Un lenguaje propio
Salzburgo. 14/08/2024. Festival de Salzburgo. Grosses Festspielhaus. Mozart: Don Giovanni. Davide Luciano (Don Giovanni). Kyle Ketelsen (Leporello). Dmitry Ulyanov (Il Commendatore). Nadezhda Pavlova (Donna Anna). Julian Prégardien (Don Ottavio). Federica Lombardi (Donna Elvira). Ruben Drole (Masetto). Anna El-Khashem (Zerlina). Coro y Orquesta Utopia. Teodor Currentzis, dirección musical. Romeo Castellucci, dirección de escena.
Estrenada allí mismo en el verano de 2021, la visión de Romeo Castellucci sobre el Don Giovanni de Mozart ha sido objeto de una revisión este año en el Festival de Salzburgo. Al parecer las dimensiones de la propuesta y su complejidad son tales que no fue del todo satisfactorio el proceso de ensayos en aquella fecha anterior.
Así, para este verano de 2024, Romeo Castellucci ha querido revisar su trabajo, puliendo algunos aspectos y contando nuevamente con la colaboración de Teodor Currentzis en el foso. El tandem que ambos componen es realmente extraordinario y este Don Giovanni se impone como una de las propuestas más sobresalientes del Festival de Salzburgo en el último lustro. Es, este Mozart, el tipo de espectáculo que uno espera de un evento con esta reputacion y renombre.
Si algo cabe reconocerle a Romeo Castellucci es la forja de un lenguaje escénico propio y reconocible. Sin caer en el error de repetir ideas concretas, la desbordante y fecunda imaginación del director de escena italiano no deja de producir imágenes de icónico reclamo, siempre reconocibles, ya se trate de una obra de Schönberg como
Moses und Aron o de un título de Mozart, como este
Don Giovanni de Salzburgo o
La flauta mágica que estrenó
en Bruselas en 2018.
El nivel semántico y estético en el que Castellucci desarrolla su intervención va mucho más allá de la mera acción literal del libreto. En este sentido bien podría decirse que a Castellucci le interesa mucho más el mito de Don Giovanni que las cuitas concretas por las que Da Ponte hace pasar al personaje. No en vano, toda la función comienza eliminando del escenario cualquier referencia religiosa y generando un gran espacio blanco donde la moralidad se pone en entredicho.
Durante las casi cuatro horas de representación el ritmo al que se suceden las imágenes es vertiginoso y está perfectamente acompasado con la música; son tantos los elementos congregados, tantas las referencias y resonancias que es realmente imposible glosarlas aquí al detalle. El resultado, en una suerte de circularidad infinita, es un espectáculo subyugante y extrañamente bello que siembra decenas de inquietudes y reflexiones en el espectador.
Castellucci, por cierto, logra manejar con suma inteligencia el amplio escenario del Grosses Festspielhaus, tan alargado y donde tantos directores de escena naufragan -Mariame Clément con la nueva producción de
Les contes d´Hofmann, sin ir más lejos-. En resumen, un trabajo audaz y brillante, uno de los mejores firmados hasta la fecha por Romeo Castellucci, sin duda alguna.
Teodor Currentzis suscita impresiones extremas, o se le adora o se le aborrece. Su perfil público, tan taimado a la hora de manifestarse sobre cuestiones de índole política y social, como la guerra en Ucrania, tampoco ayuda a simpatizar con el personaje. Pero al césar lo que es del césar: es un músico sobresaliente, con un talento de primer orden. Y este Don Giovanni es una buena prueba de su gran musicalidad y de su manera de entender el teatro desde el foso, con tiempos y dinámicas sumamente contrastadas. Lejos de resultar en un puro efectismo, la óptica de Currentzis sobre la partitura posee un fulgor y una poesía que rara vez se dan la mano y encaja a las mil maravillas con lo que vemos en escena, en el registro visual precipitado por Castellucci.
La propia orquesta y el propio coro forjados por el director de orígen griego deslumbra por su virtuosismo. Llamada ahora Utopia, no deja de ser la continuación de su anterior MusicAeterna y como sucedía con aquella nos presenta a un grupo sobresaliente de músicos, capaces de todo y rendidos como un solo hombre a las indicaciones de su alma mater. Como curiosidad, todos los violines y violas tocaron de pie durante toda la representación, y el foso se elevó durante el 'Fin ch´han dal vino', en una suerte de apoteosis de teatro y música, realmente efectiva.
Para esta ocasión se ha contado con un elenco vocal en el que se han mantenido algunos miembros de los que estrenaron la obra en 2021 (Davide Luciano, Federica Lombardi, Nadezhda Pavlova) y otras nuevas incorporaciones (Julian Prégardien por Michael Spyres como Don Ottavio, Kyle Ketelsen por Vito Priante como Leporello, etc.)
Esmeradísimo en escena y muy notable en el plano vocal, el papel protagonista estaba nuevamente encomendado al barítono italiano Davide Luciano. Su instrumento ha madurado, ha ganado cuerpo y solvencia, con una presencia baronil y una entrega total a la propuesta de Castellucci. Sin duda, este Don Giovanni quedará como un hito en su trayectoria como cantante.
Haciendo pareja con él, no quedó atrás el Leporello de Kyle Ketelsen, una suerte de alter ego del libertino. Y es que Castellucci juega, a través del vestuario, con el parecido físico de ambos intérpretes. Ketelsen volvió a dar una lección de cómo se canta e interpreta la música de Mozart, atentísimo al texto, con redondez en la emisión y con un desempeño escénico de primera.
En la parte de Donna Elvira, qué elegancia y qué timbre más templado el de
Federica Lombardi, una de las sopranos italianas más al alza hoy en día, con una trayectoria que le sitúa habitualmente en los escenarios de Viena, Nueva York o Berlín. Me gustó más aquí que
en La bohème de Valencia de hace unos meses, donde ya dejó no obstante muy buenas impresiones. Lo dije entonces y me reafirmo: una voz a seguir muy de cerca.
Lo mismo cabe decir de Nadezhda Pavlova, una cantante rusa que saltó al estrellato tas protagonizar La traviata en Perm en 2017, en la versión de Robert Wilson y precisamente con Teodor Currentzis a la bauta. La voz y el temperamento escénico de Pavlova se imponen desde el primer momento, con una emisión poderosa y un canto ralmente desahogado e impetuoso. Logró componer una bravísima Donna Anna, llena de contrastes, vívida y con un fabuloso aliento belcantista.
Admirable el Don Ottavio de Julian Prégardien, un cantante elegantísimo, de timbre amplio y grato, delicado en los ribetes belcantistas de sus arias. Un verdadero maestro de canto, de formas liederísticas, comprometido además hasta el fondo con la propuesta escéncia de Castellucci, que le depara más de media docena de cambios de vestuario, en uno de los roles más trabajados de la propuesta.
Algo envarado y brutote el Masetto de Ruben Drole, aunque tengo la impresión de que es así como lo quiere Castellucci precisamente. Y delicada y sensual la Zerlina de Anna El-Khashem, dueña de un instrumento muy bonito y redondo. Por último, sonoro y rotundo, ideal en suma, el Commendatore de Dmitry Ulyanov.
Fotos: © SF / Monika Rittershaus