alba ventura ricardo rios

Alba Ventura: "La música tiene que volver al kilómetro cero"

La pianista Alba Ventura se encuentra en un momento de su carrera que podríamos denominar como "mozartiano". Por afinidad, por su propia historia personal y porque ahora así ella lo ha elegido. Es el momento, como nos cuenta. Hablamos con ella entre los conciertos que dedica al comopositor en la Fundación Juan March y mientras prepara un concierto a dos pianos con la música del de Salzburgo, junto a Elisabeth Leonskaja. Mozart, pero también sobre Prokofiev, sobre el piano en sí mismo, sobre la pedagogía a la que ella también se dedica desde el Conservatori del Liceu, de todo ello conversamos.

En estos momentos se encuentra en la Fundación Juan March tocando un programa titulado Mozart en Mannheim, ¿cómo son estas citas? ¿Cómo es este Mozart?

Es un proyecto muy bonito que muestra una época de la vida de Mozart bastante feliz, con muchos proyectos y en un momento donde conoció a mucha gente nueva: constructores de fortepiano... un momento de gran emoción en su vida profesional y personal. Muy especial. Todo ello se refleja en su música, que es muy luminosa, con un punto ya de madurez y, a la vez, de un Mozart con muchas ganas de comerse el mundo. Además es una forma de concierto muy bonita porque pone en situación a todo el mundo, no sólo al público, sino también a la intérprete.

¿Cómo es eso?

Es que entre las sonatas que interpreto se leen algunas de sus cartas. La iluminación es muy dramática y se crea una atmósfera especial, muy bonita. Te transporta al momento concreto de Mozart y su familia... La verdad es que es muy estimulante.

Mozart, diría, tiene relevancia en su carrera desde sus inicios. ¿Cómo le ve usted?

Ante la música de Mozart, los intérpretes lo único que podemos hacer es mostrar nuestra visión con el máximo respeto, porque Mozart nos sobrepasa a todos. ¡No hay intérprete al que no supere la música de Mozart! (Risas). Con toda la modestia del mundo, los pianistas lo que podemos hacer es mostrar nuestro oficio y, sobre todo, amar su música. Amarla muchísimo. Es una de esas músicas que, cuando te llegan, te llegan hasta el fondo. Para mí, durante toda mi trayectoria, su música ha sido muy especial para mí. Mi debut con orquesta fue, precisamente, con uno de sus conciertos, cuando yo tenía 14 años, en el Auditorio Nacional. ¡Ha llovido mucho desde entonces!

Entiendo que su visión sobre su música ha debido cambiar en todos estos años...

¡Claro! ¡Cambia muchísimo! En aquella época yo estudiaba con Dmitri Bashkirov en la Escuela Superior Reina Sofía. La manera de tocar Mozart que yo podía tener con el tipo de formación que él me impartía, puede ser muy diferente a, por ejemplo, de lo que aprendí años más tarde recibiendo clases de fortepiano. Las perspectivas son diferentes, sin que una tenga por qué ser mejor que otra. Simplemente, las diferentes maneras de hacer música, de sentirla, que vas aprendiendo, te van abriendo los ojos. Después, claro, los años que vas llevando encima y las experiencias que vives también marcan tu manera de tocar.

¿Seguimos teniendo una visión limitada de Mozart?

Limitada, dentro de lo que cada uno pueda entender, claro. Es una música con una apariencia de sencillez que llega muy fácilmente a todo el mundo y, en la complicación que supone exponer esa sencillez, radica también su belleza. Todo se sostiene gracias a sus proporciones, que hacen que todo funcione tan, tan, tan bien. Luego cada uno le buscamos los rincones, los detalles, su fraseo... ¡sin sobrecargar! Si sobrecargas a Mozart, eliminas su belleza, su proporción, su aparente sencillez. ¡Es complicado! Pero es una música que la disfruto mucho y que es muy especial para mí.

Este día 04 de noviembre pasará de tocarlo en solitario a dos pianos con la ORCAM.

A dos pianos, ¡y con una intérprete colosal! (Risas). Es un privilegio enorme poder tocar Mozart junto a alguien como Elisabeth Leonskaja. Es una de esas oportunidades inolvidables que te da la vida. Tuve mi primer ensayo con ella hace unos días, en Valencia, y fue algo espectacular. Muy inspiradora. Un ensayo de estos en los que sales con vitaminas en el cuertpo, habiendo aprendido muchísimo. Estoy muy, muy contenta.

 

"¡No hay intérprete al que no supere la música de Mozart!"

 

Me contaba anteriormente que su debut fue con 14 años. ¿Se ha sentido usted una niña prodigio?

Creo que los prodigios no existen. Quizá Mozart lo era, pero incluso en su caso, ¡era porque le hacían trabajar mucho! Hay niños con mucho talento, pero siempre tienes que tener la suerte de haber encajado con algún profesor que te guía bien y que las cosas fluyan. Yo he tenido mucha suerte desde el principio.

Bueno, suerte, y algo de capacidades también.

Es un conjunto de cosas: que tengas cierta facilidad, que te guste muchísimo lo que haces y pongas tiempo al estudio. ¡Tampoco es que yo estuviera todo el rato estudiando! Me encantaba salir a jugar con mis amigos y hacía la vida de una niña normal de mi edad. Estudiaba, sí, pero si lo hacía era porque me gustaba muchísimo. ¡Y tocar delante de gente! ¡Eso me entusiasmaba! De ahí a ser un prodigio... no. ¡No me gusta nada esa palabra!

Habla de la suerte de dar con un buen profesor. Lo cierto es que los nombres con los que usted ha podido estudiar da vértigo. Simplemente, empezando por Alicia de Larrocha...

Lo de Alicia es de estas cosas que no te terminas de explicar. Mucha gente dice que era su profesora y no puede ser verdad, porque ella estaba siempre de gira. Simplemente, somos unos pocos los afortunados que pudimos disfrutar de ratitos de su valioso tiempo, cuando ella estaba en Barcelona.

Pero, a veces se puede aprender más de un solo momento que de años de clases.

¡Sin duda! Para mí ha sido una suerte increíble poder contar con ella y tocar para ella. No sólo con Alicia, sino poder tocar con personas súper inspiradoras que me han enseñado mucho. Y luego, maestros, maestros, son aquellas personas que han tenido un seguimiento conmigo semana a a semana, formándome a largo plazo. Nos quedamos siempre con los nombres más conocidos, en mi caso Alicia, Magaloff, Ashkenazy, Lupu... pero después están las personas que siempre han estado allí. Desde la primera profesora que tuve, cuando tenía cinco añitos, Sílvia Llanas. Ella hacía que para mí tocar el piano fuese casi un juego, tocar y jugar, como se dice en otros idiomas: play, joue... era jugar con el piano. Después con Carlota Garrica en la Academia Marshall. Ella ha sido verdaramente una persona muy importante no sólo en mi carrera, sino en la de tantos otros pianistas. Ella era la que nos preparaba antes de las clases con Alicia, nos hacía entender qué estaba escrito en las partituras: qué era lo que quería Granados, lo que quería Albéniz... Una maestra maravillosa. Como maestros también tuve a Bashkirov y a Irina Zaritskaya, que fue una maestra también maravillosa para mí. Estudié con ella muchos años, en Londres y tuve una suerte enorme de encontrarme con ella.

¿Cómo se cincela un pianismo propio ante tanto nombre de tal prestigio?

¡Buf! ¡Eso es muy complicado de contestar! (Risas). Es curioso, porque además hay muchas maneras de enseñar el piano que, después, te marcan el camino de cómo tú mismo puedes desarrollar tu propia personalidad y tu propio pianismo. Hay profesores que forman exactamente como quieren, con su propio método... ¡Yo también tengo un método que aplico con mis alumnos! Pero hay maestros que quieren que sus alumnos sean fotocopias de lo que ellos hacen. A veces escuchas tocar a personas de una manera espectacular, pero a la que enseguida les ves de qué escuela vienen o con qué profesor han estudiado. 

¿Es algo que limita al artista? ¿O no tiene por qué?

Bueno, si lo piensa, el arte en cada uno de sus principios es imitación. Se aprende imitando y luego ya hacemos. Tampoco es malo tener una buena escuela de método, pero también es muy interesante encontrar aquel tipo de maestro que, además de mostrarte su método, te da una cierta flexibilidad a nivel musical para que tú también puedas ir investigando cosas. Irina Zaritskaya, por ejemplo, era así. Tenía un método muy claro a nivel técnico y me dio unas herramientas que me serán útiles de por vida. Como pedagóga también las trabajo con mis alumnos, de hecho. Y aún así, a nivel musical, ella me dejaba tener mi propio camino. Es que, como pianista, ¡nunca dejas de aprender! Estamos en un reciclaje continuo. 

 

"La gente no escucha lo suficiente"

 

Ha mencionado nombres como los de Magaloff, Bashkirov o Lupu. A menudo me pregunto si ellos y otros serán o son recordados aún por las nuevas generaciones de melómanos e intérpretes... Tengo la sensación de que los pianistas son de los que más rápido relega al olvido el paso del tiempo.

El probema de nuestra actualidad musical, yo creo, es que hasta alumnos que están formándose para ser futuros intérpretes, una gran parte de ellos, escuchan poca música. Hoy en día tenemos más que nunca al alcance de nuestra mano grabaciones de todo tipo y toda época. ¡Podemos escucharlo todo! Y no lo hacemos... Es irónico. La gente no escucha suficiente. Escucha siempre, también, el mismo tipo de versión. Es como si nos faltara curiosidad por escuchar otras cosas, por abrirnos... y esto es lo que puede pasar factura, a la larga, al reconocimiento de grandes pianistas. ¡Yo le doy mucho la brasa a mis alumnos! ¡Muchísimo! (Risas). Es verdad que en los conservatorios, cada vez más, se intenta impartir historia pianística, pero aunque no sea tu instrumento... ¡Tienes que conocer a los grandes directores de orquesta! ¡Tener curiosidad por cómo se hacía música hace un tiempo! Tener ese punto de querer aprender cosas nuevas...

Da miedo que ahora muchos se centren en la técnica o la interpretación concreta, perdiendo todo bagaje cultural... que sólo miren el camino que tienen inmediatamente delante...

¡Claro! Es que el piano es ténica, pero son muchas otras cosas... es el amor por querer hacer música... Recuerdo cuando yo era estudiante en el Royal College de Londres a finales de los noventa. En aquella época ibas a la biblioteca de donde estudiabas, buscabas el disco, la partitura y te ponías unos cascos para escuchar las grabaciones. Te empapabas de cómo lo hacían los que habían llegado antes que tú. Tenías el interés de ir hasta allí y ponerte a escuchar... era una diversión, una experiencia que querías tener... ¿Cómo es posible que ahora puedas hacer lo mismo desde el sofá de tu casa y no lo hagas? Es algo que también debemos motivar desde las aulas.

Usted pertenece, seguramente, a una de las generaciones de mujeres de este país que han podido, de alguna manera, elegir cómo querían hacer su carrera: entre la pedagogía y la interpretación. Cuesta encontrar mujeres más mayores en esta país que no hayan sido "obligadas" a ejercer como profesoras, privándolas de decisión y de una carrera como intérprete.

¡O simplemente combiándolas! Porque si había una intérprete, tenía que ser una intérprete al 100% sobre los escenarios. Poder ser intérprete y pedagoga a la vez es poco frecuente, por desgracia, sí. En generaciones anteriores se ha relegado a la mujer a la pedagogía, sí, y es algo que lleva pasando toda la vida. ¡Ahí tiene a la misma hermana de Mozart! Llegó un momento en el que tuvo que dejar de ir de gira con el hermano y el padre porque tenía que buscar marido. La nuestra es una historia repleta de historias de este tipo. Personas con muchísimo talento que, por el hecho de ser mujeres, no pudieron ser intérpretes. Hoy en día, por suerte, ha cambiado, aunque hay pequeñas cosas aún, sutiles, que vienen derivadas de esta forma de pensar. Simplemente el repertorio que se supone ha de tocar una mujer...

Tantos hombres han dicho que Mozart es algo de mujeres...

Es tremendo. Yo misma, durante años, había renegado de tocar Mozart o repertorio del Clasicismo para que no me encasillaran. Sabía que me estaba empezando a pasar y no quería. Y es una pena verte obligada a renunciar a la música, porque es una época del piano que me encanta, me siento muy cómoda en ella y pasé bastante tiempo estudiando el fortepiano, que es un instrumento que me apasiona. No es justo. Tuve que forzar, de alguna manera, otro tipo de repertorio para que no me pidieran siempre el mismo. ¡Un repertorio que también me gusta mucho! Los rusos, Romanticismo, Siglo XIX y principios del XX... Ahora estoy en una época en la que estoy tocando mucho Mozart y estoy encantada, pero sé que en primavera, por ejemplo, tocaré el Tercero de Prokofiev con la OSPA. Ya no tengo el miedo de que me encasillen. Igualmente, estamos viviendo una época que, yo creo, es apasionante, porque puedes elegir qué escuchar en cada momento. Ya no estamos obligados a ir a lo que nos programan en el auditorio de nestra ciudad, sino que todo está a nuestro alcance, en auditorios o en plataformas digitales que están haciendo que, de alguna manera, sea el público el que decida qué es lo que quiere escuchar, también en las salas físicas. 

 

"El artista es artesano y esa es una de las partes más enriquecedoras de nuestra profesión"

 

Un cambio de paradigma.

¡Sí! Porque son las programaciones, los abonos más clásicos de grandes estrellas y orquestas, con abonados más mayores, los que están sufriendo más la falta de venta de entradas. Los conciertos más alternativos o con intérpretes locales, que ofrecen algo diferente, sin embargo, parecen tener más vida y más sentido que nunca. También hay más gente que se ha acostumbrado a escuchar y ver más música en casa, a través de sus pantallas. La cuestión es: ¿es malo que no pueda haber tantísimas giras y conciertos de gente de la Champions? ¿Que cada año tengan que venir siempre las mismas formaciones y nombres por las mismas ciudades? ¿Hace falta que sea así cada vez? No sólo en nuestro país, sino en muchos otros... La música tiene que volver al kilómetro cero. 

Regresemos un poco a Mozart, porque reciéntemente ha lanzado el primer volumen de su integral de sonatas para teclado. No ha seguido un orden cronológico, sino que presenta una salección propia, ¿por qué?

Por mi propio placer. Me hacía ilusión presentarlo así, variado y con una unión que a mí me apeteciese, porque grabar, como tal, es una experiencia dura. Es complicado grabar, a mí me gusta muchísimo más tocar en directo, delante de gente. ¡Pero hay que grabar! ¡Hay que hacer streamings! Estoy disfrutando muchísimo más ahora de grabar que antiguamente. Eso sí, música que me apetezca mucho, que me guste. Y si es un proyecto tan grande como este, con todas las sonatas de Mozart, prefiero mezclarlas de forma que a mí me resulte estimulante... esperando que también al oyente.

De Mozart, me contaba, a Prokofiev

Completamente distintos. ¿Qué buscaba Prokofiev? Como artista, tengo que, al final de todo, plegarme a lo que escribe en su partitura, al igual que hago con Mozart. Si mi personalidad quedase por encima de sus partituras, una y otra música perderían. Mi forma de ser está muy alejada de la de Mozart, pero muchísimo más de la de Prokofiev, que por lo que cuentan, a nivel personal no me quiero parecer a él. Sin embargo, su música tiene una energía y una fuerza para la que te tienes que transformar. No puedes ser tú, aunque algo de ti siempre quede. Los músicos tenemos la responsabilidad de entrar en el mundo del compositor, en su manera de hacer. La prioridad siempre ha de ser la partitura. Puedes sentirte libre, pero sin dejar de tener el ojo, siempre, puesto en lo que está escrito. Con todo, Prokofiev vivió en una época de cambios y penurias muy distinta a la de Mozart. En su época, por ejemplo, los compositores eran artistas, pero yo creo que ellos se sentían artesanos. La sociedad les trataba como tal, como parte del servicio y proporcionaban el acompañamiento musical de ciertos aristócratas. ¡Y con mucho orgullo! El artista es artesano y esa es una de las partes más enriquecedoras de nuestra profesión. 

¿Su respuesta podría ser el resumen de lo que Alba Ventura busca, por lo general, cuando se sienta al piano?

Sí, sin duda, intentar encontrar siempre la esencia de lo que está escrito.

Porque, ¿el artista es realmente libre ahora mismo?

¡Nunca somos libres! (Risas). ¡Es imposible ser libre totalmente... y menos mal! (Más risas). Tenemos que ser libres, pero con los pies en el suelo... ¡Creo que aquí podríamos empezar otra conversación! (Risas).

 

 

Foto: Ricardo Ríos.