Sokhiev BerlinerPhilharmoniker 19

Una mezcla explosiva

Berlín. 12/01/2019. Philharmonie. Obras de Borodin, Rachmaninov y Prokofiev. Berliner Philharmoniker, Coro del Teatro Bolshoi. Dir. musical: Tugan Sokhiev. 

Una química extraordinaria. Ese podría ser el resumen de estos conciertos dirigidos por el maestro ruso Tugan Sokhiev (1971) al frente de la Filarmónica de Berlín, junto al coro del Teatro Bolshoi, coliseo que cuenta a la sazón con el propio Sokhiev como batuta titular. Y es que amén del empaste sonoro, hubo en esta velada una combinación explosiva de talentos y temperamentos, para servir un programa íntegramente ruso de páginas corales, algunas de ellas rara vez interpretadas en las temporadas de los Berliner Philharmoniker. Es el caso, sin ir más lejos, de las dos partituras que articulaban la primera parte del concierto: por un lado La primavera Op. 20 de Rachamaninov, novedad absoluta en el repertorio de la orquesta; y por otro la versión original para coro y orquesta de las “Danzas polovtsianas” de la ópera El príncipe Igor de Borodin. Esta pieza, sin ir más lejos, no la interpretaba la Filarmónica de Berlín desde 1930, bajo la batuta de Bruno Walter. El Alexander Nevsky de Prokofiev que escuchamos en la segunda mitad del concierto no se había vuelto a interpretar tampoco desde 1999, entonces con Claudio Abbado.

Un programa cargado de novedades, pues, en un perfecto equilibrio entre la popularidad natural que asociamos al repertorio ruso y la exquisitez concreta de las piezas escogidas. Al frente de la velada, Sokhiev se mostró en todo momento como un maestro ejemplar, capaz de equilibrar con buen tino la grandiosidad de estas páginas corales con el intimísimo y belleza que asoma puntualmente en ellas. Titular de la Orquesta del Capitole de Toulouse desde 2008, se podría hablar de Sokhiev como una suerte de maestro ruso afrancesado, como bien me apuntó otro asistente a este mismo concierto en Berlín. Y es que hay en la batuta de Sokhiev algo de refinado y algo de pasional, un tanto de cultivo de la forma y otro tanto de devoción al pathos, combinadas ambas facetas en un perfecto balance.

Su dirección fue vibrante sin dejar en momento alguno de presentar un fraseo elegante y bien medido. Su visión del repertorio ruso es detallista, sumamente colorista, renunciando a cualquier trazo de brocha gorda. Es capaz de resaltar la espectacularidad evidente que anida en algunas de estas páginas, pero sin entregarse a complacencias fáciles. Con esa vocación, encontró fácilmente una respuetsa inspirada en los atriles de la Filarmónica de Berlín. Qué delicia escuchar la delicada instrumentación de El príncipe Igor en sus manos (¡esas maderas!). Y qué impresionante suena el Alexander Nevsky con esos recursos. En fin... qué decir que no se haya dicho ya sobre los Berliner. Memorables.

Impresionante a todas luces la sonoridad del Coro del Teatro Bolshoi de Moscú. El suyo es un sonido epatante, de un brillo imponente, de un color subyugante… grandioso, en fin, de una potencia sin límite y con un aliento genuino. En suma, la inimitable alma del pueblo ruso hecha voz en sus gargantas. Sokhiev logró de ellos una entrega intachable y total, sin abundar en excesos innecesarios.

Un concierto redondo, en fin, fruto de una combinación explosiva entre el hacer pluscuamperfecto de los Berliner y la entrega auténtica y poderosa del Coro del Bolshoi, todo ello en manos de una batuta consistente y elegante.