Komische Candide VonOtter18 Rittershaus

 

Sonrisas y lágrimas 

Berlín. 21/12/2018. Komische Oper. Bernstein: Candide. Allan Clayton, Franz Hawlata, Nicole Chevalier, Anne Sofie von Otter, Dominik Kóninger, Maria Fisieler, Emil Lawecki, Ivan Tursic, Adrian Strooper, Tom Erik Lie y otros. Dir. de escena: Barrie Kosky. Dir. musical: Jordan de Souza.

La Komische Oper de Berlín parece destinada a convertirse en un centro de obligada peregrinación para quien crea en la vigencia del teatro. Al menos del teatro entendido como un arte que consigue poner entre paréntesis la inercia y el devenir de nuestras vidas, para sacudirnos durante un par de horas, entre risas y llantos, y devolvernos renovados al trasiego de nuestra cotidianidad. A precios sumamente asequibles, con función casi diaria, la Komische Oper viene cultivando un público alternativo al que suele acudir a las funciones de la Staatsoper; un público más informal pero no por ello menos auténtico. Al contrario, me atrevería a decir que nueve de cada diez personas de cuantas acuden a este teatro saben a qué vienen y lo hacen con un convencimiento franco y auténtico, lejos de formalidades sociales y compromisos de etiqueta. Si alguna vez un teatro estuvo cerca de ser genuinamente popular, en el sentido más neto y virtuoso de la palabra, ese el caso de la actual Komische Oper de Berlín.

Sirva esta loa de presentación para encuadrar una función que raramente se podría encontrar en otro escenario. Y es que en ocasión del centenario de Bernstein, la Komische Oper ponía en escena el Candide del genial maestro y compositor estadounidense, en una producción firmada por Barrie Kosky, a la sazón intendente de este teatro berlinés. La propuesta se sostiene sobre una panoplia mínima de elementos escénicos, pero tiene un vigor y una firmeza a prueba de bombas. Kosky renuncia, atinadamente, a convertir Candide en una mera farsa, en una comedia de vuelo bajo, sin calado más allá del propio libreto, que es de por sí sumamente caústico e irónico.  No faltan algunos momentos hilarantes, ciertamente instantes de un humor de brocha gorda que no obstante se resuelve con un calado inesperado, casi inaudit cuando algunas escenas previas habían rondado un nivel de vodevil más propio de Benny Hill que de los Monty Python, a los que también se hace aquí más de un guiño. Kosky consigue que Candide tenga una actualidad inusitada, estableciendo vínculos con temas de suma vigencia como las migraciones, la militarización e incluso la crisis financiera. El espectáculo, coreografiado por cierto de manera sumamente certera por Otto Pichler, tiene momentos incluso escalofriantes como el consabido auto de fe. En suma, una propuesta llamada a convertirse en un clásico. A buen seguro se repondrá en numerosas ocasiones; si pueden, no se lo pierdan.

El reparto rinde a gran altura, contando con dos veteranos de la talla de Anne Sofie von Otter y Franz Hawlata, cuyo oficio sobre las tablas ya es motivo suficiente para ver estas funciones. Hawlata resulta acertadísimo en su papel como hilo conductor y narrador de las cuitas de Candide. Y la gran Von Otter exhibe un derroche de arte con mayúsculas en su esperada escena, el hilarante "I am easily assimilated". A ninguno de los dos veteranos cantantes les queda, a decir verdad, materia prima para derroche alguno; pero su arte en escena compensa con creces las visibles limitaciones vocales en ambos casos.

Extraordinario el tenor Allan Clayton en el papel protagonista. Y es que no solo canta su parte con exquisita naturalidad sino que se destapa también como un actor sobresaliente e implicado hasta la extenuación -la paliza física a la que se somete es admirable, desde todo punto de vista-. Impecable también Nicole Chevalier como Cunegonde, de nuevo esmeradísima actriz y voz desenvuelta. Como es habitual en la Komische Oper, el extenso elenco de comprimarios ofrece un trabajo de primerísimo nivel, propio de una compañía esmeradísima, en quienes se percibe hasta qué punto se desviven por su trabajo.

Por último, muy correcta en el foso la labor de Jordan de Souza, un joven maestro de origen canadiense, actualmente primer Kapellmeister de la Komische Oper de Berlín. Ya nos convenció su trabajo hace unos meses al frente de Pelléas et Mélisande, también entonces con Barrie Kosky comandado la parte escénica. Souza pone en valor el tejido sinfónico sin renunciar a su pulso teatral, logrando del foso un sonido de muy acabada factura. La web de Jordan de Souza, por cierto, recoge su próximo debut en el Liceu, si bien no se concreta aún el título en el que podremos escucharle. Mención aparte, no pueden quedarse en el tintero, para los coristas de la Komische; cada una de sus apariciones en escena contribuyó a mantener el excelente nivel general de la velada.

Al teatro se viene, o mejor dicho venimos, con la intención de sentirnos aludidos de algún modo, sacudidos en un sentido u otro; interpelados en fin, ya sea por la risa o por el llanto. Sonrisas y lágrimas, en fin, si me permiten hacer uso del surrealista título con que se tradujo en España la célebre película The Sound of Music.