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Verdades adultas para un público joven

Budapest. 9 y 10 de Diciembre de 2017. Hungarian State Opera. Humperdinck: Hänsel und Gretel. Dir. de escena: Rafael Villalobos. Dir. musical: János Kóvacs.

Vetada incluso durante algún tiempo, por el indudable alcance social e ideológico de su trasunto, aparentemente ingenuo y fingidamente infantil, la ópera Hänsel und Gretel de Humperdinck es todo un clásico en algunos países centroeuropeos, incluidos algunos que pasaron décadas bajo la sombra del comunismo soviético, como es el caso Hungría. Allí, de hecho, el título se representa con frecuencia en una traducción al húngaro, lo que expone a las claras la indudable popularidad de la que goza esta ópera en esas latitudes. 

Tras afianzar su trayectoria internacional con producciones en la West Green House Opera y en el Teatro Massimo de Palermo, el joven director de escena español Rafael Villalobos debutaba con este Hänsel und Gretel en la Hungarian State Opera, en su sede provisional en el Teatro Erkel, mientras se completan las labores de remodelación en el edificio histórico de la institución.

Es ciertamente complejo moverse a medio camino entre un discurso para público joven, infantil incluso, y un discurso para adultos. Villalobos ya había trabajado antes para un público joven, en 2013 con The Noye´s Fludde de Britten, en Wiesbaden; y en 2015 con el Dido y Eneas de Purcell para el Teatro Real de Madrid. Ha demostrado moverse pues con relativa comodidad en estas coordenadas y en esta ocasión sabe hacer pie en un elemento transversal a todas las edades, la conjunción entre trabajo, hambre, miseria y pobreza que es el punto de partida de la terrible historia de Hänsel y Gretel.

Y es que hay algo de siniestro y escalofriante en el libreto de esta Märchenoper, de apariencia fabulatoria e indudable moraleja. En realidad, como bien subraya Villalobos recordando la versión húngara de “El trabajo os hará libres”, está detrás el concepto del trabajo empleado por las dictaduras de todo signo durante el siglo XX para afianzar su promesa de un futuro mejor, una idea que fue expuesta en Hungría bajo la fórmula “El trabajo ennoblece”. Tomada con perspectiva, Hänsel y Gretel es una historia por desgracia sumamente común, propia de un ghetto o de un campo de refugiados: la escalofriante vivencia de quienes se sienten desahuciados en el mundo hasta el extremo de pasar hambre todos los días de su vida.

Al margen de este alcance en clave existencial, lo más interesante de la propuesta de Villalobos seguramente sea el modo en que busca trasladar un mensaje social en clave feminista, subrayando el papel de Gretel como la heroína que finalmente resuelve la acción. Otros sutiles mensajes deslizan asimismo la idea de una identidad de género mucho menos marcada, como la camisa de cuadros rosas que lleva Hänsel, en un vestuario también diseñado por Villalobos. En el contexto concreto de Hungría, con sus actuales coordenadas ideológicas y aún morales, una propuesta de tal calado quizá suponga una cierta osadía y habrá quien haya entendido este trabajo como una apuesta con un aire transgresor. Lo cierto es que no hubo respuesta polémica entre el público; su acogida a la producción fue entusiasta y prácticamente unánime. Villalobos, ciertamente, consigue trasladar verdades adultas a un público ciertamente joven.

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Con escenografía de Emanuele Sinisi y vestuario del propio Villalobos, el trabajo en su conjunto resulta vistoso, ágil y tiene algo de chispeante que lo hace atractivo y fácil a los ojos del público más joven atraído hasta la sala del teatro Eckel. Conviene aclarar en este punto que no se trata de funciones didácticas o específicamente pensadas para público de edades tempranas, si bien el programa educativo de la Ópera Estatal de Hungría sí facilita el acceso de colegiales a estas representaciones, por lo que la poducción debía, de antemano, satisfacer de algún modo esa doble y exigente demanda de servir tanto para un público adulto como para un público joven.

Se presentaron dos repartos, realmente distintos y complementarios, con voces bien diversas y actuaciones también algo dispares en escena. Convencieron ciertamente ambas parejas protagonistas, tanto la del estreno compuesta por Gabriella Balga y Helga Nánasi como la del día siguiente, integrada por Zsófia Kálnay y Nóra Ducza. Mejor en cambio la pareja de padres del primer día, la compuesta por Haja Zsolt y Schöck Atala. Tanto Judit Németh como Bernadett Wiedemann convencieron más en lo escénico que en lo vocal encarnando a la bruja.

Estupenda la versión musical dispuesta en el foso por el octogenario János Kovács, figura venerable en la reciente historia musical de Hungría. János entiende a la perfección el discurso romántico en clave post-wagneriana que vertebra la partitura. El fraseo es noble, el sonido compacto y fluido; su batuta extrajo lo mejor de la orquesta titular del teatro, arropando la nueva producción de un modo extraordinario.