Hamlet Liceu 2019 A.Bofill

Sostenella y no enmendalla

Barcelona. 07/03/2019. Gran Teatre del Liceu. Thomas: Hamlet. Carlos Álvarez, Diana Damrau, Celso Albelo, Eve-Maud Hubeaux y otros. Dir. musical: Daniel Oren.

A veces los proyectos no son como se habían planeado en origen. Este Hamlet liceísta arranca del deseo de Plácido Domingo, después abandonado, de cantar la parte titular, tan emblemática por su raigambre shakesperiana. Con posterioridad se barajó la opción de Domingo al frente de la dirección musical y finalmente el proyecto siguió adelante sin él, retomando Christina Scheppelmann una idea que no había podido ver la luz en sus días en Washington. Esto es, un cartel encabezado por Carlos Álvarez y Diana Damrau. A veces sostenella y no enmendalla tiene sus riesgos y este Hamlet, que ha salido adelante con bastante fortuna, no ha sido sin embargo tan redondo como a priori podía esperarse. Quizá con los mismos mimbres pero con otro título podría haberse logrado un mayor éxito.

Y es que no es el Hamlet de Ambroise Thomas la mejor partitura para una versión en concierto. Y esta velada en el Liceo así lo confirmó. La obra, que no deja de ser una muestra de la Grand opéra francesa y todas sus convenciones, avanza a trompicones sin el respaldo teatral. Y en esas condiciones todo queda en manos de las voces y la batuta. Ésta, la de Daniel Oren, no terminó de arrancar el vuelo. Bien es cierto que tampoco había dispuesto de demasiados ensayos y que la orquesta titular del teatro no mostró su lado más flexible y eficaz, más bien su faceta más rutinaria y menos interesante. Lo mismo cabe decir del coro, demasiado contundente, poco refinado en sus intervenciones. No fue pues un Hamlet especialmente inspirado en términos musicales.

Vocalmente los dos protagonistas, Carlos Álvarez y Diana Damrau, debutaban con sus papeles. Álvarez es un gran artista pero en esta ocasión se le observó demasiado pendiente de la partitura, incluso algo tenso, nunca inseguro, eso es cierto, pero sí meditado en exceso, sin terminar de soltarse en el apartado expresivo. Tampoco es que su espléndida voz y su técnica se ajusten demasiado bien a este repertorio, donde se agradece una emisión más liviana y algo más flexible. En todo caso, ya digo, Álvarez es un grande y la voz está en buena forma, lo que regaló no pocos instantes de disfrute.

En el caso de Diana Damrau, ciertamente la parte cuadra muy bien con sus medios y con su estilo interpretativo, pero los años no pasan en balde y el tercio agudo empieza a sonar mucho menos fácil y resuelto, lejos ya de esos tiempos en los que su pirotecnica con la coloratura epataba a crítica y público. Su Ofelia convenció, pero estuvo cuajada de pequeños trucos de quien tiene a sus espaldas mucho oficio. El palpable resbalón vocal en el cierre de su gran escen no deja de ser una anécdota, que no empaña su buen hacer general, pero es en todo caso una muestra de que Damrau debe estar pensando ya en orientar su agenda por otras lides.

Todo un lujo contar con la voz de Celso Albelo para la parte de Laertes, confirmando una vez más su excelente familiaridad con el repertorio francés, en el que viene ahondando durante las últimas temporadas. Y espléndida, ciertamente la sorpresa de la noche, la Gerturde de Eve-Maud Hubeaux, una joven mezzosoprano francesa a la que conviene seguir de cerca. Voz notable y hermosa, técnica depurada, actriz convincente y por descontado impecable en su estilo y su articulación con el texto francés. Bravísima, en suma. Completaba el cartel un solvente equipo de comprimarios, destacando especialmente Ivo Stanchev (El espéctro del rey difunto) y Carlos Daza (Primer enterrador).