La búsqueda del caballero del Grial
París. 18/01/17. Opéra Bastille. Jonas Kaufmann (Lohengrin), Martina Serafin (Elsa von Brabant), Evelyn Herlitzius (Ortrud), Tomasz Konieczny (Friedrich von Telramund), René Pape (Heinrich der Vogler), Egils Silins (Der Herrufer des Königs). Dir. escena: Claus Guth. Orchestre et Chorus de l’Opéra national de París. Dir. coro: José Luís Basso. Dir. Mus.: Philippe Jordan.
Jonas Kaufmann ha vuelto y ha convencido. Por qué negar lo evidente, el astro alemán disipó todas las dudas de fans, público y crítica, con su retorno como caballero del cisne, en el título de Wagner que más ha cantado y con el que más se le reconoce del corpus wagneriano.
Lohengrin es la única ópera que Kaufmann ha cantado en el Festival de Bayreuth, verano del 2010, por ejemplo, y es también la ópera con la que inauguró la temporada 2012/2013 del Teatro alla Scala de Milán. Fue la temporada homenaje al bicentenario de Wagner, precisamente iniciada con esta producción firmada por Claus Guth que ahora se ha podido ver en la Opera Bastille de París y con el mismo director artístico entonces allí en Milán, ahora aquí en París, Stéphane Lissner.
La larga espera de cuatro meses de baja por el hematoma encontrado en sus cuerdas vocales, ha devuelto al Jonas sensible, estilista y valiente que todos recuerdan. Bien es verdad que inició el primer acto algo apocado, la voz corrió con contención, siempre presente y bien proyectada, pero con un cierto punto de sigilo, como probando sus fuerzas pero con su reconocible timbre cálido y viril, con ese color abaritonado y aterciopelado tan reconocible y auténtico. Fue emotivo comprobar como se fue soltando en el acto segundo, como comenzó a brillar más en el registro agudo y a mostrar esa homogeneidad de color y seguridad en todo el registro. Pero como era de esperar, fue con un revelador tercer acto, donde Kaufmann mostró lo mejor de su arte canoro y demostró que su recuperación es una evidencia y una realidad. Si en el dúo con Elsa, Jonas mostró virtudes reconocidas como son su fraseo cuidado, dicción clara y control técnico del registro, fue con un In fernem Land de estilismo soberbio donde dio lo mejor de su arte. Medias voces, pianos, control de la respiración y un legato de auténtico maestro, sumado a sus dotes de actor entregado y carisma escénico, bordaron un emocionante retorno a los escenarios que se grabará para el recuerdo del aficionado con letras doradas.
Es justo mencionar la importante aportación de la batuta del titular musical de la Opéra de París, el suizo Philippe Jordan, quién además dirigía Lohengrin por primera vez en su carrera, y cosas del destino, cierra con este título el corpus canónico de los títulos wagnerianos, los cuales ha dirigido en su totalidad. No fue el preludio mágico del primer acto lo mejor de su aportación, mejor con las fanfarrias y la parte heroica de la partitura que con las partes intimistas y delicadas, como el aria de Elsa. Pero como quien sigue al astro Rey, fue mejorando su lectura a medida que Kaufmann también mejoraba y se asentaba en el escenario. Jordan sabe dosificar la partitura y seguir con sensibilidad la dramaturgia y a los solistas, además de llevar en volandas un trabajo del coro, excelentemente preparado por José Luís Basso, que brilló con fulgor convirtiendo momentos como el final del primer acto en una fiesta sonora de brillantes matices. Lo que comenzó como una lectura algo desdibujada y aparentemente arbitraria, se convirtió en el tercer y último acto en una apasionante lectura llena de dinamismo y romanticismo sonoro de primera. Cuerdas empastadas, vientos matizados y metales poderosos, a pesar de alguna fanfarria algo descuadrada. Jordan triunfó con una lectura sensible y teatral que fue de menos a más pero que acabó con la construcción de una hermoso sonido wagneriano premiado con grandes bravi por parte de una audiencia rendida que le mostró la mejor de sus ovaciones. Es su mejor carta de presentación para su futuro regreso al Festival de Bayreuth este verano, nada más y nada menos que con la dirección musical de la nueva producción, firmada por Barry Kosky, de Meistersinger von Nürnberg, su gran trabajo con el coro y la orquesta hacen presagiar lo mejor.
Martina Serafin ofreció una Elsa de grandes matices e inflexiones vocales, demostrando un fraseo aristocrático de gran dignidad que contrastó con una primera aria, Einsam in traben Tagen, de timbre algo duro y color metálico. Fue en su precioso dúo con Ortrud en el segundo acto, y en la escena de la noche de bodas, donde la soprano vienesa, mostró sus mejores armas con un fraseo elegante y una dosificación de sus medios de gran efectividad emocional. Supo componer una Elsa reconocible y a la altura de un partenaire del que estaba todo el mundo pendiente. Serafin no tendrá el timbre perlado de otras ilustres Elsas de los últimos años, pero sabe recrear un canto de fina factura, ideal para esta princesa de cuento de hadas que pierde a su príncipe para encontrar a su hermano.
Triunfadora junto a Kaufmann y a Jordan en el aplaudímetro de la audiencia, qué descubrir a estas alturas de la Ortrud de Evelyn Herlitzius. La cantante alemana tiene en este rol uno de sus caballos de batalla más celebrados, y si bien su timbre raya para muchos la estridencia, no es menos cierto que su instrumento domina el espacio y casi se diría el tiempo, pues su carisma escénico va a la par de sus cualidades canoras. Incisiva, desbordante, magnética y poderosa, su Ortrud se lleva al público en el bolsillo y así se le recompensó con una de las ovaciones de la velada.
Puede que el Telramund del barítono polaco Tomasz Konieczny no sea una voz impactante ni tenga el carisma arrollador de su maligna esposa, pero tiene el timbre áspero y punzante ideal para este personaje manipulador y ambicioso. Buen actor, de registro compacto y técnica impecable, ofreció un canto seguro y bien delineado, dando lo mejor de si en ese dúo fantasmagórico y telúrico con Ortrud en el segundo acto.
El bajo alemán René Pape es un coloso del canto wagneriano que todavía mantiene el cuerpo de un instrumento generoso, de timbre atractivo y viril, perfecto para el rol de Heinrich, una de sus creaciones más célebres. Nunca fue un bajo de agudos generosos y desahogados, y volvió a resentirse en el registro alto con sonidos tirantes y fijos, pero supo enmascararlos con firmeza en la emisión merced un rico registro medio y sobretodo graves, atractivos y poderosos.
Sorprendente y seguro el Herrufer de Egils Silins, con unas llamadas a la corte llenas de ímpetu vocal, dominando la tesitura con agudos firmes y limpios con una tesitura generosa de impecable factura. Buenas sensaciones para el que será el titular del Fliegende Höllander que se verá en el Liceo esta próxima primavera.
La puesta en escena del siempre estimulante Claus Guth deja quizás más preguntas que respuestas, en la línea de una historia ambigua y mágica. Con un punto de partida inspirado en la leyenda del personaje real de Kaspar Hauser, un adolescente de la Franconia que apareció sin saberse su origen y murió en extrañas circunstancias despertando la curiosidad y leyenda de la sociedad alemana del siglo XIX. Esta historia extraña y misteriosa pone en bandeja el origen incierto de Lohengrin como un personaje casi fantasmagórico que aparece del propio ejército de la corte de Brabante y desaparece de nuevo en medio de los soldados, quien sabe si asesinado por ellos mismos. Su figura errática, más atmosférica que humana, permite que las alucinaciones de una Elsa que recuerda su infancia, con imágenes que remiten al universo de Henry James y su Otra vuelta de tuerca, dejan bellos cuadros escénicos, sobretodo en el bosque cenagoso del tercer acto, con un lago y una naturaleza idílica romántica que reúne a Elsa y Lohengrin cuales nuevos Adán y Eva wagnerianos. Pero finalmente la duda, igual que la manzana, descubre la realidad inexorable de una sociedad que necesita respuestas. Estas, quizás meros espejismos, arrebatan la ilusión ilusoria de la pareja y llevan al final triste y desolado de una corte que espera en el retorno del nuevo príncipe, el hermano pequeño de Elsa, ¿otro espejismo quizás? un futuro mejor. Un trabajo meticuloso en el trazo personal de los protagonistas, más simbólico que romántico pero de interesante resultado final.
Éxito, emoción y un gran trabajo de conjunto coronado con el retorno triunfal de un artista emocionante y carismático que ha confirmado toda su agenda futura que no es poca, incluidos rumores que lo apuntan en temporadas venideras a protagonizar una ópera en el Liceo de Barcelona. ¡Habrá que estar atentos!