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No más chistes 

Madrid. 19/04/2024. Auditorio Nacional. Obras de Takemitsu, Walton y Franck. Sara Ferrández, viola. Orquesta Nacional de España. Kazuki Yamada, director.

Sí, se acabó hacer bromas con la viola. Basta de chistes dejando a los violistas de ineptos, lentos, o incapaces; se acabó el aserto ese tan antiguo de que los malos violinistas se pasan a la viola; ya nadie cree que la viola no pueda tener un brillantísimo papel solista, y ya nadie cree que sea un instrumento de segunda. Se acabó. Y esa importancia de la viola y el restituir al instrumento al primer lugar que le corresponde es, quizá, de las mejores -y pocas- cosas que afortunadamente están cambiando en el rígido mundo de la llamada música clásica. Y ello se nota en la presencia cada vez mayor de solistas de viola en las programaciones de las orquestas; solistas, además, de la categoría técnica y musical de Sara Ferrández.  

Hermana de Pablo, el cellista (que bueno sería escucharles un día juntos en el Don Quixote de Strauss), la violista madrileña fue una solista sobresaliente. Poseedora de un sonido bellísimo, donde sobresalía una primera cuerda de reflejos cristalinos, llena de plateados armónicos; y una cuarta densa, timbradísima, noble, de sonoridad oscura, como si el ébano pudiese sonar. Ferrandez comenzó muy segura, sorteando toda su difícil primera intervención con aplomo y presencia. Apoyadísima siempre con el arco en la cuerda, y buscando siempre el sonido cerca del puente, su mano derecha funcionó a la perfección, y en todos los variados y exigentes golpes de arco que el concierto de Walton exige. La afinación fue impecable durante toda su actuación y lo mejor es que, con todos estos papeles técnicos en regla, Ferrández tocó con un impulso y una personalidad únicas.

Musicalmente llenó el discurso de frases bien delineadas, bellos detalles de color con la mano izquierda, y, especialmente, una muy rica y desarrollada capacidad de acentuación, algo que se notó especialmente en el segundo movimiento. Lastima que todo ello se hubiese beneficiado aún mas con un acompañamiento por parte de Kazuki Yamada mas mimoso y atento. Es verdad que el director posee una efusividad que casó muy bien con las partes más explosivas y encendidas -que las tiene- del concierto, y consiguió en muchos tutti una incandescencia sonora que llamó poderosamente la atención. También aportó un notable ajuste rítmico, algo que, sobretodo en el vertiginoso segundo movimiento es muy necesario, pero la muy densa orquestación (a pesar de la revisión a este respecto que realizó el compositor en 1961) ahoga, si no es muy cuidadosamente tratada, a la solista con facilidad.

Ferrández triunfó, y nos regaló una preciosa obra escrita para ella tocada de forma sensacional, demostrando unos perfectos bariolages en todas las zonas del arco, y un delicioso y especial aroma árabe a especias de gran bazar al iniciar y al acabar.

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La segunda parte del concierto se ocupó con la Sinfonía de Cesar Franck. Obra que mira y bebe muy directamente del gran sinfonismo alemán, pero con la tan característica forma cíclica tan querida por el compositor belga. El director japonés Kazuki Yamada dejó una magnífica impresión, dejando la impronta del tipo de maestros que establece una muy buena relación con los músicos, y hace conseguir interesantes cosas de ellos, obteniendo una estupenda respuesta de la Orquesta Nacional. Nada más comenzar, Yamada sorprendió realizando un sobresaliente desarrollo de la primera exposición, con subidas en escalera de las repeticiones del primer motivo: bajando un poco para volver a subir un poco más. Todo para desembocar como es debido en el explosivo tutti que cambia a Allegro non troppo después del inicial lento. El citado momento fue tocado lleno, poderoso, de muy rica forma por toda la cuerda. Magnifica la respuesta de la orquesta en este momento, demostrando un voltaje y una calidez de exposición muy de agradecer. El segundo tema fue interpretado lleno de ternura, y el desarrollo suficientemente planificado con potentes tutti  por parte de la orquesta y dirigidos por Yamada nada de cara a la galería.

Magnifico el juego de tensiones y forte/piani trazado al principio del segundo movimiento antes del solo de corno, que estuvo impecablemente tocado por el instrumentista. Asimismo muy bello el contrapunto posterior de violines así como la efusivísima intervención de violonchelos. Buenos detalles de acentuación en la segunda intervención del corno, estableciendo la diferencia con la primera. Mejorable la intervención a dúo de trompa y clarinete así como la realización del ultimo acorde final. El tercer movimiento se desarrolló sin contratiempos y con muy bellos momentos, como las primeras intervenciones de trompetas y tuba, o el clima conseguido antes del tema del corno. Muy buenas progresiones y piani; y magnifico el final desde la intervención del arpa con unas trompetas tocando en un hilo.

Para comenzar el programa, Yamada trajo a la palestra una obra de su compatriota compositor más renombrado: A Flock descends into the pentagonal garden de Toru Takemitsu. Composición estrenada en San Francisco en 1977 y que describe el deambular por un jardín sin rumbo, dibujándolo musicalmente con el esbozo de distintos motivos, situaciones o sonoridades sin desarrollarlas con posterioridad. Se muestra el dominio del compositor con los timbres, teniendo estos un efluvio muy francés, ademas de una notable sensibilidad. El uso de la escala pentatónica hace conectar con su origen asiático, y la obra fue tocada con mucha limpieza y refinamiento por parte de Yamada y la Orquesta Nacional.

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Fotos: © Rafa Martín