Sabina Puértolas: "Cuando empecé a cantar para mí es cuando comencé a disfrutar de mi voz"
La soprano navarra Sabina Puértolas arranca la temporada protagonizando sendas óperas tanto en la Ópera de Oviedo como en el madrileño Teatro de la Zarzuela. Entre la Anna Bolena de Donizetti y Marina de Arrieta, hablamos con ella de bel canto, de sentirse libre y del significado de una profesión harto compleja como es la de cantante lírica.
La veo en un buen momento.
Es que lo estoy. Una vez que maduras, no en el sentido de hacerte mayor como tal, sino en el de que consigues crecer desde tu interior, desde que miras el canto desde dentro y no desde fuera, todo lo vives mejor. Cuando aprendes a cantar para gustarte a ti mismo, para disfrutar tú antes que por el hecho de gustar a los demás, te quitas mucha presión que no sirve para nada. Puedes enfocarte en objetivos concretos que tú misma escoges como artista, no los que te marcan los demás.
Suena muy liberador.
Cuando empecé a cantar para mí, es cuando comencé a disfrutar de mi voz. Y al cantar con mi voz como tal, sin imitaciones y sin prejuicios o juicios ajenos. Nunca pensé que mi voz era grande, por ejemplo. Y sin embargo, en las últimas cosas que he hecho, he visto que mi voz suena, pita. Todo esto ha hecho que me relaje mucho y que haga cosas que no pensé que podía hacer. Y me he dado cuenta, como me pasó en el Rigoletto con el maestro Oren en Bilbao, que puedo ofrecer mucho más de lo que alguna vez llegué a pensar. Daniel me hizo hacer un Caro nome que nunca pensé que podía hacerse así. Todo con muchísimos pianissimi, como si fuera un manto de algodón, como si yo estuviera volando entre nubes, ¡Una pasada!
Y eso mismo que aprendí con Oren, lo estoy intentando hacer en Anna Bolena. Ya empecé a hacerlo, de hecho, con la Traviata que he cantado recientemente en Jerez. Haciendo todo lo más sutil que podía aportar en esos momentos tan frágiles como son el Addio del passato, su muerte o el dúo con el barítono. Hay fragmentos donde es una voz que surge entera del alma. Una línea de canto súper finita y sutil.
Y lo aplica ahora, pues, a la Bolena.
Evidentemente, cuando empecé a contar que iba a hacer Anna Bolena, ¡yo veía los ojos de la gente! ¡Sus reacciones! (Risas) Pero en una ocasión yo le pregunté a Christophe Rousset cómo se canta Monteverdi, por qué hay que cantarlo así y quién lo decide. Y él me contestó que, en realidad, lo que hay que hacer es cantarlo con el corazón. Con cierto estilo, sí, pero hay decenas de estilos sobre los que cantar Monteverdi. Y cada uno de ellos es válido siempre que se haga con una voz sana, con una voz limpia y, exacto, desde el corazón. Y esto es lo que estoy haciendo con Anna Bolena. Intento hacerla, claro esta, desde un punto de vista belcantista, que es mi estilo.
¿Cuál es su concepto del bel canto?
El bel canto es la voz sostenida, voz que fluye, voz que vuela, voz que sube y baja, que puede ir del drama a lo angelical, al sufrimiento, a la alegría, desde una posición siempre elevada. El bel canto es flotar. Frases interminables. A eso llamo yo bel canto.
¿Cuánto hay de naturalidad en todo ello? ¿Puede haber algo de naturalidad, en realidad, en el hecho de cantar lírico? ¿Cuánto hay de técnica y pensamiento?
¿Sabe lo que sucede? Que yo llevo ya 30 años cantando. Técnica toda. Sea consciente o no de ella. Yo creo que, y es algo que digo a mis alumnos, que cuando empiezas a cantar, la juventud te da ímpetu, te da ansia, te da fuerza, te da potencia. No siempre, pero en general, todas esas ganas son las que hacen que cantemos sobre las cuerdas vocales y no sobre la cabeza. Las ganas en la juventud hacen que cantes con más cuerpo que inteligencia. Después, cuando vas cumpliendo años, el cuerpo ya no es lo que era, pero la inteligencia la afinas, porque tienes la necesidad de afinarla. En resumen, ahora tengo la técnica y la cabeza para hacer lo que me de la gana.
"LAS GANAS, EN LA JUVENTUD, HACEN QUE CANTES CON MÁS CUERPO QUE INTELIGENCIA"
Teniendo una página de belleza tan extrema como es Al dolce guidami, ¿cómo se concentra una para estudiar todo lo demás?
¡Ya! ¡Puede ser complicado! (Risas). Pero es que toda la ópera es de una belleza sublime. Bolena tiene momentos complicados, pero, como le decía, después de haber hecho Gilda y Violetta recientemente... Quizá ha sido más complejo el texto en sí, porque decir el texto en el bel canto es fundamental. Si no, se cae todo. Todo, todo. Todo lo que vas construyendo se cae. Y Anna Bolena es muy complicada de leer, muy complicada de hacer para que frases tan largas y sostenidas en el aire tengan algún sentido.
¿Dónde reside entonces el gozo y la complejidad, si la tuviera, de la Bolena?
El gozo está en cada melodía, en cada línea de canto, en cada frase. Es un regalo poder cantar esta Bolena. Un regalo. Y la complejidad, toda, absolutamente toda en exactamente lo mismo. En cada melodía has de estar afinando cada nota. No afinando de altura, sino que todo esté correcto en su posición, en el contexto, en la forma de decirlo... Que no se note que una nota esté más arriba o más abajo del pentagrama... Yo lo que pretendo es que, escuchándome, se tenga la sensación de que todo está hilado, conectado, todo en un mismo espacio.
¿Vendrá después otras Tudor?
No lo sé. De momento voy a hacer la Bolena desde mi vocalidad. No pienso falsear la voz. Tengo el centro, siempre he tenido centro y tengo graves porque me gusta mucho bajarlo al pecho, pero tampoco quiero que eso sea mi tónica. Yo me sigo encontrando súper bien yendo para arriba. Estoy mejor que nunca porque mi voz, la que sea, puede gustar, puede no gustar, resultar fea, bonita, pequeña, grande, pero soy yo. Es mi voz. A eso me refería al comienzo. Una vez que ya entiendes que tu voz es una, con aristas o con tal, pero que es esa y suena sana, entonces es cuando estás haciendo bien las cosas. Sólo queda disfrutar de ella.
Como público la acabamos de disfrutar en Doña Francisquita, en el Teatro de la Zarzuela, donde volverá para abrir temporada con Marina. Entonces se la aplaudió mucho. Muchísimo, en una función que yo presencié con una energía maravillosa.
¡Y eso que precisamente en Francisquita quien tiene las mejores melodías es el personaje de Fernando! Nosotras parece que sólo tenemos que salir a hacer los "cacacás" La romanza en sí es lo que es... que si una rosa en un jardín... y de repente: "cacacacá" (Risas). En estos momentos yo como intérprete necesito poder aportar algo más. Por supuesto hay otros momentos en Doña Francisquita, como en el dúo con Fernando, pero porque estoy cantando con él... por lo demás, mi personaje es una muchacha coqueta y poca cosa más.
Me viene ahora a la cabeza Don Gil de Alcalá, que usted también cantó hace poco, en una producción de Emilio Sagi donde este corta su escena de "las mariposas", precisamente por esto mismo, por lo naif y por no pasar de un mero despliegue de notas agudas. ¿Tendemos a encasillarnos en lo que esperamos de una soprano lírico-ligera, ya incluso desde la escritura de las partituras?
¿Sabe? Antes, ante la pregunta sobre definirme, contestaba que soy lírico ligera, pero yo ahora le digo que soy una soprano lírico ligera a lo Sabina Puértolas (Risas). No es que me encuentre ahora hablando en tercera persona porque piense que soy la mejor, sino que he aprendido a convivir con mis cosas buenas y mis cosas malas. Intento limar estas últimas y hacer mejores las buenas. Evidentemente no tengo 30 años, ¡tengo 50! Sigo cantando y mi voz vista desde fuera no aparenta que tenga 50 años, por lo tanto voy a seguir dando guerra y hablando claro mucho tiempo más, hasta que pueda o me dejen.
"EL CANTO TIENE QUE SER LIBRE"
Pues hablando claro, complete usted la frase: con el paso de los años, esta profesión...
Es más complicada. Cada vez tengo más claro que habría que firmar una carta cuando sales del conservatorio en la que se te explicara exactamente todo por lo que vas a pasar, todo lo que vas a disfrutar y todo lo que te va a hundir. Yo diría a toda la gente que tiene que ser muy fuerte mentalmente, muy fuerte. Y que tiene que tener personas alrededor, si es posible, que no se dediquen a lo nuestro. Para cuando llegues a casa no tener el monotema de hablar de lo mismo, de las mismas cosas, porque todos tenemos espinitas dentro que van haciendo sangre y haciendo sangre... y puede volverse nocivo Necesitas gente que te de fuerza y positividad a tu alrededor.
Entiendo que no lo ha pasado del todo bien en algún momento...
No. Soy una persona que ha tenido que currar y picar piedra. A mí me gusta la gente que pica piedra en el sentido de esforzarse y darlo todo desde el comienzo sin tener nada dado de antemano. Por eso disfruto en un teatro pequeño, en un teatro grande... disfruto igual en todos ellos. Para que yo pueda disfrutar en el escenario, tiene que disfrutar todo el mundo que tengo a mi alrededor y ser feliz. Que la gente esté contenta con el trabajo que hace, con mucho o poco presupuesto, para que yo esté contenta con el mío. Me gusta mucho hacer equipo. Creo que es fundamental. Pero eso quizá me lo de la edad.
¿Cómo ha sido volver a Traviata después de un tiempo?
12 años desde la última. Y 25 desde la primera. Casi nada, ¿eh? Se dice rápido. Pues lo que en un principio a mí me costaba, que podía ser el segundo acto del dúo con el barítono, y ese fatal Amami Alfredo, inusualmente me era más fácil. Lo disfruté muchísimo. También porque no canté como esa Sabina joven que daba el 120% en el escenario, sino como la que soy ahora, dando el 150%, pero con cabeza. Y disfrutando. Muchísimo. Además, Jerez es uno de esos teatros donde yo he hecho muchísimas cosas. Ha sido un viaje, un reencuentro tremendo. La gente se puso en pie los dos días. Tengo que agradecer mucho al Teatro por darme la oportunidad de volver después de 12 años a hacer Traviata. Después de que a Sabina Puértolas le hayan colgado las etiquetas de barroquista, mozartiana, rossiniana.. que crean en ti para hacer este tipo de personajes, qué quiere que le diga... me emociona.
¿Quizá en eso estemos abriéndonos cómo público y desde las gestiones? ¿Que un cantante pueda volver a cantar papeles de hace años y no dar etapas por cerradas si este no lo decide así?
La gente tiene que saber que un cantante es, ante todo, una persona. Claro que se puede equivocar, ¿no se equivocas usted? Claro que nos equivocamos. Y nos equivocamos enfrentándonos a dos mil personas. Fíjese la valentía que tenemos. ¿Ustedes creen que no pensamos las cosas cuando aceptamos algo? Con ciertas dudas, incluso, pero las dudas te las comes y te las curras. A eso le llamo sudar sangre para llevar a término un rol. Con mi edad, con mi técnica, con mi voz, con mi mente, ¿por qué no puedo abordar Traviata? ¿Por qué no? ¿Usted cree que una encasillada haendeliana, mozartiana, o rossiniana puede hacer un Verdi como al maestro Oren le gusta? ¡Absolutamente sí! ¿Por qué? Porque tengo técnica. Porque lo canto con un trasiego detrás de muchos años
La técnica... y el gusto, me voy a permitir añadir.
Sí, bueno, es cierto. Quiero decir, yo tengo una forma de cantar que es mía, que puede gustar o no gustar. Y hay que tener gusto en el decir a la hora de cantar. A la hora de hacer música como tal. Eso también es verdad. Ahí está Ismael Jordi, por ejemplo, con el que llevo cantando muchos años y con el que disfruto una barbaridad por el gusto que tiene al cantar. Si tengo que pasarme infinidad de tiempo viajando, estudiando y enfrentándome a mil cuestiones alrededor del escenario, pues al menos me tengo que dar el gusto de cantar siendo yo misma cuando aparezco en él. Y ese gusto, ese click que te hace la mente sobre cómo cantar, sólo se puede refrescar técnicamente. Técnicamente y desde el disfrute. Si no, se hace eterna esta carrera... o demasiado corta. El canto tiene que ser libre.