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La puntita nada más 

Madrid. 31/01/2025. Teatro de la Zarzuela. Vicente Lleó: La corte de faraón. María Rey Joly, Lota. María Rodríguez, Reina. Enrique Viana, Sul. Annya Pinto, Raquel. Amparo Navarro, Ra. Amelia Font, Sel. Luis Cansino, Gran Faraón. Jorge Rodríguez Norton, José. Ramiro Maturana, General Putifar. José Manuel Díaz, Gran Sacerdote. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro titular del Teatro de la Zarzuela. Carlos Aragón, director musical. Emili Sagi, director de escena.

La Corte de Faraón es una obra de etiquetado no fácil, con elementos de zarzuela, revista u opereta, y de tono paródico y sicalíptico, es decir, plagada de dobles sentidos eróticos y sexuales. Fue estrenada en 1910 en el Teatro Eslava y tuvo un éxito clamoroso alcanzando las más de 700 representaciones consecutivas. Después, en la dictadura franquista, la obra fue censurada, y, en nuestros días, La Corte de Faraón, ha tenido un cierto resurgir debido sobre todo al montaje que ahora nos ocupa, y que sube por primera vez al Teatro de la Zarzuela.  

Evidentemente el humor erótico en 1910 no tiene nada que ver con el de ahora y provocar al espectador en el lado sexual tiene su complicación, teniendo en cuenta la enorme diversidad de miras de cada uno de los espectadores. Emilio Sagi, con su proverbial elegancia, ha adoptado un tono muy medido, comedido, quizás, para un público que en el 2025 está hecho ya a todo, y que para hacerle provocar ese sonrojo, habría que dar, creo yo, varias vueltas de tuerca más. En cualquier caso, y como decía, teniendo en cuenta que procedemos de una obra de 1910, y que lo que me provoca a mí no es, a lo mejor, lo mismo que provoque a la señora que estaba sentada a mi lado, comprendo ese tono comedido del que antes hablaba.

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En cualquier caso, en la representación hay un cierto decaimiento -dentro de un desarrollo muy profesional y bien hecho, eso si- que no levanta el vuelo hasta la entrada de ese fenómeno que es Enrique Viana, que rompe los moldes y las estructuras; dirigiéndose al público, haciéndole cantar, dialogando con el maestro, y dando al espectáculo una frescura que, pensándolo bien, tendría quizás que haberse dado en mayor grado en los momentos precedentes. Creo, en definitiva, que un lado más ‘gamberro’, hubiese levantado mucho más a una obra que, por otra parte, tampoco es la quintaesencia de un monumento musical inalterable y cuya integridad deba preservarse y que -sobretodo- su esencia, su ‘tuétano’, es precisamente eso: la provocación. 

Quizá enfocado por el lado más feminista también hubiese tenido su punto, porque lo primero que pensé al acabar, fue la enorme modernidad que tiene una obra de 1910 en la que son las mujeres las que toman la iniciativa y tienen los deseos sexuales y, no sólo eso, quieren satisfacerlos. Teniendo en cuenta la vuelta a la inversa que posteriormente se dio (el ‘landismo’ y sus ‘suecas’ como ejemplo) durante décadas y décadas, a lo mejor no hubiese estado mal desarrollar ese lado. 

Sea como fuere, todo el elenco hace un trabajo muy serio y profesional, empezando por Luis Cansino como el Gran Faraón, haciendo echar de menos, con su estupenda voz, que su personaje no sea más largo. Sorprendente, además, comprobar lo bien que actúa siempre Cansino: que le den ya una película (tono jocoso on). María Rey-Joly tiene que apechugar con un rol escrito en una inclemente y bastante extrema tesitura con abundantes pasos a centro y graves, y que la cantante resuelve con gran profesionalidad.

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Buen hacer también el de Jorge Rodríguez-Norton, que pasa de cantar en Bayreuth a hacer, aquí, de casto José todo el rato semidesnudo, lo que prueba su versatilidad. Maria Rodríguez como Reina solventa perfectamente su parte, al igual que Ramiro Maturana como Putifar; y todos los demás cantantes, en papeles más pequeños, resolvieron sus roles de forma muy adecuada: José Manuel Díaz como Gran Sacerdote, Annya Pinto, como Raquel (de bella y enjundiosa voz) Amelia Font, como Sent, Amparo Navarro haciendo de Ra, o Leticia Rodríguez como Ta.

De Enrique Viana, ya he comentado antes que fue el verdadero revulsivo de la función, pero no quería dejar pasar el señalar su extraordinaria forma de decir el famosísimo “Ay, ba…ay, ba”, dicho con una dicción y delectación admirables, y poniendo el listón de lo que debe ser cantar con intención y magia, un fenómeno. Efectivo y seguro Carlos Aragón en la dirección musical y la Orquesta de la Comunidad de Madrid en una partitura a la que quizá no le hubiese venido mal algo más de refinamiento, un acabado más fino. Estupendo el Coro titular de la Zarzuela como acostumbra.

Fotos: © Javier del Real | Teatro de la Zarzuela