Noche de gala (improvisada)
Barcelona. 12/04/24. Gran Teatre del Liceu. Bartók: El castillo del duque Barbazul. Nicholas Brownlee (Barbazul). Victoria Karkacheva (Judit). Orquesta del Gran Teatre del Liceu. Josep Pons, dirección musical.
La Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu, con Josep Pons al frente,debutó en junio del año pasado en la Opéra National de Paris precisamente con El castillo del duque Barbazul (que así se llama la obra) de Béla Bartók. Si este hecho ya es relevante, esta obra tiene además su popia leyenda en el Liceu. La primera vez que se la vió en Barcelona fue en 1954 compartiendo programa con la Jeanne d'Arc au bûcher de Honegger, que protagonizaba Ingrid Bergman bajo la dirección de Roberto Rossellini.
Bartók decidió dedicar sus esfuerzos a esta historia en 1911, año en que completó la primera versión de la obra con el objetivo de presentarla a un concurso para obras en un acto. Otro concurso al año siguiente motivó una segunda versión. Ninguna de las dos logró el objetivo y aun hubo retoques en 1917. Es reseñable el hecho de que Paul Dukas había tratado el tema en Ariane et Barbe-Bleue (1907), sobre una pieza de Maurice Maeterlinck. Curiosamente la obra de Bartók posee una atmósfera turbia que debe lo suyo a Pelléas et Mélisande.
En nuestro teatro hay cierta tendencia recientemente a las versiones escenificadas, supongo que por las causas económicas que parecen obvias. Lástima. Hubiese sido redondo poder ver escenificada la que fue una de las veladas musicalmente verdaderamente satisfactorias de las últimas temporadas.
El éxito empezó desde los fundamentos, es decir, la orquesta (no podía ser de otro modo con una obra como esta). Va sucediendo en las últimas temporadas que la orquesta nos ofrece algunas veladas realmente reseñables de tanto en cuanto. Estas eran mucho más escasas no hace tanto. Evidentemente el maestro Josep Pons y la dirección artística se pueden apuntar un tanto con ello. El discurso orquestal se desarrolló con la sobriedad propia de Pons pero con toda la amplitud y toda la intensidad, como sucede en las noches señaladas. El rendimiento fue notable en todas las secciones, los equilibrios instrumentales precisos, el fraseo fluido y elegante.
Otra tradición fuertemente arraigada últimamente es la de los cambios de programa, cancelaciones y otras cosas del (mal)querer. En esta ocasión el personaje de Barbazul tenía que recaer sobre la laringe de Gábor Bretz. Sin embargo el cantante realmente existente fue Nicholas Brownlee. Muy buena tendría que ser la interpretación del señor Bretz para que la sustitución fuera una mala noticia. Brownlee se exhibió con un timbre joven, brillante, lleno y sonoro en toda la extensión. Su capacidad para resistir sin pestañear las embestidas de la orquesta fue un auténtico placer porque todas estas virtudes se produjeron sin ningún tipo de estridencia ni atisbo de vulgaridad. Sería muy de agradecer que lo volviéramos a ver en breve.
Las cosas no fueron tan brillantes en relación a la Judit de Victoria Karkacheva. No porque no cantara bien sino porque tuvo, ella sí, que luchar con la orquesta, lo cual siempre ensombrece el canto. El fraseo era muy correcto y el timbre bastante bello en la medida que podía lucirlo, por lo cual no se puede decir en ningún caso que su prestación no fuera notable, pero noches como estas son las mas adecuadas para ponerse fino y ya que hay que buscar un lunar el único podría ser ese. Una nimiedad en una noche en la que, probablemente, los resultados excedieron con mucho las expectativas y nos reconfortan con la moraleja de que una orquesta bien trabajada, con una obra bien preparada y cantantes que realmente dominan la parte son más importantes que cualquier star system.