Una mujer en el centro de todo

Aix-en-Provence. 09/07/2023. Gran Teatro de la Provenza. Debussy. Pelléas et Mélisande. Huw Montague Rendall (Pelléas), Chiara Skerath (Mélisande), Laurent Naouri (Golaud), Vincent Le Texier (Arkel), Lucile Richardot (Geneviève), Emma Fekete (Yniold).Coro y Orquesta de la Ópera de Lyon. Dirección de escena: Katie Mitchell. Dirección musical: Susanna Mälkki.

Este año el Festival de Aix-en-Provence recupera una de sus producciones más emblemáticas de los últimos años, Pelléas et Mélisande de Claude Debussy de la mano de la directora de escena Katie Mitchell y que se estrenó en el verano de 2016. Y ha sido todo un acierto porque el trabajo teatral no ha perdido ni un ápice de actualidad, incluso, con algunos cambios significativos en el andamiaje creado por la directora, reivindica aún más la figura de la mujer en la senda marcada por el movimiento #MeToo.

En una entrevista a Mitchell que se puede leer en el programa de mano de este año, nos cuenta cómo la producción se gestó mano a mano entre ella y la protagonista de entonces, Barbara Hannigan, con la idea central de dejar atrás las habituales concepciones de la obra cuyo principal problema, según ella, era que "el personaje femenino protagonista era tratado como un objeto por los personajes masculinos, que proyectaban sus fantasías en ella".

Efectivamente, toda la producción va por este camino, partiendo de un sueño de Mélisande, que llega a un hotel en su noche de bodas, angustiada y nerviosa. Ahí comienzan los cambios y el ejercicio de memoria que tiene que hacer este crítico para recordar lo que ya estaba en la producción original y lo cambiado ahora. Empecemos con que Mélisande al llegar, se hace una prueba de embarazo, y después cae rendida y comienza la ópera propiamente dicha. Lo que se aprecia en general con las transformaciones y añadidos de Mitchell, es una radicalización del tema del abuso a las mujeres. Los personajes masculinos son más violentos y explícitamente más depredadores sexuales (sobre todo Golaud, el marido de Mélisande y Arkel, el patriarca de la familia). Pero también hay más sexualidad sin cortapisas entre los dos protagonistas con escenas eróticas donde el papel de Mélisande toma claramente la iniciativa ante la actitud tímida de Pelléas.

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Y es que Pelléas et Mélisande es la obra maestra del simbolismo operístico. Una ópera, que basada en la obra teatral del belga Maurice Maeterlinck y libreto adaptado por el mismo,  fue estrenada en 1902 por ese genio musical que fue Claude Debussy. El mundo onírico, mágico, oscuro y tenebroso que envuelve la acción y a los personajes se refleja en doce cuadros unidos por unos interludios de una belleza exquisita, ondulante y que va haciéndose, según avanza la obra, menos soñadora y más trágica, más violenta, hasta el desgraciado final de los protagonistas. 

Todo este entramado dramático se sustenta en una escenografía precisa, bella e inquietante.  Mitchell nos sitúa en una casa burguesa de los años sesenta del pasado siglo donde se desarrolla la historia con logros escenográficos excepcionales, como la piscina abandonada, lugar secreto de encuentro de los enamorados, o la escalera de caracol que no solo une las distintas alturas de la casa sino que tiene un primordial protagonismo en alguna de las escenas. Hay que destacar el impecable trabajo de Lizzie Clachan y darles la  enhorabuena al amplio equipo técnico que se ocupa de mover los distintos decorados por su esfuerzo y la profesionalidad demostrada.La dirección de actores es de una precisión admirable y el desdoblamiento de la protagonista con una figurante que toma su lugar en algún cuadro, un punto más que ayuda a desfigurar la realidad narrada, a darnos, repitámoslo, la dosis onírica que envuelve esta ópera. 

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El equipo vocal estuvo a la altura que esta reposición exigía. Chiara Skerath fue una Mélisande de voz envolvente, sensual y segura en toda la tesitura, sobre todo en la aguda, la más frecuente en su rol y una excelente actriz que entendió a la perfección la intención de Mitchell en esta producción. De timbre bello, voz bien modulada y seguridad técnica fue el Pelléas de Huw Montague Rendall, que no se involucró tanto en la producción aunque hay que reconocer que no debió ser fácil sumergirse en un papel que Mitchell dibujó esta vez más allá de como un joven tímido y retraído, en una persona con Síndrome de Asperger.  Impresionante la presencia vocal y escénica de Laurent Naouri como Golaud, el único cantante que repetía (junto al pequeño papel de el médico de Thomas Dear) del reparto de 2016. La voz del  barítono francés ha ganado en robustez, tiene tintes más oscuros pero de un singular atractivo al que se une una dicción extraordinaria. Una gran noche para él. A buen nivel el resto de cantantes: Vincent Le Texier como Arkel con gran presencia en la última parte de la obra, Lucile Richardot que sacó adelante la escena de la carta con gran maestría y Emma Fekete como Yniold, el hijo de Golaud, que sorprendió por una voz fresca y una actuación muy acertada.

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Difícil creer que en el foso estuviera la misma orquesta que habíamos escuchado el día anterior interpretando Madama Butterfly. La Orquesta de la Ópera de Lyon demostró con un rendimiento a muy alto nivel la influencia que puede tener en un sonido orquestal la batuta que la dirija. Todo lo que falló en Puccini, lució en Debussy. Cuerdas de sonido sinuoso, marino, embelesador, metales precisos y una madera excepcional. ¿Y a qué se debe este cambio? No tengo duda que a la experta dirección de una de las batutas más interesantes, profesionales y destacadas de la actualidad: la de Susanna Mälkki. Una vez más la directora finlandesa demostró con ese gesto tan elegante y preciso que la caracteriza que puede levantar una estructura musical tan especial como Pelléas hasta llegar a la admiración y, sobre todo, al respeto por el trabajo bien hecho, sin despliegues publicitarios, sin ruido mediático, con constancia y profesionalidad. Un privilegio para todos, cantantes, músicos y público, haber contado con ella en el podio.

Fotos: © Louis Fernández