davidsen zarzuela rafa martin cndm1© Rafa Martín.

Han abierto las rosas

Madrid. 09/10/23. Teatro de la Zarzuela. CNDM Ciclo de Lied. Obras de Grieg, Berg, Schubert y Sibelius. James Baillieu, piano. Lise Davidsen, soprano.

El Teatro de la Zarzuela es único en el mundo por el género al que se consagra en la mayoría de sus noches, pero también porque, desde hace más de siglo y medio, por él han pasado los grandes nombres de la música por circunstancias de lo más variadas: desde Maria Callas a Luciano Pavarotti pasando por Daniel Barenboim, Lola Flores o, por poner sólo unos ejemplos más y dado que ahora rendimos homenaje a ambas, Alicia de Larrocha y Victoria de los Ángeles. De hecho, la primera organizó aquí una celebración en honor a la cantante, a finales de 1998, en el que tocó a cuatro manos junto a Joaquín Achúcarro una nueva transcripción de la música de Pau Casals a cargo de Xavier Montsalvatge para la ocasión. Es que este Teatro lo tiene todo.

Siguiendo aquella estela, que aún perdura, ha tenido lugar el debut de la soprano noruega Lise Davidsen en esta casa, a través del Ciclo de Lied organizado ahora por el CNDM y que alcanza con esta su edición número treinta. Desde luego, la voz de Davidsen, no descubro ya nada nuevo, es una entre un millón. Un instrumento tan grande y ancho como luminoso, que curiosamente encuentra en el Lied una exquisita vía de expresión, gracias al cuidado del detalle, del recoveco y las dinámicas. Así lo he ido pudiendo comprobar a través de recitales, acompañada de piano u orquesta, con Wagner, Strauss o Grieg en el programa. Lo que muchos suelen apuntar sobre que las voces grandes no pueden o no tienden a matizar... con Davidsen queda absolutamente descartado.

Lo de la noruega no es epatar por epatar, no es el efecto de una bofetada sonora, es el impacto de una emoción. En una voz grande, sí, pero que se despliega de forma inteligente en la narrativa, siempre gustosamente acompañada y acentuada en el piano de James Baillieu. Para esta ocasión, la noche comenzó con una primera vez: Fem Digte af Otto Benzon (Cinco poemas de Otto Benzon), de Grieg, con un naturalismo y simbolismo de corte escandinavo. "Nosotros tenemos otra forma de expresar nuestros sentimientos algo diferente a la de aquí", venía a decir más tarde la cantante, micrófono en mano. La velada encontró mayor calor y color en la mirada de Alban Berg con sus Sieben frühe Lieder (Siete canciones de juventud). Especialmente en el despliege de rosas que demostró en sus ascensos y descensos en las franjas aguda y grave, y sutil juego de dinámicas en El ruiseñor. "Ha sido cosa del ruiseñor, que ha cantado toda la noche; con su dulce canto, que suena y resuena, han abierto las rosas". Oda amorosa y Días de verano concluyeron la primera parte con aires de oscuridad y grandeza hacia la épica de unos medios extraordinarios.

No obstante, fue en la segunda parte donde Davidsen encontró los aplausos más encendidos, especialmente ante un Schubert modélico, expresivo, siguiendo ese camino de rosas con A la música, la sorprendente (primera vez que la escuchaba en directo) La joven monja o las narrativas Margarita en la rueca y El rey de los alisos, con todo el maravilloso manejo de voces en ese apuntado juego de la épica, magistralmente contrastado con la canción posterior: Letanía en la fiesta de los difuntos. Tras la, vista desde coordenadas mediterráneas, frialdad emocional de Sibelius con sus Fem Sanger (Cinco canciones), en un camino aburguesado de los afectos (por algo Pasolini no soportaba a Bergman, supongo), el recital se cerró con otra novedad en el Ciclo de Lied y, sin embargo, partitura bien conocida del compositor: Svarta Rosor (Rosas negras). Calor, oscuridad, épica. Esta ha sido una noche histórica.