idea de Jean-Louis Grinda que se muestra, en cierta medida, fiel a la tradición. De toda ella, donde vuelven a aparecer donde vuelven a aparecer las aguas que se tiñen de rojo y un fantasma que parece la Virgen de Lurdes en la narración de Lucia, lo que más destaca es el precioso vestuario del chileno Jorge Jara, mucho más elocuente que cualquier otro esfuerzo escénico realizado durante la noche, en un escenario realmente enorme, que necesita de una espectacularidad de medios afines al lugar al aire libre donde está teniendo lugar la ópera. De hecho, se trata de una coproducción con Chorégies de Orange, donde se verá próximamente. Y tampoco es que la visión de Grinda sea estática. Los cambios de escena y las diferentes atmósferas están conseguidas con apenas elementos escénicos, mientras que al final - atención spoiler -, Edgardo acaba sacando el cadáver de Lucia de su tumba y termina por irse tan campante del cementerio.

Desde el foso, sustituía al previsto Francesco Ivan Ciampa el alicantino Jordi Bernàcer. De indudable maestría desde el foso, como ha demostrado en tantas ocasiones, ese deleite suyo en los tempi degustados para el bel canto hizo aquí un tanto aguas ante una orquesta que no acompañó como se necesitaba en numerosas ocasiones, con desajustes notorios al comienzo de la noche. No ayuda, además, la disposición demasiado extendida a lo largo del escenario, que termina por desdibujar la corriente sonora, su universo, demasiado desgranado. Aquí va a hacer falta, quizá, menos locura y más ingenio.