el caballero de olme 652a368409fc5 1© Javier del Real.

De lonas y telones

Madrid. 11/09/23. Teatro de la Zarzuela. Díez Boscovich: El Caballero de Olmedo. Joel Prieto (Don Alonso). Rocío Pérez (Doña Inés). Don Rodrigo (Germán Olvera). Nicola Beller Carbone (Fabia). Berna Perles (Leonor). Gerardo Bullón (Fernando). Rubén Amoretti (Tello / Sombra). Gaciela Moncloa (Ana). Francisco Pardo (Voz). Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Guillermo García Calvo, dirección musical. Lluís Pasqual, dirección de escena.

"Que de noche le mataron, al Caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo". Los versos más conocidos de El Caballero de Olmedo bien sirven ya para un buen thriller, aunque en realidad se trate de un enredo sobre el amor, los celos y la envidia, con sus toques tenebrosos y cómicos, del Siglo de Oro. Reflejando todo ello, en una clara visión cinematográfica, es como le ha dado vida, ahora, el compositor y director de orquesta Arturo Díez Boscovich, en el estreno de su primera ópera, en el Teatro de la Zarzuela.

¿Cuáles han de ser los códigos del teatro? ¿Cuáles han de ser los códigos de la lírica? ¿Cuáles han de ser, ya puestos también, los códigos del cine? Por mucho que aquí me extendiese, no creo que llegara a una conclusión certera sobre estas preguntas. Sin embargo, bien valen unas reflexiones a vuelapluma, ahora que el último director de la Zarzuela, Daniel Bianco, a la postre escenógrafo de esta nueva producción, dice adiós a su cargo. Ha habido grandes aciertos durante estos años, pero quiero, por lo pronto aquí, destacar el gusto del argentino por buscar, perseguir el sentido del teatro de aquello que ha ido haciendo. Él, que tuvo la suerte, como él mismo explica, de no haber trabajado en otra cosa en toda su vida, que vino a descubrir qué era un teatro con seis años, de la mano de su tía Matilde en el San Martín de Buenos Aires y cuyo camino posterior se le reveló una década después, con aquella lona de Fabià Puigserver en la Yerma de Víctor García y Núria Espert. "Yo no sé qué me paso. Fue como si un demonio se me metiera dentro", me decía una vez.

Ese teatro, ya en España y en su cargo de la Zarzuela, casi cincuenta años más tarde, le han llevado a tomar decisiones, como decía, en la búsqueda de su concepción teatral. Poner La casa de Bernarda Alba en manos de Bárbara Lluch, La tabernera del Puerto en las de Mario Gas, o tanto La viejecita como este Caballero en las de Lluís Pasqual, por ejemplo. Algunas causas saltan a la vista, otras no, pero están detrás, con su carga emocional, profesional, vital, para quienes las llevan a cabo... Que por aquí hayan aparecido, estos años, Julieta Serrano, Rossy de Palma, Juan Echanove, Marisa Paredes, Carlos Hipólito, Emilio Gutiérrez Caba, Emma Suárez... es un fiel reflejo de todo ello. Este Teatro ha bebido del Teatro y eso es tan revelador como necesario.

el caballero de olme 652a36a422266 1© Elena del Real.

Es por ello, también, porque todo se conecta con todo, que aquella lona de Puigserver encuentre su espejo, de alguna manera, en los paneles que Bianco ha diseñado para este Caballero de Olmedo. Unos paneles con videos más plásticos y simbolistas que realistas en la mayoría de casos, que vienen a significar, también, aquellos telones del Siglo de Oro, del teatro en sí a lo largo de los siglos, porque allí donde hubiese un telón, sea para moverse entre ellos en un drama shakesperiano o para dar vida al guiñol y la Commedia dell'Arte, había teatro. Como el que ha habido, hasta la última producción de la etapa Bianco, en el Teatro de la Zarzuela. Cómo no haberlo, además, con el pulcro trabajo de Lluís Pasqual como director de escena. La tercera vez que volvía a este título, él que no tiende a regresar a los títulos sobre los que ya ha hablado. Algo tendrá el Caballero... que encuentra en él su expresividad justa y justificada, el pequeño ademán, la reacción sentida... la respiración de la vida que se narra, al fin y al cabo.

El trabajo de Pasqual constituye una suerte de némesis frente a la música de Arturo Díez Boscovich. Sin duda, esta tiene un corte de grandilocuencia, de éxtasis sonoro, una orquestación masiva y números tan eficaces como, por momentos, efectistas. Es puro nervio enraizado en porqués: células, músicas tradicionales, leitmotivs, psicologías de los roles y sus funciones en la trama... y puro, puro espectáculo y narrativa. Sí, podría decirse que su escritura atiende a un concepto cinematográfico. A un cine anterior, no obstante, el clásico de aventuras, al Korngold que el propio compositor ha apuntado como referencia, pero también al maestro Antón García Abril. Un cine de antes, que se musculaba sobre la melodía, alejado del efecto o sonido sobre el que tantas veces pivota hoy en día. Abrazar la tonalidad sin ningún tipo de complejo, para que el espectador vibre con ella. "He buscado luchar contra toda la corriente de compositores que se han preocupado de epatar con la intelectualidad de sus obras. Yo lo que quiero es comunicarme con el público a través de las emociones", me decía en una entrevista reciente. Y así ha sido. Buena cuenta de ella ha dado Guillermo García Calvo desde el foso, especialmente en la Obertura, la escena de esgrima, cada dúo entre Alonso e Inés y por supuesto ese Réquiem final tan a lo Lloyd Weber, con un estupendo coro.

La escritura vocal ha resultado más complicada, por tesituras, extensiones e intervalos atribuidos, sobre todo, a la pareja protagonista. Todos los personajes han resultado audibles, no obstante, y perfilados por sus motivos y funciones dentro de la trama. Muy bien llevada la "hechicera" Fabia por Nicola Beller Carbone, así como el noble Fernando de Gerardo Bullón y el caricato Tello de Rubén Amoretti. Personajes todos ellos que han sufrido numerosos cortes para poder reducir la trama original a algo menos de dos horas de duración. Rotundo en sus intervenciones solistas Germán Olvera, con esos finales marcados arriba y que impelen al aplauso, conseguido, del patio de butacas. E impecables tanto Joel Prieto como Alonso, en una evolución vocal digna de escucha y reconocimiento en estos últimos años, como Rocío Pérez en el papel de Inés, con su timbre prístino, su agudo desenvuelto y la expresividad siempre agradecida en una vis dramática digna de cualquier teatro de verso o prosa.

Dejo para el final la Leonor de Berna Perles, todo belleza, ya que el día anterior ofreció un recital exigentísimo de zarzuela y copla en el ambigú del Teatro, donde se vivieron auténticos momentos de verdad y emoción, de esos que te hacen plantearte sobre lo absurdo que resulta tantas veces escribir tu verdad sobre la verdad que te ha hecho sentir tanto (un Manojo de rosas, por ejemplo, no ya con filados, pianos o dinámicas varias, sino con puro sfumato vocal). Creo, y termino aquí, que la otra grandísima labor de Daniel Bianco es haber recuperado a los cantantes españoles para el teatro lírico español por antonomasia. Puede sonar hasta ridículo tener que decirlo, pero es que hacía décadas y décadas que esto no sucedía. Sí, los grandes nombres internacionales han pasado y pasan por aquí, acabo de escribirlo a propósito de Lise Davidsen, pero ahora mismo no hay un nombre de la lírica española que no haya cantado recientemente en el Teatro de la Zarzuela. Vuelvo a ellos: los códigos del teatro y la música, al menos en parte, los de la costumbre, no tendrán que ser, pero sí serán aquellos que el público aplauda. Y en estas tres noches seguidas en el Teatro de la Zarzuela: Lise Davidsen, Berna Perles y El caballero de Olmedo, se ha aplaudido a rabiar.

el caballero de olme 652a36a8afc6b 1© Elena del Real.