Poliuto Liceu Kunde Radvanovsky A.Bofill

 

Manca finezza

Barcelona. 10/01/2017. Gran Teatro del Liceo. Donizetti: Poliuto. Gregory Kunde, Sondra Radvanovsky, Gabriele Viviani, Rubén Amoretti, Alejandro del Cerro, Josep Fadó, Sun Min Kang, Mirquel Rosales. Dir. musical: Daniele Callegari.

Aunque con visibles huecos en el aforo, al hilo de las representaciones de L´elisir d´amore, un Donizetti popular y de aires cómicos y amables, el Liceu ha acertado a proponer dos representaciones en concierto de una ópera seria y dramática del mismo compositor. Mucho menos conocido y de hecho apenas escenificado, Poliuto llevaba más de cuarenta años sin representarse en el escenario del teatro barcelonés. 

La historia de este título está indisolublemente ligada a una grabación mítica de 1960, procedente de la Scala de Milán: aquellas funciones supusieron el regreso al coliseo milanés de Maria Callas tras dos años de ausencia. A buen seguro, de no ser por aquel rescaté de la partitura con un plantel destacado de voces, con Corelli y Bastianini brillando al lado de Callas y bajo la batuta de Antonino Votto, la partitura seguiría hoy durmiendo el sueño de los justos.

Estrenada de hecho tras la muerte de Donizetti, en 1848 en el San Carlo de Nápoles, Poliuto es una “tragedia lírica” que vio la luz originalmente en su versión francesa, bajo el título de Les Martyrs en la Ópera de París casi una década antes, en 1840. Una reciente grabación del sello Opera Rara ha rescatado esta versión extrañamente “original” y más extensa, con las voces de Michael Spyres y Joyce El-Khoury, bajo la batuta de Mark Elder. 

En el rol titular Gregory Kunde volvió a demostrar que es un fenómeno vocal fuera de lo común. Tras su reciente debut con El Profeta de Meyerbeer de Berlín y antes de embarcarse en el Peter Grimes de Les Arts, Kunde retomaba un rol que llevaba sin cantar casi una década, desde las funciones de Bergamo de 2010 en las que debutó el papel. Sumamente familiarizado con este repertorio, su adecuación al estilo es intachable. Aunque algo fatigado en la cabaletta de su gran escena, no defraudó ofreciendo la misma con todas las repeticiones y añadiendo variaciones de su propia cosecha, como ya es marca de la casa.

En su primera tentativa como Paolina, la soprano canadiense Sondra Radvanovsky firmó la actuación más redonda de la noche. A pesar de estar demasiado pendiente de la partitura al comienzo de la representación, lo cierto es que Radvanovsky frasea con clase, altura y elegancia. Su instrumento trasciende las fronteras más encorsetadas, pues suena a un tiempo lírica y dramática, con un acento spinto pero también con una capacidad inusitada para el canto spianato, con ataques límpidos, firmes y filati de excelente factura. Una soprano extraordinaria en un momento vocal formidable.

En recambio de Luca Salsi, barítono originalmente anunciado para esta parte, su colega Gabriele Viviani cantó la parte de Severo con demasiado arrojo, sonando rudo las más de las veces. Valiosa contribución de los comprimarios, singularmente el tenor Alejandro del Cerro como Nearco y el bajo Ruben Amoretti como Callistene, ambos en su debut en el Liceu.

Decepción notable con la batuta de Danielle Callegari, empeñado en un sonido de grandilocuencia vana, restando grandeza a un belcanto que acabó sonando vulgar y tosco. Amén de lo discutible de sus tiempos -visiblemente mejorables para el desempeño de Radvanovsky, por ejemplo-, Callegari tampoco se mostró como un concertador ambicioso y apenas logró un sonido empastado, firme y vibrante de la orquesta del Liceu; más bien todo lo contrario. Manca finezza.