Fanciulla Bayerische saludos 2019 Kampe Jovanovich 

Un triunfo para Kampe

Múnich. 16/03/2019. Bayerische Staatsoper. Puccini: La Fanciulla del West. Anja Kampe, Brandon Jovanovich, John Lundgren, Tim Kuypers, Kevin Conners, Bálint Szabó, Manuel Günther, Galeano Salas y otros. Dir. de escena: Andreas Dresen. Dir. musical: James Gaffigan.

Llegaba anoche a las tablas de la Bayerische Staatsoper una nueva produción de La Fanciulla del West de Giacomo Puccini, una ópera que se sostiene básicamente sobre la protagonista, confiada aquí a Anja Kampe, quien debutaba con el papel. Su triunfo fue lo más reseñable de la velada, que no tuvo por lo demás grandes hallazgos ni fallas importantes. Kampe resuelve la parte con gran versatilidad -hay que recordar que viene de cantar Senta y Leonore-, incluso con un inusitado gracejo escénico, recreando de manera creíble a esa povera fanciulla oscura e buona a nulla. Esa mezcla de inocente candor e indudables arrestos encontró en la voz de Anja Kampe un estupendo instrumento. La soprano alemana, nacida al suroeste de Turingia, exhibió una voz amplia y bien timbrada, segura incluso en el agudo, donde a veces titubea su emisión. No fue el caso, encaramándose Kampe con suma firmeza a las partes más expuestas e intrincadas de la partitura. Sin duda, en conjunto, todo un triunfo para ella, por su labor escénica y por su aplomo musical. Habrá ocasión de volver a escuchar su Minnie tanto en el Festival de verano de la Bayerische Staatsoper como antes, en mayo, en la Staatsoper de Hamburgo, en unas funciones dirigidas por el español Josep Caballé Domenech.

La inspirada parte de Dick Johnson, a quien Puccini regala algunas de las frases más memorables de esta ópera ("Quello che tacete...", "Amai la vita, e l´amo...", ) amén del único instante solista propiamente dicho ("Ch´ella mi creda"), estaba confiada al tenor norteamericano Brandon Jovanovich, artista muy profesional y voluntarioso, cuya trayectoria se viene afianzando con las últimas temporadas (Lady Macbeth y La dama de picas en Salzburgo, Les Troyens en París, etc.). Entregado y esmerado, su Dick Johnson no alcanza sin embargo a sonar con la rotundidad y romanticismo que debiera. Su instrumento pierde color, volumen y presencia en el agudo, lo que resulta un inconveniente palpable en estas lides. 

El no menos importante rol de Jack Rance recaía en el sueco John Lundgren, quien viene cosechando buenas referencias por su Wotan. Lo cierto es que posee una voz caudalosa e importante, pero de emisión más bien tosca. Su fraseo y sus acentos fueron por lo general ajenos a la prosodia natural del texto. Un personaje plebeyo no tiene por qué cantarse fuera de estilo. Completaba el cartel un extenso equipo de comprimarios (Tim Kuypers, Kevin Conners, Bálint Szabó, Manuel Günther, Galeano Salas, etc.) todos ellos al excelente nivel acostumbrado en la Bayerische Staatsoper.

Solvente la batuta del estadounidense James Gaffigan, cuya carrera viene ganando enteros en los últimos años -acaba de dirigir Porgy and Bess en Ámsterdam y La bohème en el Metropolitan de Nueva York y en la Ópera de San Francisco-. Había dirigido ya Don Giovanni en la Bayerische Staatsoper en 2016 y ha vuelto a hacerlo durante los ensayos de esta nueva producción de La Fanciulla del West. Su labor en el foso resultó bastante convencional, elevados sus resultados por la calidad excelsa de orquesta y coro (memorables las voces masculinas en todas sus intervenciones, enormes). Gaffigan optó por un trazo demasiado efectista y un tanto pasado de decibelios, tendiendo a cubrir a los cantantes en más de un pasaje.

En contraste con su inspirada Arabella de hace un par de años, tan esmerada en sus pequeños detalles de la dirección de actores, esta Fanciulla del West confiada a Andreas Dresen no levanta el vuelo en ningún momento, apenas en el último instante de la función, cuando los dos solistas quedan solos ante el público, con el telón bajando a sus espaldas, como su hubiera conquistado la libertad ansiada para realizar su amor. Una mera anécdota, una foto fija, que no enjuaga la impresión general de un trabajo grisaceo, parco en ideas y muy convencional. No hay nada, en materia dramática, que justifique el interés de esta nueva producción como tal, más allá de suponer el regreso de este título a la Bayerische Staatsoper y el debut de Anja Kampe.