Pappano Salzburgo 2017

Paisajes sonoros

Salzburgo. 03/06/2017. Grosses Festpielhaus. Obras de Mendelssohn Wagner y Verdi. Orquestra dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Tatiana Serja, Mezzosoprano. Bryn Terfel, Basso. Dir. musical: Antonio Pappano.

Siempre en la senda argumental del festival salzburgués de Pentecostés, el texto introductorio de su directora artística, Cecilia Bartoli, nos habla de cómo dos de los compositores que articulan este concierto, Wagner y Mendelssohn, expresan de forma completamente diversa su percepción del paisaje. Huelga casi decir que con afirmaciones así podemos justificar casi todo, pero esto es harina de otro costal. 

Sir Antonio Pappano fue para la ocasión el elegido para desvelar las pinceladas sonoras que trazarían las partituras seleccionadas, y con él, como no podía ser casi de otra manera, la Orquestra dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia, de la que es titular desde 2005, combinando sus designios con la Royal Opera Hause londinense, de cuya dirección que está también al frente desde hace 15 años.

Pappano es en efecto un director que presenta grandes cualidades para ese cometido, su trabajo huye de senderos puramente analíticos, para ahondar en una línea más acorde con la plástica que circunda el texto musical, con el color, con el timbre y con una expresividad puesta en manos de la dinámica. 

La obertura de Las Hébridas  (op. 26), en directa alusión a las homónimas islas escocesas, fue la encargada de abrir el concierto, composición fruto del viaje de Mendelssohn por dichas tierras, y cuya primitiva inspiración se encuentra en la famosa Fingal’s cave, o gruta de Fingal. Pappano y la orquesta de Santa Cecilia pusieron gran parte de su empeño en transmitir el carácter evocativo que circunda la partitura, a la que le cuesta evidenciar un desarrollo melódico, y cuyo espíritu que se encuentra más acorde con el título primigenio Die einsame Insel, que el compositor hamburgués en un principio le otorgó. 

Tras ella, la inclusión de los algunos pasajes del Macbeth de Verdi encuentra justificación únicamente en el emplazamiento geográfico de la trama. Fue aquí cuando el director londinense hizo ostentación de su gran bagaje lírico producto de su intenso y prolongado trabajo en el foso del Covent Garden, de la mano además de un repertorio con el que lidia con cierta holgura. Tatiana Serjan, una Lady Macbeth con experiencia, fue la elegida para coger las riendas del personaje, apta sin paliativos, pero a mi viso no con toda la energía necesaria que desprende el personaje, o cuanto menos sin su imperioso caudal, aunque siendo seguramente conocedora de sus límites supo también disimularlos. Bryan Terfel, cuya entrevista para Platea Magazine aprovecho para recordar, no mostró especial amargura por estar desprovisto de su una de sus grandes armas, la presencia escénica. Aprovechó al contrario esta oquedad para mostrar su exquisito fraseo, con más sosiego y templanza de la que una entera función con escena le permitiría, y un torrente de voz desbocado con mensura, amparado también en las ventajas que su corta intervención le otorgaba. La breve presencia de ambos recogió los aplausos que, como era de esperar, les confirieron.

La segunda parte la acapararía una presencia que por obvia quizás pecase precisamente de eso, la Sinfonía Nr. 3 de Mendelssohn, léase, la tildada como Escocesa. Si bien el aire pre-wagneriano que destila hubiese quizás merecido reformular su colocación en el programa, la generosa pausa que medió nos permitió disfrutarla como si hubiésemos salido de una sala blanca emocional. Solo una rica paleta como la que empuñaba Mendelssohn puede hacernos rememorar horizontes sin alusiones directas, sin banalidades, y únicamente los directores con armas saben aprovechar esa riqueza de tonos. Aun a pesar de que éstos se presenten tan difuminados como los de Turner –la obligada referencia pictórica para este Festival–, Pappano supo abrir las ventanas de este particular paisaje sonoro que, por su heterogeneidad, podría ayudarnos incluso a rememorar la accidentada geografía escocesa, desde sus Highlands hasta la multitud de islas que la envuelven. 

Señalar por último que casi siempre me convence, y sobre todo en este tipo repertorio, la disposición con los violines enfrentados con la que Pappano y la orquestra Nazionale Santa Cecilia suelen trabajar, con un absoluto beneficio para su comunicación y, sobre todo, un sonido global compacto, gracias a la presencia central de los registros graves de la cuerda.

Tras la conclusión del Festival nos llegan los primeros datos del mismo. La sexta edición ha contado con más de 12000 espectadores, un 8% más de afluencia que su predecesora.