Mirando al mar

Madrid. 26/11/2023. Auditorio Nacional. Obras de Elgar y Vaughan-Williams. Sheku Kanneh-Mason, violonchelo. Orquesta y Coro Nacionales de España. Coro de la Comunidad de Madrid. José Antonio López, barítono. Sally Matthews, soprano. Guillermo García Calvo, dirección musical.

Tras su anterior presencia en mayo de 2016, entonces con Elena e Malvina de Ramón Carnicer, el madrileño Guillermo García Calvo regresaba este fin de semana al frente de la Orquesta y Coro Nacionales de España con un programa sin duda atractivo, rematado con la Sinfonía no. 1 de Ralph Vaughan-Williams, la llamada 'Sinfonía del mar' (A Sea Symphony), una obra inusual y sin duda digna de atención, incluso con sus excesos y exuberancias. 

Saliente director musical del Teatro de la Zarzuela y todavía Generalmusikdirektor del Theater Chemnitz, en Sajonia, García Calvo ha dado sobradas muestras de su buen hacer, tanto en el repertorio sinfónico como en la música escénica (recientemente con Pan y Toros en Les Arts, sin ir más lejos). En esta ocasión, logró que la ONE sonase con un brillo y un color muy apreciables. Su dirección fue realmente solvente, de esas que sujetan pero dejan fluir, atento a las dinámicas, fraseador innato, combinando técnica y naturalidad en pos de una expresividad franca y lograda. 

La obra Vaughan-Williams que nos ocupa fue estrenada en el Festival de Leeds en 1910, en ocasión del 38 cumpleaños del compositor. Y precisamente por su aspiración marina, hay algo de excesivo en ella. Y es que la partitura tiende a querer decirlo todo, en todo momento, sin dejar tregua ni dar respiro. Es una partitura exigente, tanto para los intérpretes como para el oyente, pero si se entra en su código, se disfruta sobremanera.

No deja de ser, por otro lado, un canto fraternal al modo de la Novena de Beethoven, reeditando de hecho la idea de una sinfonía coral, si bien requiriendo del coro una presencia casi constante en la pieza. La partitura adopta formas oceánicas, tanto por su extensa duración -una hora, aproximadamente, con un último movimiento que bordea los treinta minutos- como por las fuerzas que requiere.

El texto de la obra procede del poemario Leaves of Grass de Walt Whitman, uno de los grandes referentes de la poesía en lengua inglesa, y está cuajado de versos inspirados y de resonancias fraternales, en torno al espíritu común que auna las naciones. El mar comparece aquí precisamente como alegoría de ese encuentro fraternal más allá de las banderas locales.

En manos de Guillermo García Calvo se escucharon muchas cosas relevantes en esta partitura. Por supuesto su raigambre postromántica, entrecruzada de referencias a Elgar y al sinfonismo centroeuropeo. Pero también el influjo de Ravel y el impresionismo francés. A lo largo de la ejecucíon hubo algunos instantes mágicos, especialmente hacia el final del último movimiento, y se escucharon bellas intervenciones de las cuerdas -qué bien comandadas por Miguel Colom, dicho sea de paso- y esmeradas lineas melódicas en las maderas (Robert Silla en el oboe y José Sotorres a la flauta). Los metales sonaron también firmes y restallantes, tan requeridos en momentos clave de la pieza, como en el inicio de la partitura.

El coro, conformado en unos dos tercios por miembros del Coro Nacional de España y en el tercio restante por miembros del Coro de la Comunidad de Madrid, rindió a un nivel muy alto, dejándose entrever un minucioso y esmerado trabajo por parte de sus respectivos directores, Miguel Ángel García Cañamero y Josep Vila i Casañas. La partitura era un reto importante para ellos y salieron más que airosos.

Excelente desempeño también de los dos solistas convocados, la soprano Sally Matthews, quien viene reivindicándose como una voz importante en un repertorio más dramático, y el barítono español José Antonio López, una auténtica garantía en compromisos de esta índole.

El programa, en su primera mitad, se había abierto con el Concierto para violonchelo de Edward Elgar, contando con el joven británico Sheku Kanneh-Mason como solista. Me soprendió para bien el desempeño del violonchelista, a quien recordaba dueño de un sonido menos hecho, con menos proyección y entidad. Aquí en cambio se mostró muy resuelto, extraordinariamente familiarizado con la partitura y extrajo de su instrumento -un Matteo Goffriller de 1700- un sonido neto, bien timbrado y sobradamente dotado de volumen y presencia.

A sus 24 años, Kanneh-Mason ha ganado en sonido (más cuerpo, más presencia) e intenciones (menos blando, más expresivo). Todo ello redundó un Elgar realmente apreciable, muy bien delineado, intenso y bello, irreprochable en el plano técnico. De propina, regaló una simpática y original versión de 'She used to call me' de Bob Marley, dejando el arco en el camerino y tocando el violonchelo a base de pizzicati.

El acompañamiento orquestal de la ONE fue muy correcto, apuntando García Calvo un colchón cómodo y flexible, con expresivos subrayados aquí y allá, en los momentos más indicados, sin cargar las tintas en exceso, buscando respirar con el solista.