Lianna Haroutunian

Lianna Haroutounian: "El teatro tiene que ser el reflejo de nuestras vidas"

Conversamos con la soprano armenia Lianna Haroutounian que estos días protagoniza Madama Butterfly en la Royal Opera House de Londres, tras una intensa temporada en la que ha debutado La dama de picas de Chaikovski en el Liceu, tras pasear su voz por la Fedora de Giordano en el Concertgebouw de Ámsterdam. Asimismo, ha formado parte de una nueva producción de Il trittico de Puccini en La Monnaie de Bruselas.

Me gustaría conocer de cerca los orígenes de su vocación por el canto, ¿en qué momento descubrió que tenía una voz para hacer una carrera profesional?

Es una larga historia (risas). En mi familia no había cantantes de ópera, aunque mi padre cantaba canciones del folclore local, tocaba también el acordeón y en mi casa siempre se amenizaban las celebraciones con música. Desde pequeña, tomé lecciones de música en la escuela de mi ciudad natal y entré también a formar parte de un coro, donde tuve contacto ya con algunas piezas del gran repertorio clásico, obras de Vivaldi, Bach, Pergolesi… El responsable de este coro habló con mis padres, les dijo que yo tenía una voz con posibilidades y me aconsejó ver qué si era posible continuar mi formación en el conservatorio. Allí me escucharon y me aceptaron como alumna y en ese tiempo conocí las obras de los autores de ópera armenios, la música espiritual… Por aquel tiempo mi pasión por la ópera ya era un hecho. Mi profesor de piano también me aportó una gran dosis de sabiduría y conocimiento en torno a la música clásica. Tuve suerte de tener un entorno así, lleno de gente que creyó en mi talento y que me animó a continuar con mi formación.

¿En aquellos días tenía ya claro el tipo de voz que iba a desarrollar?

Es curioso, porque para mí entonces todo resultaba natural y sencillo, cantaba sin esfuerzo. Pero también fueron días confusos, porque mi voz no estaba del todo clara. Yo cantaba un día Azucena y al día siguiente la Reina de la Noche (risas). Cantaba todo aquello que me gustaba, sin distinciones. Incluso piezas para tenor (risas).

¿Qué referencias le interesaban entonces, entre las sopranos del pasado?

Muchas, pero sin duda siempre me fascinaron Leontyne Price, Maria Callas y Raina Kavaibanska, cada una por motivos diversos, obviamente.

La siguiente etapa en sus estudios implicó su desplazamiento hasta Francia, si no me equivoco.

Sí, en aquel momento tomé conciencia de que tenía que tomarme cada vez más en serio mi voz y mis estudios. Hice cuatro años en el conservatorio y al terminar no tenía claro si quería continuar, tenía curiosidad por otras cosas, descubrir otros mundos. Viajé a Francia y continué allí mis estudios en el centro de formación lírica de la Ópera de Bastille, donde viví una experiencia bastante radical.

¿Radical en que sentido?

Radical por el contraste que supuso para mí. Todo lo que yo había vivido y conocido en Armenia pareció quedar atrás en apenas unos días. Tuve allí un maestro de canto, el tenor Serguei Danelian, que había cantado el gran repertorio dramático para su cuerda. Él me ayudó a construir mi voz, mi respiración… Él mismo fue también el profesor de Gegham Grigoryan, un gran tenor.

Decía que su experiencia en Francia había sido un tiempo de contrastes.

Sí, como le decía mi experiencia en Francia fue muy difícil, estuvo llena de contrastes para mí: por la cultura, por el idioma… por el apasionamiento con el que yo quería vivirlo todo en aquel momento. Fue como abrir un libro desconocido y por eso mismo fue fascinante. Yo estaba por entonces bastante desorientada. Mi voz era importante, yo la sentía con potencial, pero mi experiencia era nula. Para dar los primeros pasos como profesional dudaba entre buscar un agente o intentar entrar a formar parte de un ensemble fijo en algún teatro.

¿Y cuál fue el punto de inflexión?

Finalmente encontré a René Massis, el primer agente que tuvo confianza en mí y en mis posibilidades. Por aquel tiempo yo me había presentado a varios concursos, buscando sobre todo referencias sobre mi repertorio y para darme a conocer a otros teatros. Empecé cantando Requiem de Verdi, después Maria en Simon Boccanegra, Marguerite en Faust.

Poco después otro agente, Franco Sioli me propuso colaborar con él y me abrió las puertas de algunos teatros en Italia. Llegó también entonces un compromiso importante en Atenas con I vespri siciliani, una ópera que tuve que preparar con apenas diez días de antelación. Peter Katona del Covent Garden estaba allí y me ofreció debutar en Londres, en 2013.

Mencionaba antes que su voz estuvo más o menos clara desde el inicio de su carrera, siempre apunto yo, con una tendencia hacia lo lírico-spinto.

Siempre tuve una tendencia natural a abordar roles de fuerza dramática, pero también tuve la cautela de esperar a tener una técnica bien sólida para plantearme ciertos roles, que me ofrecieron muy al principio de mi carrera, como Abigaille en Nabucco u Odabella en Attila. Mi intuición era más fuerte que mi deseo (risas). Seguramente esto me ha salvado en muchas ocasiones.

Verdi y Puccini son el centro de su repertorio.

Así es, básicamente estos dos compositores son la base de mi agenda. En Verdi me interesa sobre todo la parte lírica, luminosa, allí donde es posible recrear la belleza más allá del drama. Creo que es fundamental cantar este repertorio con una voz luminosa, fluida; no se trata de impresionar con una voz grande y sonora.

Tengo curiosidad por su relación con el repertorio ruso, tras su debut con Lisa en La dama de picas esta misma temporada en el Liceu.

Es un repertorio que conozco bien, aunque tampoco he cantado tantos papeles en escena. Desde temprano canté las canciones de Rachmaninov y Chaikovski, bien conocidas en Armenia. Hice Iolanta a Valencia hace tres años, fue el primer gran rol de este repertorio que representé en escena.

La lengua rusa me resulta familiar porque la estudié en la escuela, lo mismo que su literatura, que admiro profundamente. Creo que la música rusa es un repertorio de una nobleza extraordinaria.

El personaje de Lisa no lo había cantado hasta estas funciones en el Liceu y ha sido como un flechazo para mí. El tercer acto es algo extraordinariamente intenso, de un dramatismo fascinante. 

Su repertorio está marcado por roles intensos, fuertemente emocionales, como Tosca o Cio-Cio-San. ¿Le apelan de un modo particular estos papeles?

Sin duda, y poderlos cantar me hace muy feliz, porque es así también como yo concibo la vida, con intensidad, de un modo fuertemente emocional. Sin duda son roles difíciles porque hay que medir bien las energías. Pero para mí es un regalo poder cantar estos roles por los principales teatros del mundo.

Sabe, yo necesito encontrar inspiración en todo lo que me rodea. Intento absorberlo todo en la vida cotidiana. Para mí la escena y el teatro son la continuación de mi experiencia en la vida. En el teatro me siento vulnerable y libre al mismo tiempo.

Déjeme contarle una cosa. Antes de cada representación de Madama Butterfly en Barcelona, hace ahora tres años, yo me acercaba siempre a ver el mar y meditaba durante algunos minutos contemplando el horizonte. Y cuando empezaba el segundo acto de la ópera, yo tenía la impresión de seguir allí frente al mar, era algo maravilloso. 

¿Hacía dónde camina su repertorio en los próximos años?

Honestamente, más allá de Verdi y Puccini, que me fascinan, soy una mujer con gran curiosidad por otros repertorios, como Strauss, Wagner, Janacek, Shostakovich… Entiendo que para los teatros es complicado ver mi voz en estos autores, cuando la asocian tanto a Verdi y Puccini, pero creo que mi instrumento está en el momento perfecto para abordar algunos papeles como Arabella, la Mariscala en Rosenkavalier, Elsa en Lohengrin, incluso Isolde llegado el momento adecuado. 

Strauss es un compositor para usted, sin duda. 

Y no obstante muchos teatros y directores de orquesta me sugieren proyectos con repertorio belcantista. 

España ha sido un país importante para su actividad en estos últimos años.

Sí, España es un país que adoro: Sevilla, Málaga, Bilbao, Madrid, Las Palmas, Barcelona… verdaderamente siento una armonía extraordinaria en España… con su paisaje, con sus gentes, con su clima, con su gastronomía. Realmente es un país maravilloso y ha sido extraordinario comprobar la solidez de sus teatros durante la pandemia, manteniéndose abiertos incluso en los momentos más difíciles. Espero seguir ahondando en mi pasión por España, nada me gustaría más que cantar aquí a menudo.

¿Mantiene contacto con su país natal? ¿Hay actividad lírica ahora mismo en Armenia?

Recientemente he pasado bastante tiempo allí. Lo cierto es que echo de menos mi país natal, después de veinticinco años en Francia la tierra me llama. Pero en Armenia hace tiempo que no canto, por desgracia. Espero que surjan proyectos pronto allí, sería estupendo.